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Francisco Coloane, una vida de novela

Por Luis Alberto Mansilla
Publicado en Punto Final, 14 de julio de 2000



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Vive en un amplio departamento al final de la calle Miraflores con el Parque Forestal al frente. A los noventa años conserva su recia estampa de hombre de Chiloé y Magallanes pero hace notar su sordera de un oído y la escasa visión de uno de sus ojos siempre penetrantes e inquisitivos. Conserva su poderosa y bien timbrada voz y ahora sólo habla con sus amigos más próximos.

No le gustan las entrevistas y le tiene sin cuidado su gloria literaria. Se declara fuera de la feria de las vanidades. Su teléfono suena con insistencia y casi siempre se trata de invitaciones a festejos, viajes, entrevistas, homenajes. Rara vez accede a esas solicitudes. Quiere vivir en paz pero no ha cerrado sus puertas al mundo. Está informado de cuánto ocurre y jamás oculta sus opiniones. Es generoso y cordial con quienes se acercan a él sin fines publicitarios. Su último libro, "Los pasos del hombre", recoge algunas vivencias de una larga existencia en que lo más perdurable es la memoria de la estepa magallánica, el paisaje austral, los indios, los ovejeros, los aventureros del fin del mundo. Recuerda sus "Islas de infancia" y los hechos y personajes que inspiraron sus inolvidables cuentos y sus novelas de obligatoria presencia en la literatura chilena.

Sin duda, Francisco Coloane Cárdenas es el más vigoroso de los narradores nacionales. Pocos como él han escrito mejor el enfrentamiento del hombre con la naturaleza. En sus relatos, no obstante, ni el mar, ni los canales, la Patagonia, ni la inclemencia geográfica, los lobos y las ballenas, se han tragado a los seres humanos. Su literatura no sólo reveló al mundo la fisonomía de una de las regiones más duras de la tierra sino —sobretodo— a seres humanos obligados a los desafíos y la lucha por la sobrevivencia que conservan en su esencia los mejores valores de la vida: la ternura, la solidaridad, la esperanza y el combate.


"VOLVAMOS AL MAR"

Nació en Quemchi, Chiloé, el 19 de julio de 1910. El lugar era la capital de las diez comunas de la provincia de Chiloé. Era un centro de exportación maderera y llegaban buques de hasta treinta toneladas que se dirigían a Huite, puerto astillero mayor. La lluvia y las altas mareas hacían difícil la navegación pero nadie parecía notarlo.

Cuando él nació, el cometa Halley ya había pasado por la tierra y se dirigía a Marte. La gente hablaba del fin del mundo y se esperaban catástrofes que no ocurrieron. La casa natal estaba al borde del mar sobre palafitos. Se podían recoger jaivas en el patio y las olas reventaban debajo de los catres.

El padre, Juan Agustín Coloane, fue capitán de cabotaje luego de ser un experto cazador con arpón de focas y ballenas en la factoría de Puerto Calvario. Navegaba desde los canales de Chiloé hasta el estrecho de Magallanes y a veces llevaba en esos viajes a Francisco, su hijo menor, a quien le enseñó a manejar el timón. La madre, Humiliana Cárdenas Vera, fue una mujer enérgica, casada en primeras nupcias con un cocinero español. Heredó de su padre varias cuadras de papales y unas cuantas ovejas, vacunos y caballos. Era una católica ferviente y cuando un temporal la sorprendía con su hijo en alta mar, le decía: "reza, hijito, para que nos salvemos".

Juan Agustín Coloane fue capitán de la escampavía "Yelcho" la misma que salvó a la famosa expedición de Shackleton atrapada en los hielos en el invierno de 1916 en el Mar de Weddel. El valeroso piloto Pardo consiguió rescatar a toda la tripulación y fue un histórico vencedor de los hielos.

El padre, consumido por la diabetes murió el 11 de agosto de 1919. Francisco se acercó a su lecho de agonizante y le estrechó la mano. Le escuchó decir "Volvamos al mar". En sus conversaciones con la escritora Virginia Vidal, Coloane habla de esa muerte: "Hasta hoy día nunca he tenido un sentido claro de la muerte. Me parece una cosa gris, confusa, como un sueño. Como cuando uno se emborracha y duerme su borrachera, que es una pequeña muerte. Y la resurrección del día siguiente con la 'malura del cuerpo' me ha encadenado siempre a la vida. Pero hay un sueño que se me ha repetido siempre: voy caminando con mi padre por unas colinas donde divisamos una especie de tierra prometida, con arbustos, lagunas y arroyuelos. Cuando estamos mirando ese paisaje oigo una voz que me dice: 'Volvamos al mar'".[*]


EN PUNTA ARENAS

Aprendió a leer en la escuela de Huite que sólo tenía tres cursos de educación básica. Su profesora, Victoria Bahomonde, era una alfabetizadora tenaz y abnegada. Francisco debía recorrer varios kilómetros a caballo en las primeras horas de la mañana para llegar a Huite. Completó su instrucción primaria en Quemchi y desde allí partió como alumno interno a estudiar humanidades en el seminario de Ancud dirigido por jesuítas. Se adaptó fácilmente a los rigores del establecimiento y guardó buenos recuerdos de sus profesores. El rector del seminario, padre José Ascuí, intentó enseñarle inglés por encargo de la madre que pagaba esos estudios extras. Un día el padre Ascuí le dijo al alumno "Por favor, Coloane, dígale a su madre que no me envíe más dinero porque usted nunca aprenderá inglés".

El muchacho no olvidó que entonces se quemó el edificio del obispado de Ancud y que el incendio tuvo un mártir: el profesor de religión Meltzer quien ingresó al templo en llamas para salvar el cáliz con las hostias. "Murió abrazado al cuerpo de Cristo y eso me pareció una consecuencia conmovedora con la fe a la que dedicó su vida sacerdotal".

La madre viuda decidió que la familia —tres hijos— se trasladaran a Puerto Montt. Allí Coloane vio la primera película en su vida. Se llamaba "Las niñas de París", una comedia del cine mudo que le pareció prodigiosa. Conoció además, la primera estación de ferrocarriles. A la madre no le gustó la ciudad y decidió viajar a Punta Arenas en el buque "Chiloé" en el que Coloane escuchó la primera trasmisión radial. Se trataba de un match de box en el que triunfaba Jack Dempsey, el gran campeón mundial de los pesos pesados.

En Punta Arenas siguó estudiando hasta el cuarto de humanidades en el Colegio Salesiano. Desgraciadamente la madre tampoco se acostumbró a esa ciudad y regresó a Quemchi. Francisco quedó un poco librado a su suerte. Decidió permanecer en Punta Arenas aunque sus recursos eran escasos. Había ganado el primer premio en un concurso literario en el liceo para celebrar las Fiestas de la Primavera de 1926. Era una estampa de los hielos y de los obreros trabajando en lugares fríos e inhóspitos. Fue un primer impulso para desarrollar una incierta vocación literaria y periodística. Consiguió empleo en la oficina del abogado Santiago Toro. Le pagaba tres pesos por cada hoja de los escritos judiciales copiados a máquina. Por su cuenta empezó a publicar dos hojas mimeografiadas que llamó "Semanario Teatral", en que se reseñaban las películas y actividades escénicas más bien escasas en Punta Arenas. Su única retribución eran las entradas liberadas que le entregaba un empresario italiano, dueño de las dos salas de cine de Punta Arenas.

Al mismo tiempo aprendió a tocar trombón y perteneció a una banda llamada "Los ukeleles" que alegraba los bailes de los sindicatos y colegios. La muerte de su madre en 1927 lo dejó definitivamente librado a su suerte. Casi fue una solución que lo llamaran al Servicio Militar. Fue reclutado en el regimiento Pudeto e incorporado a la 4ª Compañía de Ametralladoras, sección montada. Le encargaron el cuidado de la caballada en la península de Brunswick, un lugar semi salvaje. La temperatura estaba siempre bajo cero y en el regimiento imperaba fiera disciplina. Los reclutas eran castigados por cualquier falta: debían galopar sin estribos y los caballos a veces los pisoteaban.

 

 


CAPADOR DE CORDEROS

Al terminar el servicio Coloane se sintió hombre de la Patagonia, apto para cualquier trabajo. Se presentó ante la latifundista Sara Braun para solicitar trabajo en alguna de sus estancias. "Era alta, de polleras largas, con una majestad que me hace pensar en Gabriela Mistral", le dice Coloane a su biógrafa Virginia Vidal. Se decía que la poderosa Sara Braun había sido mesonera de un bar y amante de aventureros extranjeros. Logró amasar una fortuna. Era dueña de estancias a los dos lados de la Patagonia. Uno de sus más lucrativos negocios era la crianza de zorros de finas pieles que alcanzaban fastuosas cotizaciones en el mercado.

Sara Braun le dio una carta que le valió ser contratado en Puerto Porvenir en la Estancia Sara, a cargo de un gringo, Mr.Gibbson, que se había especializado en criar zorros y caballos fina sangre.

En la Estancia Sara se le destinó al cultivo de avena que se guardaba para el invierno como forraje para los animales finos. Luego estuvo a cargo de las ovejas y le designaron capataz de un centenar de obreros cuya paga miserable apenas alcanzaba para la subsistencia.

Coloane llegó a ser un trabajador eficaz. Era vigoroso, de alta estatura, parecía no sufrir los rigores del clima ni demostraba agotamiento en faenas de más de diez horas diarias. Tenía fama como capador de corderos. Al comienzo esa brutal faena se hacía con un alicate que extirpaba los testículos del animal pero después se utilizaban los dientes. La saliva de los hombres cauterizaba las heridas de los corderos.

Francisco Coloane trabajó en la Estancia Sara hasta fines de 1929. Tenía 19 años y gozaba de gran prestigio en las faenas. Ofreció sus servicios a otras estancias en las que fue domador de potros y navegante por remotas islas en las que era requerido para misiones difíciles. Hizo un viaje en el buque escuela "Baquedano" hasta Valparaíso. Recorrió el Canal de Beagle y conoció a un misionero inglés, Federico Lawrence, que le contó una leyenda yamana cuya historia incorporó a su cuento "Témpano sumergido" incluido en su libro "Los conquistadores de la Antártida", un territorio que no conocía y que imaginó cuando escribió esos relatos.


OFICIO CIUDADANO

Se aburrió de la vida solitaria y difícil en la Patagonia y se decidió por un oficio ciudadano. Se presentó a un concurso para llenar una vacante de oficial primero en el Juzgado del Trabajo de Magallanes y le dieron ese empleo. Debía presentarse a diario con traje y corbata. No le gustaba la rutina oficinesca pero allí le pagaban mejor y, además, podía dedicarse al periodismo. El director de "El Magallanes" aprobó una columna suya llamada "Desde el Minarete" que firmaba como Hugo del Mar. Comentaba diariamente problemas municipales u oceánicos, criticaba o elogiaba a personajes públicos de Punta Arenas.

Interrumpió su trabajo en el Juzgado del Trabajo y decidió probar suerte en la capital. Hizo el viaje en barco hasta Valparaíso. Soñaba con trabajar en un diario santiaguino pero no conocía a nadie. Se alojó en el Hotel Castilla en las proximidades de la Estación Central, un refugio de parejas en ejercicio del amor. A la mañana siguiente leyó un aviso en "El Mercurio" de la compañía de gas y alumbrado que requería jovenes robustos para la venta de carbón coke. Se encontró con otros treinta postulantes que hacían fila. Los puestos eran sólo cinco pero fue elegido a primera vista. Cargaba sacos de carbón por las calles y ahorraba en su beneficio el dinero que la empresa entregaba para transportar los pedidos en la locomoción pública.

Pero no perdía de vista su deseo de trabajar como periodista. Se presentó a la redacción de "Las Ultimas Noticias" y en consideración a su experiencia como columnista de "El Magallanes" le dieron un trabajo a prueba sin contrato. Sería reportero de las páginas policiales que le obligaban a tratar con detectives y delincuentes y a presenciar el sitio del suceso a cualquier hora. En esa época recibió una postal de la catedral de Ancud de una bella joven que le gustaba: Manuela Silva Bonnaud, y pensó que había llegado la hora de sentar cabeza y casarse. Volvió a Punta Arenas en 1932 y al poco tiempo era el marido de Manuela. En 1933 nació Alejandro, su primer hijo.

Un oficial de marina de Punta Arenas le consiguió trabajo en la Armada como guardalmacenes. Su tarea consistía en anotar en un libraco el material logístico que recibían los buques en la región, a los que también abastecía con un remolcador llamado "El Intrépido". Sus funciones tenían que ver con la mantención de los escampavías que recorrían los canales y las islas. Subía a los pontones varias veces a la semana. Eran barcos antiguos que servían como bodegas. Escuchó muchas historias sobre fantasmas de barcos viejos que le servirían de inspiración para los relatos que escribió más tarde.

Luego de tres años de matrimonio murió Manuela, su frágil mujer. No se acostumbró a ser un viudo joven con un hijo pequeño. Al cabo de un tiempo encontró otra compañera, Eliana Rojas Sánchez, que crió a Alejandro y fue la madre de su segundo hijo, Juan Francisco.

 

 


EL REPORTERO AUDAZ

Sus irrefrenables inquietudes le hicieron renunciar a la Armada en 1935 y volvió a ocupar el puesto de reportero policial de "Las Ultimas Noticias" que entonces dirigía el escritor Byron Gigoux. El oficio de periodista no estaba sujeto entonces a títulos universitarios. Era una profesión aventurera mal pagada, que desempeñaban escritores y poetas inéditos, estudiantes universitarios fracasados, "ovejas negras" de familias respetables. Todos eran reporteros en terreno que descubrían golpes exclusivos para sus publicaciones. Un día enviaron a Coloane a reportear un crimen ocurrido en Vitacura que en esos años era un campo verde y florido. Debía regresar con fotos del cadáver que yacía en la hierba. Pero cuando llegó, el muerto ya había sido retirado. ¿Qué hacer? No quedó otra solución que improvisar una puesta en escena. Se tendió en el suelo con la chaqueta al revés y al día siguiente la fotografía que apareció del cadáver fue la suya.

Coloane frecuentaba la bohemia periodística y literaria en los bares de la calle Bandera donde era posible encontrar a los viejos amigos de Neruda a quien Coloane conoció después en las reuniones de la Alianza de Intelectuales y al regreso de su consulado en México dispuesto a ser candidato a senador.

La situación económica del periodista policial era dramática. Había conocido al reportero de "La Nación", José Bosch, un alegre bohemio ex oficial de la Fuerza Aérea de la que fue expulsado por abofetear a un superior. Bosch visitó a Coloane en la pensión de calle Agustinas en que vivía y le encontró agripado y sin un centavo. ¿Cómo me consigo algunos pesos? le preguntó Coloane angustiado. La solución que le ofreció Bosch resultó ser el comienzo de su carrera literaria. Le propuso que escribiera para "El Mercurio" un cuento sobre Magallanes. Allí pagaban ciento cincuenta pesos por originales publicados. En unas cuantas horas, en cama y con cuarenta grados de fiebre, Coloane escribió "Lobo de dos pelos" que fue publicado a los pocos días con ilustraciones de gran tamaño del talentoso dibujante, "Cucaracha" Alvarez. Es el mismo relato al que su autor llamó después "Cabo de Hornos". Allí estaban una buena parte de los elementos que nutrirían la singular obra literaria de Coloane:

Dos hermanos aventureros, Jackie y Peter, que exploran una lejana isla se encuentran con un hombre evadido del tenebroso presidio de Ushuaia que les pide ayuda. Los extranjeros son dos desalmados cazadores de pieles. El prófugo los lleva a una caverna donde hay gran cantidad de lobas marinas en parición. Los pequeños lobitos van apareciendo desde las entrañas de sus madres y su piel es la más buscada y cara. De inmediato Jackie y Peter inician una masacre de lobos enloquecidos por las ganancias que les reportarán.

Es un cuento tan brutal como magistral. No pasó desapercibido y alentó a Coloane a seguir escribiendo sobre un territorio y gente que conocía como la palma de su mano.

Al mismo tiempo sus progresos en la profesión de periodista le permitían vivir con modestia pero sin apuros. Fue jefe de deportes del diario "El sol" y jefe de crónica de "Crítica". Trabajó posteriormente en "La Nación", "El Mercurio" y la revista "Zig Zag".

En "La Nación" se encontraba a menudo con Joaquín Edwards Bello que tenía fama de caprichoso. Cuando en 1939 ocurrió el terremoto de Chillán, que dejó treinta mil muertos, le encargaron a Edwards Bello un recuadro en primera página pero el cronista-estrella dijo al director: "Es mejor que lo haga Coloane. Será superior a lo que yo escriba".

"Me impresionó la generosidad de Edwards Bello. Yo era entonces un joven provinciano y su generosidad me asombró".

No permanecía mucho tiempo en las redacciones: "Los diarios eran para mí como un buque. Me embarcaba en uno y después me desembarcaba. Donde me presentaba tenía trabajo".


EL GRUMETE Y LA GUERRA 

En 1940 la editorial Zig-Zag y la Sociedad de Escritores convocaron a un concurso de novela juvenil que prometía un premio en dinero y la publicación del libro. Coloane estaba de vacaciones y en quince días escribió "El Ultimo Grumete de la Baquedano". Compró unos cuadernos y redactó a mano su historia. Había hecho un viaje en la "Baquedano" desde Punta Arenas a Valparaíso. Invirtió la ruta para que su héroe, Alejandro Silva, viviera la aventura de buscar a su perdido hermano. Ganó el concurso y desde entonces se han vendido millones de ejemplares de "El Grumete" y sus reediciones no cesan.

La segunda guerra mundial estremece al mundo. Hitler asolaba a Europa y los nazis ocupaban París. Nada parecía detener al fascismo que en el verano europeo de 1941 atacaba a la URSS. Coloane no permaneció al margen. Era un decidido y público antifascista, que simpatizaba con el PC a cuyas filas ingresó en esos años. Se desarrollaba en Chile la Generación del 38 que no sólo en literatura si no también en teatro, música y plástica marcaba la presencia de numerosos talentos.

Coloane ganó el concurso convocado por la Municipalidad de Santiago para celebrar el cuarto centenario de la ciudad. Su obra "Cabo de Hornos" fue elegida unánimemente por un jurado integrado por Ricardo Latcham, Rubén Azócar y Eduardo Barrios. El libro apareció ese mismo año con un prólogo de Mariano Latorre que señalaba: "Le debemos a Coloane la revelación sicológica de los seres que habitan las extremidades australes de Chile".

Lo cierto era que nadie en Chile había escrito con tanta fuerza, nervio y verdad sobre un mundo chileno casi desconocido.

En 1945 Zig-Zag llamó a otro concurso y de nuevo Coloane fue ganador con "Los conquistadores de la Antártida". A diferencia de sus relatos transcurridos en Chiloé o la estepa magallánica el escenario de ese libro era para él imaginario. Jamás había puesto pie en el continente helado. Recién en 1947 fue invitado por la Armada para estar presente en la inauguración de la Base Arturo Prat y le pareció que todo era tal como lo había descrito. "La imaginación puede ser también como una máquina fotográfica de lo que no conocemos", dijo.


DECEPCION CON EL CINE

A pesar de la fama y de sus numerosos lectores, no vivía de sus libros: "Siempre he escrito a saltos de mata. He tenido que ganarme la vida en otra cosa". Abandonó el periodismo a tiempo completo para ser funcionario del Departamento de Difusión del Servicio Nacional de Salud. Redactaba un boletín que tenía un tiraje de cuarenta mil ejemplares y realizó con el cineasta Sergio Bravo varias películas de temas médicos, entre ellas, una espectacular operación al cerebro practicada por el neurocirujano Alfonso Asenjo, uno de sus grandes amigos. Su atracción por el cine y el teatro nunca le dio muchas satisfacciones. En 1942 fue contratado por la naciente Chile-Films para realizar el guión de una película: "Romance de medio siglo", protagonizada por Inés Moreno, que pretendía ser una gran crónica de Chile desde la revolución de 1891 hasta los años cuarenta del siglo XX. No le gustó el rumbo que tomó la filmación y abandonó el trabajo. Su pieza teatral "La Tierra del Fuego se apaga" no resistió la prueba del escenario y resultó un fracaso. Películas inspiradas en sus libros "De cómo murió el chilote Otey", "Cabo de Hornos", "El último grumete de la Baquedano" no sobrepasaron un nivel mediocre. El resultado de la reciente superproducción "Tierra del Fuego" de Miguel Littin todavía es incierto y las opiniones de los críticos no son coincidentes. Tal vez esos reveses se deben a que es difícil trasladar a otro género artístico una literatura que se sostiene en un poderoso idioma y en personajes que es difícil captar desde afuera.

En 1964 Francisco Coloane fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura. El jurado lo integraron el rector de la Universidad de Chile, Eugenio González, Ricardo Latcham y Roque Esteban Scarpa. Los representantes de la Sociedad de Escritores, Angel Cruchaga y Diego Muñoz, votaron por el poeta Juvencio Valle sólo porque estimaron que ese año correspondía premiar a un poeta que también era amigo entrañable de Coloane. Antes, en 1962, había trabajado en China durante dos años como corrector de estilo junto a su esposa, Eliana Rojas. Fue una experiencia inolvidable que describió en varios artículos. Lo mismo hizo con sus impresiones sobre la URSS en un libro llamado "Viaje al Este". En otro, "Crónicas de la India", recogió detalles de la vida callejera, leyendas, personajes, costumbres de un mundo desconcertante para un viajero occidental.


EL GENERO MAYOR

La celebridad de sus cuentos no le dejaban satisfecho. Se propuso pasar a la novela, un género que requería mayor aliento y una técnica literaria más compleja. En 1962 publicó "El camino de la ballena" con la que emprendió un nuevo viaje a la Antártida con personajes que buscaban una explicación de la vida y la naturaleza. La comparación con "Moby Dick" de Melville era inevitable pero las diferencias resultaron obvias. Los personajes de Francisco Coloane no buscan explicaciones metafísicas. Se entregan a los rigores de la naturaleza, a la inmensidad del mar y de los hielos con la seguridad que vencerán y seguirán "el camino de la ballena" hasta el fin. Dieciocho años después en 1980, publicó "Rastros del guanaco blanco", casi una parábola sobre la situación que vivía Chile en esos años. En la novela los aborígenes de Tierra del Fuego son perseguidos y exterminados con tanta saña y sadismo como lo eran las especies animales de la región. Toda su simpatía, su compromiso y su ternura están allí con los exterminados. Es un himno a los fueguinos, a su cultura, a su derecho a vivir en la tierra en que nacieron.

Coloane vivió la mayor parte de la dictadura en Chile. Jamás ocultó su militancia en el Partido Comunista y su rechazo al régimen de Pinochet. Sufrió asedios y controles de la CNI.

Salió de viaje por algunos meses pero siempre regresaba y participaba en toda acción de los que luchaban por recuperar la democracia.


RECONOCIMIENTO UNIVERSAL 

Coloane era apenas conocido en el resto del mundo hasta la última década del siglo XX. El escritor Luis Sepúlveda, triunfador en Europa y tributario de su literatura emprendió la tarea de divulgarlo en Francia, Alemania y España. Las traducciones de sus cuentos y novelas se multiplicaron hasta el punto de convertir al autor magallánico en un best-seller admirado y estudiado. En Francia se han editado sus obras completas y la irradiación de Coloane se extiende a Italia, Portugal y países nórdicos. Es como el descubrimiento de nuevos aires, de otros seres humanos, más vigorosos y naturales que los que habitan la literatura de alcoba, de puertas cerradas, de laboratorio literario de los autores europeos. Sus cuentos "De cómo murió el chilote Otey", "El témpano de Kanasaka" o "Cinco marineros y un ataúd verde", son considerados maravillas de composición literaria.

El crítico español José María Guelbenzu al prologar sus cuentos completos dice: "El lector hallará en estos cuentos el espíritu de la aventura junto al espíritu de la escritura, codo a codo: porque en el esencialismo de Coloane está, limpio y desnudo, el espíritu de la escritura".

Uno de los primeros en valorizar en Chile la literatura de Francisco Coloane y su trascendencia fue el crítico Yerko Moretic en su prólogo a "El témpano de Kanasaka y otros cuentos". Escribió en 1968:

"Los cuentos de Coloane valen no sólo por el paisaje austral sino por la riqueza de caracteres que los animan. Una enorme capacidad afectiva, una sensibilidad diáfana y sensible a cualquier estímulo. Todo lo que escribe está atravesado por un toque poético, hecho de asombro, de piedad y de éxtasis ante el infinito espectáculo de los hombres y la naturaleza".

Coloane atravesó casi todo el siglo XX con sus témpanos, alacalufes, ovejeros, pescadores, aventureros, con todo el fin del mundo a cuestas.

Ahora cumple 90 años en los inicios del milenio y todo indica que sus libros y valores humanistas, enraizados en la geografía y en el alma del pueblo chileno, en las grandes utopías y en la lucha del hombre, continuarán siempre existiendo.

 

 


 

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  Notas

[*] "Testimonios de Francisco Coloane", Virginia Vidal, Editorial Sudamericana, 1991.




 



 

 

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Francisco Coloane, una vida de novela
Por Luis Alberto Mansilla
Publicado en Punto Final, 14 de julio de 2000