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LUCES DE EMERGENCIA, LOS PRIMEROS CUENTOS DE OSWALDO ESTRADA
Por Fernando Carrasco Nuñez
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Oswaldo Estrada (Santa Ana, California, 1976) es un escritor de origen peruano que radica en los Estados Unidos. Se dedica a la docencia universitaria. Ha publicado libros ensayísticos como Ser mujer y estar presente. Disidencias de género en la literatura mexicana contemporánea (2014) y Senderos de violencia. Latinoamérica y sus narrativas armadas (2015). Acaba de publicar su primer libro de cuentos titulado Luces de emergencia.
La mayoría de los cuentos que conforman el libro Luces de emergencia ((Valparaíso ediciones, 2019) destacan por su brevedad, contundencia y por presentarnos, casi siempre, historias relevantes. Los protagonistas, algunas veces latinos residentes en Norteamérica, viven acontecimientos que les marcan la vida de manera irremediable. En los cuentos más emblemáticos como “Ganar la guerra”, “La carga de los sueños” o “A falta de cielo” nada es gratuito. Cada detalle, cada información, cumple su tarea de producir un efecto profundo en el lector.
El título del libro es una buena puerta de entrada a cada uno de los cuentos, pues los personajes de Estrada se encuentran en un estado de zozobra, de emergencia permanente a causa de un drama terrible que los aqueja en el presente acentuado, algunas veces, por sentimientos de culpa debido a errores terribles del pasado o por cicatrices en el cuerpo y el alma que les ha dejado la ingratitud de sus seres más cercanos o debido a un pasado de terror y violencia como sucede con el protagonista del primer cuento titulado “Ganar la guerra”.
“Soñaba que lo perseguían por el monte. Que le pegaban. Que se llevaban a sus padres por rebeldes y lo acuchillaban. Se despertaba sudando frío. Tiritando de miedo. Con la boca llena de sangre y las palabras atoradas en el cuello” (p. 16).
Hay un grupo de cuentos como “Salida de emergencia”, “Cuento de hadas” y “Mole para ratas”, donde nos muestran historias parecidas, de amores imperfectos. Los personajes femeninos están marcados por una vida llena de vicisitudes, debido, principalmente, a los abusos cometidos por el entorno familiar y por sus propias parejas. Esta vida colmada de pesares las empuja a situaciones límites.
No obstante, no todas las historias ponen de manifiesto solo el lado oscuro del ser humano. Hay otros cuentos como “El otro mar”, “La carga de los sueños” o “A falta de cielo” donde se nos muestra la otra cara de la moneda. El valor de una buena amistad que deja hondas huellas en la memoria a pesar de los años, la relación entrañable entre padre e hijo poco antes de la llegada inminente de la muerte y el amor sin límites por la pareja con quien se compartió toda una vida dan luz a ese el otro lado de la vida, nos muestran el otro rostro de la condición humana.
Se percibe un tono confesional, a veces dramático. Los cuentos muestran una prosa fluida, cadenciosa, efectiva, trabajada con esmero. Destaca el uso de frases cortas donde incluso un adjetivo o una frase mínima son resaltados por su importancia en el párrafo. Se percibe el uso del estilo indirecto libre y de la oralidad, lo que denota que, en la mayoría de los casos, el narrador en tercera persona gramatical también pertenece al mundo representado. Esto justifica el uso de giros lingüísticos populares como se aprecia en el cuento breve “Mole para ratas”:
“Eran muchos años de aguantarlo. De aceptar que el señorito y su familia la trataran como chancla porque ella era una pobre muerta de hambre. Una india ladina, como la llamaba la suegra, por meterse con su hijo cuando era su empleada” (p. 61).
Estos once cuentos que conforman el libro Luces de emergencia reflejan la destreza del autor en el arte de narrar una buena historia. En estos cuentos de Oswaldo Estrada encontramos personajes cuya vida está signada por una serie de caídas hondas y golpes espantosos, pero que no se dejan arrastrar pasivamente por la tragedia. Dan la pelea porque saben que no puede haber nada más terrible que lo ya vivido. Para ellos la muerte termina siendo un viaje hacia un estado diferente, de sosiego y felicidad, como se lee en las líneas finales del cuento “A falta de cielo”, que cierra muy bien todo el volumen al ritmo del bolero “Cuando estemos viejos”, cuyas letras resaltan el dramatismo de la historia y el amor compartido por los protagonistas de este cuento:
“No sabe que me voy contigo. Que me llevas a esos mundos donde los viejos caminamos desnudos. A empezar otra vez. Allá lejos. Donde no haga falta el cielo. Ni el sol. Ni la luna. Y mi boca mustia cansada de besos, te hablará de amor” (p. 85).
