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PERFIL Y ENTRAÑAS DE UN FAITE.
A PROPÓSITO DE LA ÚLTIMA NOVELA DE CRONWELL JARA JIMÉNEZ
Faite (Arsam, 2016)
Por Fernando Carrasco Nuñez
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Cronwell Jara Jiménez (Piura, 1950) es un destacado escritor —aparecido en la década del ochenta—, que ha desarrollado una obra narrativa tenaz y subyugante. Estamos frente a un escritor versátil, que ha desarrollado con acierto diferentes ámbitos del género narrativo. Cronwell Jara ha sabido crear con maestría todo un singular universo narrativo a partir de la recreación de los personajes, el ambiente y el lenguaje de una parte de nuestro país: la sierra piurana. Esto se aprecia en su magnífico libro de cuentos Las huellas del puma. De la misma forma, en su libro Babá Osaín, cimarrón ha recreado diversos pasajes de nuestro pasado prehispánico y colonial. A su vez, ha escrito libros de carácter infantil y juvenil como la novela Cabeza de nube o las trampas del destierro. También cuenta con textos como Patíbulo para un caballo y la novela breve Montacerdos, donde recrea la miseria padecida por un sector de la urbe limeña. A esta última línea creativa, se adscribe su reciente publicación: la novela Faite (Arsam, 2016).
El término “faite” proviene de la voz inglesa fighter que quiere decir “luchador”. En el mundo popular y delictivo, el faite es el más respetado y temido por su arrojo y astucia. El protagonista de esta novela es un chulucano, crecido en las Huaringas, valiente y estimado por su entorno. Pasa sus días rasurándose y en estado de contemplación. Es un gran lector de textos literarios y filosóficos, amante de la música de Los Panchos y de Nat king Cole. Además, escribe poemas donde le canta a un amor perdido. El lenguaje ceremonioso y poético del protagonista recrea algunos elementos del discurso ceremonial de los chamanes piuranos, al cual Cronwell Jara le confiere mayor dimensión estética. Faite no abusa de nadie y solo pelea para defender su vida y la de los suyos. Como se puede percibir, nuestro autor le otorga mayor dimensión humana y artística a su personaje y amplía la semántica del término en cuestión.
La novela transcurre en la calle Retablitos, un rincón de la urbe limeña, al pie de un abismo, donde reina la vida solidaria entre sus pobladores. También destaca la presencia de personajes femeninos como la bella y enigmática Raquel, joven dedicada a las artes de la adivinación que se desvive, infructuosamente, por el amor de Faite, quien solo tiene afecto para recordar a la duquesa Mary Luna, una hermosa cajabambina de ojos celestes, quien un aciago día partió a tierras lejanas con la promesa de un pronto retorno. La presencia de estos personajes femeninos acentúa el dramatismo y la complejidad de la trama.
Otro personaje fundamental es el narrador. El sobrino de Faite, desde una edad ya madura, evoca sus días de la niñez al lado de su tío, quien lo guía en su aprendizaje sobre la vida. El sobrino “meón” ha aprendido a reflexionar sobre el destino de los pobres y la muerte. Incluso, por momentos asume la función de un Sancho Panza, pues tiene que hacer pisar tierra a su tío, quien suele extraviarse en sus desvaríos de filósofo y poeta. Este narrador homodiegético o testigo vive marcado por el abandono de su madre, un origen oscuro y la acechanza de una inminente destrucción de su vivienda. El universo representado —precario, marginal, carnavalesco— donde los animales cobran voz y prestancia, toma forma a partir de la focalización minuciosa y alucinada del narrador. Se aprecia en esta visión del mundo del narrador testigo el afán de colocar al hombre y a los animales de su entorno en una situación de igualdad, armonía y consonancia:
“Gruñó Sir Apolonio, el chancho viejo y engreído del Faite, sacudió las cercas y saltaron sus moscas; y, prisionero ahí en su estaca como de costumbre en él, olfateó y remiró el entorno con ojos humanos, calmo y apacible como un viejo flemático inglés” (p. 12).
Así como a los animales se les compara con humanos, a estos últimos se les suele comparar también con animales. El narrador nos dice: “Salté entre los cuyes y conejos y salí corriendo como lagartija que le queman las patitas” (p. 14).
La novela presenta estructura lineal y está escrita con un lenguaje bien labrado párrafo a párrafo. A veces, apela al uso de regionalismos y giros lingüísticos populares. La prosa de este libro goza de cadenciosa y, por momentos, alcanza dimensiones poéticas.
“Porque más que un acto de aseo, el suyo parecía en grado sumo un sagrado ritual religioso. Alzar el cáliz. Entrar en revelación. Una comunicación con las altas esferas. Estar con Dios. No con Faite. Al afeitarse cada hebra, cada pluma, cada bello, a Faite se le veía –o por lo menos daba esa gloriosa sensación- de estar a punto de tocar las puertas del cielo” (p. 16).
Esta notable novela de Cronwell Jara presenta distintos fragmentos de canciones populares que asumen un rol esencial en la narración. Desde el inicio, a manera de epígrafe, nos encontramos con las letras del bolero “La golondrina”. Este elemento paratextual anuncia el tono poético del relato, la presencia de temas como el amor doliente, la soledad y la nostalgia, así como el carácter melancólico de los protagonistas. Dentro de la diégesis, los fragmentos de boleros del trío Los Panchos ayudan a esbozar el perfil psicológico de los personajes y en otros casos mueven las reflexiones del protagonista:
“–La canción. ¿No la oyes? Quema y duele hasta el tuétano. Si no estás conmigo… Es una letra que te coge, te desangra, te agarra del cuello y te afeita con navaja oxidada y sin filo” (p. 46).
En suma, la novela Faite, de Cronwell Jara Jiménez es un texto creativo que posee una serie de virtudes que dan cuenta del talento y del trabajo esmerado de uno de los narradores más importantes de la literatura peruana.