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Volver al fin del mundo : regresan los cuentos de Coloane
Cuentos escogidos, Francisco Coloane. Alfaguara, 2020, 309 pags.

Por Roberto Careaga C.

Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 6 de diciembre de 2020



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Mientras cabalgaba escuchó los disparos. Cuando llegó ya era tarde: uno de los hombres yacía muerto y el otro estaba abstraído en sí mismo mientras amanecía en Tierra del Fuego. Francisco Coloane, que por entonces bordeaba los 20 años, se hizo cargo de la situación. Sacó de su trance al asesino que había vencido en el duelo y lo obligó a escapar. Era un australiano llamado Juan Larkin que se había topado hacía años con el hombre al que recién había matado, un escocés de apellido Mac-Kay, frente a frente, como soldados en una batalla de la Primera Guerra Mundial. Cuando se volvieron a ver en la Patagonia, convertidos ambos en ovejeros, sabían que tenían una deuda pendiente. Coloane guió a Larkin entre los montes hasta llegar a la frontera y lo envió a perderse. Tiempo después, recibió una carta desde África, donde el australiano le contaba que comercializaba camellos. Lo invitaba a que se fuera con él.

Coloane por esos días era un aventurero, pero nunca tanto. No aceptó la invitación de Larkin, con quien había trabajado en el interior de Magallanes por meses hasta hacerse amigos. Después vino el duelo. Se quedó en Tierra del Fuego, donde llevaba un tiempo en la Estancia Sara, a cargo de miles de ovejas. Acompañado de tres perros —Ben, Retazo y Don Oscar—, movía a los animales mientras les crecía la lana y el invierno se ponía cada vez más frío. Antes de convertirse en ovejero, Coloane era un joven de Punta Arenas que daba sus primeros pasos escribiendo: a veces le publicaban columnas en el diario El Magallanes y oficiaba de escribiente para una oficina de abogados. Pero como no hacía mucho dinero y su madre había muerto dejándolo solo en el mundo, aceptó una propuesta de tomar el caballo e irse a Porvenir a cuidar el ganado. Tenía 19 años. No llevó libros, tampoco un cuaderno para escribir.

"No podía imaginar que las experiencias de aquel período dejarían huellas tan profundas en mi memoria", recordó Coloane en sus memorias, Los pasos del hombre, donde narra los dos años que estuvo en Tierra del Fuego: una época en que se encontró a solas con la naturaleza y los animales, pero en la que también compartió con ingleses, húngaros, japoneses, australianos, serbios y aventureros de todas partes que caían con él en el fin del mundo para criar ovejas, pero también para cazar focas o ganándose la vida como pudieran. "La Tierra del Fuego se hizo carne y espíritu en mi naturaleza de los veinte años. La Patagonia chilena y argentina tiene una presencia constante en mi limitada obra. Los hombres y los animales que conocí en esos años me dieron el pie para la mayor parte de mis escritos", contó el escritor.


Volver a mirar el sur

De hecho, Coloane utilizó la historia del duelo de Larkin y su escape para un cuento titulado "El australiano", que apareció en su primer libro de cuentos y acaso el más clásico, Cabo de Hornos (1941). No es su relato más famoso, pero resume buena parte de los temas del escritor y ahora vuelve en una nueva edición que compila sus textos cortos, Cuentos escogidos. Se trata de una antología que lanza Alfaguara y que recoge 25 narraciones del autor, seleccionadas por el escritor Diego Zúñiga (1987), quien en el prólogo sitúa a Coloane como una anomalía en el contexto del relato costumbrista chileno de la época y lo pone en la línea de autores como Herman Melville, Jack London o Joseph Conrad. "Hay algo intacto en sus cuentos. Son las imágenes de un país que nunca se termina por descubrir, es la violencia masculina retratada con precisión, es la naturaleza indolente capaz de configurar y luego desconfigurar todo", se lee.

Acaso Zúñiga sintetiza unas ideas que desde hace años rondan a Coloane y que elevan su obra a un sitial único en nuestras letras, pero muchas veces todas esas consideraciones se olvidan: instalado por décadas entre las lecturas escolares, el autor de El último grumete de la Baquedano también parece desplazado a un plano secundario. "Leer a Coloane hoy es redescubrir una zona temática, de lenguaje y de estilo que ha sido por mucho tiempo relegada por el canon (y los que hacen el canon) nacional", enfatiza el escritor Mauricio Electorat. "Es indispensable pensar que es la traducción francesa de los libros de Coloane, país donde fue realmente redescubierto y apreciado como un Joseph Conrad del sur de América Latina, lo que nos devuelve a Coloane como lo que fue, y en Chile olvidamos rápidamente: el inventor de la novela de aventuras de nuestros mares del Sur. Chile es un país sin memoria y Coloane padeció de esa crueldad", añade.

Como recuerda Electorat, Francia redescubrió a Coloane a mediados de los 90, cuando ya era un hombre de 84 años, transformado en un ícono más allá del bien y el mal en las letras locales. Por recomendación de Luis Sepúlveda y el colombiano Álvaro Mutis, la editorial francesa Phebus lanzó los libros Tierra del Fuego y Cabo de Hornos, en 1994 y 1995, respectivamente, transformando al chileno en un pequeño fenómeno: vendió entre 30 y 35 mil copias. En Europa, sus relatos del fin del mundo fascinaron sin necesidad de mostrar el color mágico latinoamericano, sino por traer algo más duro y profundo marcado en un paisaje solitario e inmortal. Como cuenta el escritor patagónico Óscar Barrientos Bradasic, Coloane "insertó en sus relatos escenarios como la Patagonia, la Antártica, el Cabo de Hornos, el Mar de Drake. En alguna medida, dotó de significado a los lugares remotos del sur austral, incorporándonos al imaginario nacional e internacional. Hoy sus cuentos se leen en la vasija generosa de muchos idiomas".


La odisea chilena

Nacido en Quemchi, Chiloé, en 1910, Francisco Coloane Cárdenas creció en la isla para luego trasladarse junto a su madre a Punta Arenas. Tras los años en la Estancia Sara y trabajando como escribiente para la Armada de Chile, probó suerte varias veces en Santiago, escribiendo para la prensa. Como cuenta Zúñiga en el prólogo de Cuentos escogidos, fue una noche de 1935, en la capital, que escribió el que podría considerarse su primer cuento: agripado, con fiebre, se metió en la cama en la pensión en que vivía y escribió a mano el texto de "Cabo de Hornos", que sería publicado en "El Mercurio" como "Lobo de dos pelos". Después de un silencio de seis años, en que el escritor enviudó, se volvió a casar y se unió al Partido Comunista. En 1941 lanzó dos libros de una sola vez: los relatos de Cabo de Hornos y la novela El último grumete de la Baquedano.

En adelante, Coloane publicaría solo otros dos volúmenes de cuentos, Golfo de Penas (1945) y Tierra del Fuego (1956), y tras su muerte aparecería Antártico (2008), con relatos inéditos. En Cuentos escogidos se incluye otro texto nunca publicado, "Galope en la Patagonia", que data de 1947 y en el que están sus temas de siempre. Y es verdad: no hay sorpresas en este volumen, es el viejo Coloane que en su estilo seco narra historias que de pronto sobrecogen. Para Francisco Ortega, un narrador de aventuras en varios registros —novelas, cómic, guiones—, su obra sigue muy viva: "La construcción del sur exótico y aventurero es tremenda y atemporal. Tal vez sea el gran constructor de la odisea chilena, en cuanto al enfrentamiento y el choque del hombre contra el hombre y contra la naturaleza. Sus cuentos son la arquitectura de un Chile que ya no existe, pero a través del cual es fácil espejear el presente. Las diferencias sociales, la discriminación a los originarios, los pecados del ayer. Coloane es muy político sin caer en lo evidente y discursivo y eso es lo que mejor ha envejecido en su obra", dice.

Como sostiene Barrientos Bradasic, el caso de Coloane es "extraordinario", porque fue capaz de despegarse de su época: "Pensemos de pronto en un autor que suele clasificársele en la Generación del 38, aquel grupo de creadores que se sintieron atraídos por las transformaciones del Frente Popular, ha traspasado los tiempos y las rupturas históricas. La narrativa de Coloane, y en particular los cuentos, demuestran una sólida vigencia. Entre varios aspectos, porque sus personajes trasuntan una desgarrada humanidad, muchos de ellos a la manera de brújulas desbocadas que buscan en los confines meridionales la forja de su propio destino", dice el autor de Saratoga.


Coloane en el canon

Y si bien en los 90 los franceses redescubrieron a Coloane, en vida no le faltaron los éxitos ni los admiradores internacionales: en 1972 golpeó su puerta un productor uruguayo, Danilo Trelles, un hombre cercano a la Unidad Popular. Le traía una buena noticia: el legendario director estadounidense John Huston (Moby Dick) estaba interesado en llevar al cine una versión de su cuento "Tierra del Fuego". Parte del presupuesto iba a salir del Gobierno, por lo que el golpe de Estado sepultó el plan. Luego, sus libros efectivamente llegarían al cine, con suerte dispar: en 1983, Jorge López adaptó El último grumete de la Baquedano y en 2000, Miguel Littin llevó al cine Tierra del Fuego. Si algo demostraban esas películas es que el mundo de Coloane seguía vivo.

"La gran literatura siempre está viva. Y Coloane me parece un escritor totalmente transversal: lo leímos todos, lo pasamos excelente leyéndolo cuando chicos, pero además es una literatura que uno puede retomar de viejo y está llena de cosas nuevas", dice Simón Soto. Para el autor de Matadero Franklin, este rescate debe contextualizarse con las antologías que recientemente ha publicado Alfaguara de Manuel Rojas, Marta Brunet y Roberto Bolaño. "Me parece que es un gesto súper lúcido, que va construyendo el canon. También me gusta mucho que sea un escritor joven, como Diego Zúñiga, aparentemente lejano a Coloane, a quien se le encarga esta misión", añade.

Pero cualquier rescate podría tener bemoles. Un desafío para las generaciones más jóvenes lo plantea Ortega: que en los relatos de Coloane casi no hay mujeres relevantes, o simplemente no aparecen. "Alguien por ahí escribió muy apresurado que Coloane era literatura machista. No solo es un prejuicio del porte de la Baquedano, sino de una ignorancia tan prepotente como errada. La obra de Coloane no es machista: su prosa, sus historias son masculinas, que es distinto, donde el paisaje, la naturaleza es la gran mujer que abraza al hombre perdido en medio de la nada", sostiene Ortega.



 

 

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