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SERIE: POETAS MEXICANOS JÓVENES 

Fernando Carrera

 



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QUIEN mire este rostro, roce estas manos, o pruebe el sedimento de esta saliva, encenderá una hoguera a la orilla de la noche

El dolor se hizo carne y habitó en mí: fundó en mi rostro nuevos gestos y abrió caminos en la memoria. Puso con su mano irrevocable una pasta en mi lengua, una esencia en el paladar: salada de tanto apetito por morder la raíz oscura en la pérdida    

Uno sólo ha sido el verbo desde entonces

 

descender

 

 

Salto del ángel

A LA ENTRADA un pedazo de madera, tal vez un vivo en bronce y la leyenda “Inferi”. Jardín o selva, detrás se extiende el rostro del abismo (lo que se ignora)     Un nombre en el centro de la frente, estigma y alfiler que todo une, gobierna, ejerce un comercio poderoso entre lo que fue, las grietas en la carne que acusan, y este anhelo en el pobre gesto de los ojos (todavía luz) que no escondo

¿Puede maltratarse la luz?

 

¿Qué es el descenso sino un difuminarse vapor entre las piedras? ¿Qué es la caída sino agua hecha aire? Viento que respira la humedad de una presencia

                                                                                                        

                                                                   Hacia el abismo vamos, cantando. Blancos en el vuelo, hemos sido un recorrido mineral en el pensamiento de la piedra. Al fin subimos hasta el cielo de una mirada: doble faro que recuerda, llama. A veces alguien acude

 

 

 

Acto de fe

a Luis Armenta Malpica

ENCONTRAR las tablas de la noche, sus leyes más próximas a la piel que ninguna mano de hombre haya escrito. Este viento suave de tan negro me entrega una planicie para que el sentido exista: como el silencio desnudo de un cuerpo al lado propio recostado, este cuerpo. Avanzo, doy algunas vueltas al apartamento que se impregna de un olor distinto: son las altas horas y en ellas la consigna de seguir, sin por qué

 

***

 

EL ABANDONO se dice en primera persona: en tu saliva palabras fósiles sobreviven a la desdicha de ser, como cualquier residuo. No sabrás si vienes o vas, si arriba o abajo: la ignominia no es cardinal en el despojo. Verás cómo tu piel es restregada igual que ropa sucia entre las piedras de la noche; bendice ese jirón, esa  ceniza, porque será tu única esperanza: sólo quien deja de ser, podrá ser de nuevo    
 
El que se va pierde su silla en el banquete prometido. Lo hace con miedo pero fascinado, como quien intuye al dios en los paisajes agrestes     Con la resignación de las ballenas que desertan el océano y encallan en su muerte, así la entrega del que se inmola en este designio y se retira

Anda entonces, canta esta consigna como quien frota dos maderos, que si el amor permite, será plegaria de nacimiento

(De material reciente 2012-2013)

 

 

El niño descubre el fuego

LUZ en la punta del dolor, éste es el límite que no sabía (ahora lo sé), el color lastima. ¿Quién soy que escribe desde alguna vez? ¿Qué hiciste con esto que llama, que fulge como moneda sin forma? Si digo fuego ¿existe lo que miro? lo que delante de mí danza y de pronto se vuelve gota en mi frente: un ardor en las manos dentro de los guantes cafés que no tienen las tuyas, ahora cuando desde allá escribes esto que no sé leer, que no sé cómo

                                                                            “Es el humo” me dicen, este viento negro. Ahora no sé las palabras que serán alfiler o serpiente para unir estas figuras que se mueven con lo que imaginas: las metáforas del fuego, piensas, tú desde ti, que has probado el cuerpo de la fiebre, humedad encendida al paso de las manos; tú desde ti, que sabes de la lucha del hombre con el hombre, del hambre que arde como espiga seca en la boca del estómago. Sólo sé, desde aquí, con papá removiendo la madera y mamá en la cocina despertando olores, que la luz me dice algo: en el calor que se mueve con violencia hay para mí un regalo: cicatriz que será nombre y destino, quemadura    

 

 

Enfermedad del hígado

DOLOR de caballo al galope desde la infancia. Las huellas se multiplican en la mano; en las pupilas hay un designio dado por la llanura y el recio polvo de sus gestos. Debajo de la costilla derecha se arrastra, conjura, abdica y asoma un poco, luego dice “soy sin nombre, el sin rostro”. Una sombra en la sombra, así se configuran ciertos elementos venidos de pronto, de no se sabe. Así también el movimiento del que mira este abismo, lo llama por su nombre, y brinda con el rojo en alto (el crepúsculo lo imita), a su salud

 

***

 

QUIZÁS hubiera estado en mis manos. Quizá lo estuvo, aquí. En mi mano, abierta siempre, está lo que puede ser. Lo que puedo, al menos. Un topo cava el sueño (su olor): en la oscuridad del cuarto empujo a pesar del entumecimiento. En el muslo, detrás, debajo, se tensa el arco del pie que no es aleta. No dispara. No

te vas. No te vayas, dijiste y rojo, un beso como navaja. Tus ojos -no te vayas- me dijeron fijos. Quizás estaba en mis manos tu cuerpo, la noche completa y aquella ciudad. Lima y de pronto el océano     “Lima la aspereza que la nostalgia trabajó en mi gesto”, te pedí en el puente aquel donde Vallejo dibuja profecías. Sumerjo el rostro en las sábanas, se forman nuevas ondas en la marea. Luego tu peso, el olor que me provoca dientes y manos (no aletas) que nadan. Empujo a pesar del entumecimiento, el tiempo se acalambra al tambor de nuestro espasmo. Un topo cava en mi memoria / en la oscuridad

del cuarto el olor es una antorcha    

 

***

 

BUSCO la ruta hacia el sacrificio: la grieta por donde el pecho libere color y aves. Que me abran de tajo     Así la luz parte el abismo; así tu beso la noche

Busco el fragmento, ese único, visible en el silencio: isla donde convergemos y somos infinitos ─alimento de nosotros mismos, árboles de nuestra propia sombra: ahí donde eres fruto, a veces grieta o animal de la oscuridad que anega, éste mi secreto reino     Tu rostro fulge ─no es la primera vez que lo digo─ y es el día que dentro de mi frente despierta. Mis manos te ofrecen la piedra que palpita, el tambor ardiente que retumba al final de cada túnel, ¿lo escuchas tras la piel? ¿Lo sientes en el leve temblor que mi cuerpo entrega al tacto?

Una canción, una gota de agua en los labios mientras subo al templo: los recuerdos se agolpan en océano cuando el cuchillo y la ruptura se presienten. Soy azul, así han marcado mi cuerpo, he dejado de ser el jaguar que acecha, el sol sangriento que ágil, entre los árboles se mueve     Soy     la voz / deseo que busca la rendija, la breve grieta por donde tu mano entre, y me arranque

(De “Donde el tacto”, ICA-Conaculta 2011)

 

 

NIEBLA
                Niebla
                                   Blanco. En el azul del tiempo una mancha blanca. No nieva, niebla en la montaña sorprendida, en tu cuerpo blanco el azul se estira, se mueve, en el rojo nieve. Niebla. Sopla la carne encendida, un mundo por tus poros sopla. Aire, quema la memoria, bajo el paso de las manos un recuerdo se incendia. El instante es aire, se desviste el tiempo entre las manos. Nieva, fuego blanco
                        Plenitud de la carne en la visión quieta, detenida en el ojo ávido. No existes, eres más allá de lo existente, quemas, qué más: fuego, llama el espíritu, llama la cabellera, tu voz. Sin decir nada eres astro. Se consume la estrella en su propio deseo, nieve blanca o explosión     Niebla     Densa entre mis manos que te piensan. Pensamiento de lo que no piensa. Deseo, blanco pensar del rojo. Llama de voces milenarias, hoguera del espacio transparente

 

 

 

Luz que precede 

En el agua que se hace orilla
en el tiempo que espera
en donde el ansia se transforma en beso:

soy el detenido
aquél que consumió los vegetales de la aurora
el que descansa en la estructura callada de la noche

Soy el ala
que recorre las enredaderas del aire
momento que precede a otro relámpago
(la vibración más temprana)

Algo en mí, dentro de mí reclama
Algo de arcilla y de agua con raíces
Un poco de polvo y de la sangre del polvo
                     : a veces aire
                                 ceniza agonizante

Ven y duerme esta noche
entretejida en mis manos, no por mis manos
Mira este vacío y verás el precoz esperma de mi padre
antes que el primer trago de leche
                                                        la primera galaxia
                                                   
Mira un poco más
: verás la muerte

 

(De “Expresión de fuego”, Mantis Editores-Sec de Cultura 2007)

 

 

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Fernando Carrera (Guadalajara, México, 1983). Es autor de los libros de poesía “Expresión de fuego” (Mantis Editores-Sec. de Cultura, 2007), y “Donde el tacto” (Instituto Cultural de Aguascalientes, 2011) por el cual recibió el Premio Nacional de Literatura joven Salvador Gallardo Dávalos 2010. Recibió Menciones honoríficas en el Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 2009 y en el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2006. Becario del Programa de estímulo a la creación y al desarrollo artístico, del CONACULTA y la SC de Jalisco en 2008-2009 y de nuevo en 2010-2011. Publicado en diversas antologías y en medios impresos y electrónicos a nivel nacional e internacional. Ha sido invitado a dar lecturas en diversos encuentros de escritores, foros culturales y académicos del país, España y Venezuela.



 

 


 

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Serie: Poetas mexicanos jóvenes:
Fernando Carrera (Guadalajara, México, 1983)