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Un asombroso viajero
Los pasos del hombre, de Francisco Coloane. Editorial Mondadori, Barcelona. 2000.
Por Antonio Avaria
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Incursionando por estas amenísimas memorias, entendemos el interés que provoca en Europa la literatura de Francisco Coloane. Es elocuente y digno de estudio el fenómeno de la recepción entusiasta, por la crítica y el público de Francia e Italia, especialmente, de los relatos del escritor chileno.
Son apreciados como una lectura refrescante, diferente, desprovista de artificios y experimentos verbales, sin fantasías virtuales de moda o simbologías esotéricas que encorsetan y apesantan la prosa, lejos de las historias sentimentales de quita y pon, o de aquellas infantiles para aplauso de adultos propensos a la secreción lacrimal. Por su desarrollo en escenarios distantes de las urbes, es también una literatura que Patricio Manns ha llamado “de los espacios abiertos”.
Siguiendo estos “pasos” (editados con acopio de una veintena de fotografías), asistimos a la forja de un hombre, de nada menos que todo un hombre, fraguado en la dura peripecia humana, sin necesidad de flojos manuales de autoayuda.
Si el Ismael de Melville (en aquella primera página memorable de Moby Dick), cada vez que lo invade la rabia contra el mundo y contra sí mismo, se enlista en un barco y se entrega a la aventura del mar, Coloane recuerda que “cuando me asaltaban las grandes desesperaciones, montaba a caballo y salía a galopar hasta perderme en medio de la tempestad o entre la niebla, a traspasarme de lluvia...”.
El estilo es sobrio, directo y dinámico, de gran precisión visual. Qué lección para un aprendiz de escritor o periodista: la concisa elocuencia al describir las faenas del mar, de la pesca, de la ganadería, con un rico y novedoso vocabulario. Este libro constituye un ingreso privilegiado al mundo de Coloane, a la materia de sus formas y ficciones. Contiene asimismo un sabroso, humorístico anecdotario que pasa revista a personajes de la bohemia, los bares y las letras de Santiago, así como a recios o extravagantes seres de la Patagonia. El niño chilote, luego patagón, se sorprende en Santiago ante la profusión de frutas y verduras. Un hombre que bordea los noventa años, rememora, sin ñoñeces, “la verdad sospechosa de mis cuentos y novelas”.
La infancia en Quemchi, en Chiloé, donde nace en casa construida sobre el agua en pilotes de madera alquitranados, un vientre de mar bajo el vientre materno, y las navegaciones por el sur de Chile, hasta la Antártica, serán parte de su vida. Luego el muchacho, en Magallanes, aprende a castrar corderos con los dientes, a carnear venados, a vivir con la violencia o la soledad. En Santiago es el aprendiz de periodista, el reportero policial, las primeras armas en El Mercurio, la amistad con Luis Enrique Délano, Neruda, Edwards Bello, D`Halmar, Acevedo Hernández, Rubén Azócar. De un regreso a la Patagonia, acompañando a Evgueni Evtuschenko, resultan páginas excelentes, reveladoras de que el escritor ruso descubre, por el azar de una calaverada, en el burdel más austral del mundo, ¡a una hija de Tolstoi! (compruébelo, señora lectora, señor lector).
Coloane dedica un extenso capítulo a los viajes al extranjero, deteniéndose en la India, y una larga estancia en China. Destaquemos 137 CRÍTICA que el compromiso político por las causas populares, invariable desde la juventud, no entorpece ni contamina con monsergas adocenadas, de explícita militancia, su creación literaria. Así la crueldad colonizadora a costa del aborigen, de los animales, de la naturaleza, aparece en su verdad desnuda, sin necesidad de gesticulaciones. Al hilo de los recuerdos, el escritor explica el origen de buena parte de sus cuentos. Es curioso el dato, que entrega por primera vez, del incidente avieso que está paradójicamente en la raíz de la célebre y ejemplar novela El último grumete de la Baquedano.