El año 2023 la Feria Internacional del Libro de Lima, en su vigésima séptima edición, le rindió un merecido homenaje al escritor Cronwell Jara Jiménez (Piura – Perú, 1950), autor de una serie de libros importantes en el proceso de la literatura peruana como Las huellas del puma, Montacerdos, Faite o Film Vallejo: Moriré en París con aguacero.
La primera vez que tuve noticias sobre el escritor Cronwell Jara fue cuando era un joven estudiante de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle La Cantuta. Mi profesor y buen amigo, Moisés Córdova Márquez, quien había publicado mi primer relato en una revista literaria, una soleada tarde, que fui a visitarlo a su casa de la residencia cantuteña, me alcanzó un volumen de cuentos de su biblioteca y me dijo: “Este libro te va a gustar”. Se trataba de Las huellas del puma, el primer volumen de cuentos de su autor. Picado por la curiosidad, leí el texto esa misma tarde en el hermoso campus universitario. Recuerdo que quedé deslumbrado ante el universo narrativo que Cronwell Jara sabía retratar en sus historias. De pronto, me sentí transportado a los lejanos parajes de la sierra piurana. Pero lo que suscitó un mayor impacto en mí fue la manera cómo este autor había construido cada uno de sus relatos. Siempre aparecía un inicio misterioso, impactante o dramático, que te cogía del cogote desde las primeras líneas. Cómo no recordar, por ejemplo, ese comienzo del cuento “Hueso duro” que se quedó para siempre en mi memoria:
Camino real de Morropón a Tuñalí. Sigiloso desmontó de la mula; tuerto, ojo azul, sin tres dedos en una mano y en la otra un puñal. Así me lo imagino. Arriba un cielo celeste, un sol florido. Abajo, el tuerto ingresando a mi casa… “Celedonio Rojas, he venido a matarte”.
Luego de estos inicios cautivantes, el escritor jamás dejaba descender la tensión dramática, todo lo contrario. La intriga me llevaba a rastras hasta desembocar en un final inopinado, totalmente sorpresivo, que me provocaba un terrible desasosiego.
Otro rasgo de estos cuentos que llamó poderosamente mi atención fue su hábil trabajo con la materia verbal. En todo momento, la narración aparecía adornada de expresiones poéticas, bellísimas, que uno paladeaba como un fresco vaso de cerveza bajo el ardiente sol de Chosica. Y, por supuesto, el autor había dotado también, con acierto, de un lenguaje propio a sus personajes. Con maestría, había recreado el habla popular de los habitantes de la sierra piurana.
Todo había sido trabajado con destreza en estos cuentos: la estructura, las técnicas narrativas —como se aprecia muy bien en el maravilloso cuento titulado “La fuga de Agamenón Castro”— el universo representado —original y propio—, los personajes, el lenguaje poético en la narración, el tono nostálgico y melancólico, el modo de expresarse de sus personajes.
Después de leer este libro de Cronwell Jara, pude apreciar toda la dimensión estética que podía alcanzar un buen relato y me propuse la tarea de alguna vez escribir un libro de cuentos que retratara el mundo que había conocido desde niño en mi barrio de El Agustino, sus personajes, jóvenes alegres y palomillas, amantes de la música chicha como yo, jóvenes que también tenían un lenguaje propio con que expresaban sus adversidades y alegrías.
El aprendizaje continuó con la lectura de sus demás libros: Montacerdos; Patíbulo para un caballo; Babá Osaím, cimarrón; Esopo, esclavo de la fábula; Faite; Film Vallejo: Moriré en París con aguacero y las demás hasta llegar a la novísima Mokele Mbembé, hermosa novela épica que nos relata la rebelión de un grupo de esclavos negros durante la Lima virreinal.
Efectivamente, leer a Cronwell Jara es un aprendizaje incesante. El autor de ¡Molotov – suite! En el patio de letras nos enseña a explorar diferentes géneros literarios y toda una variedad de ejes temáticos. Ha dotado al neorrealismo peruano de una vertiente que ahonda en lo absurdo, lo insólito y lo mágico. Si Enrique Congrains y Julio Ramón Ribeyro nos mostraron la piel de los primeros barrios de Lima, Cronwell Jara nos retrata las entrañas de la Lima suburbana y sus habitantes. Nos hace oler, oír y palpar esa nueva ciudad que empezaba a cambiar, vertiginosamente, desde la década del cincuenta del siglo anterior.
En sus novelas y en muchos de sus cuentos, Cronwell Jara le da un giro a esa visión escéptica de la realidad que prevalece en nuestro canon narrativo. Cronwell presenta a sus personajes en constante lucha, como el viejo pescador retratado sabiamente por Hemingway. En su visión del mundo se respira un aire de esperanza, una alegría por seguir viviendo “aunque sea de barriga” como decía nuestro poeta mayor César Vallejo.
Con el decurso de los años, alcancé a convertirme en un amigo de Cronwell. A pesar de la diferencia de edad, hoy somos buenos patas, yuntas, comparitos, como suele decir él, con quien solemos reunirnos para conversar de todo, especialmente, sobre música y literatura. En realidad, yo lo escucho a Cronwell. Oyéndolo también uno sigue aprendiendo, porque él es un hombre que exhala literatura en todo momento, que emana alegría, y de un espíritu lúdico contagiante. Aun cuando habla sobre cuestiones cotidianas o, al parecer, triviales, Cronwell muestra con pasión sus convicciones en torno a la vida y a la literatura en particular. Es un hombre que ama todo lo que hace y lo disfruta a plenitud, así lo demuestra cuando, generoso como ninguno, nos recibe en la terraza de su vivienda en el Rímac con un potaje variado y suculento que él mismo sabe preparar. Y, rato después, se embriaga de emoción y baila como un puma enamorado al ritmo de Los Destellos, Los Belkings, La Sonora Matancera, Los Compadres, Celina y Reutilio, Los Panchos, Javier Solís y Julio Jaramillo y, últimamente, también al ritmo de Chacalón.
Cronwell es un tipo que disfruta de la buena literatura, que quiere a sus amigos y ama vivir intensamente. Esto es loable, máxime en estos tiempos recios que corren, en que quienes llevan las riendas de nuestra nación muestran poco aprecio por los libros y los derechos de autor, poco aprecio por la lealtad a sus amigos y, sobre todo, poco aprecio por la vida del hombre.
Fernando Carrasco Nuñez conversando con el homenajeado Cronwell Jara Jiménez
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com CRONWELL JARA JIMÉNEZ: EL CANTAR DEL PUMA ENAMORADO
Por Fernando Carrasco Núñez