Yo, yegua de Francisco Casas no podría pasar inadvertida. Imposible. Su narración permite la coexistencia de elementos factuales, información que nos remite a la realidad, y elementos ficticios. Es decir, fiction y a la vez non fiction, en la cual la noción de simulacro que se engulle la realidad es potenciada a su máxima expresión. Todo mediante un tono paródico, incluso grotesco, que a veces puede rondar tenuemente el neobarroquismo, en un operativo que incluye el riesgo de la denuncia. En Yo, yegua el foco discursivo es Dolores del Río, una suerte de alter ego del propio autor, quien habitó el Santiago de los ochenta, exponiendo su experiencia de minoría, un homosexual enfrentado al marco dictatorial y sus avatares de sobrevivencia. Dolores del Río arma una pequeña zona de resistencia en la cual resulta fundamental su opción artística. Así, se traman vida con obra y las performances se vuelven continuas. Francisco Casas junto a Pedro Lemebel formaron durante la dictadura el grupo “Yeguas del apocalipsis” y entre sus muchas intervenciones políticas resulta inolvidable el paseo de ambos desnudos montando un caballo por la escuela de arte de la Universidad de Chile. Creo que toda narración que contenga elementos no ficcionales corre el gravísimo riesgo de consumirse en lo contingente, o sea, de tener una sobrevida solamente apegada a su supuesto documentalismo. Casas menciona en su libro a célebres sujetos del mundo cultural mostrándolos desde una faceta paródica. La risa y el grotesco resultan centrales al abordar a personajes como Diamela Eltit, Carmen Berenguer, Sergio Parra, Malú Urriola, Nadia Prado, Federico Schopf, Pía Barros, Raquel Olea, Nelly Richard, Marco Enríquez o el propio Lemebel. Te odiarán, Casas; supongo que lo sabes. Y cómo no, si quedan reducidos a figuras preciosamente ridículas. Ultra cómodos, triviales a extremo, incluso incitadores para que el par de homosexuales, Dolores y María Félix, dejaran la grande en la escena artística nacional mientras ellos vivían sus pequeñas rutinas burguesas.
Yo, yegua contiene un exceso de notas al pie de página que ensucian la narración, como si el autor estuviera necesariamente pensando en su recepción internacional; asimismo, la potencia de Dolores enfrentada al VIH pudo ser mayor o expuesta de un modo más cohesionado respecto a la totalidad de la novela. Queda la sensación de que falta la necesaria cepillada final. Francisco Casas ha escrito su primera novela y puedo advertir fuerza y riesgo, en un texto que entretiene si nos quitamos los pesados ropajes solemnes, acción que el mundillo literario chileno solo reserva a la hora del happy hours entre amigos. Si la novela de Casas se hubiera focalizado en el mundo de la televisión o la política, correrían las querellas, los desmentidos, las amenazas. Pero los aludidos, en su mayor parte sobrevivientes de la “escena de avanzada”, de seguro no recogerán el guante en términos públicos.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com «Yo, yegua», de Francisco Casas
Seix Barral, 2004
Por Patricia Espinosa
Publicado en ROCINANTE, N°68, junio 2004