El 21 de diciembre de 2023, en la Sala de Máquinas de Gronefot, se llevó a cabo esta conversación con Sergio Pesutic, en el marco del Sexto Festival de libros: Blanco sobre blanco, organizado por La oficina de la nada y Campus Creativo UNAB. En las vitrinas se exhibían decenas de libros vacíos, y la última de ellas reservaba un lugar especial para algunas ediciones nacionales e internacionales de La Hinteligencia Militar, la célebre publicación con sus páginas vacías con que Sergio desafió, a su manera, a la dictadura.
Felipe Cussen y Sergio Pesutic
Felipe Cussen:
Buenas tardes. Les doy la más cordial bienvenida. Estamos muy felices de llegar a la última jornada de este Festival de libros. Aunque su nombre no esté en las portadas, Sergio Pesutic es el autor del libro La Hinteligencia Militar, que es el libro más representado en esta muestra, tenemos ocho ediciones desplegadas. Es un libro que muchas personas conocen, porque circuló bastante en los años 80. Pero también era un libro que, de alguna manera, circulaba también oralmente, como una broma: se decía que había un libro, algo con los militares, que está vacío, y como el juego del teléfono, se iba difundiendo y expandiendo esa broma. Yo recién pude conocer directamente ese libro en el año 2016 con la sexta edición bilingüe. Había visto alguno antes, pero recién entonces decidí tomarme esta broma en serio y me dediqué a investigar. Consulté una copia que había en la Biblioteca Nacional, pude ir consiguiendo otras, busqué si había investigaciones académicas, o alguien que se hubiera interesado más sobre el libro y, lamentablemente, hasta entonces no se había escrito prácticamente nada.
Dentro de mi libro de La oficina de la Nada, que recoge varias investigaciones sobre la nada, y que forma parte del proyecto que hicimos con Marcela Labraña y Megumi Andrade Kobayashi, escribí un capítulo sobre los libros en blanco donde dedico varias páginas a algunas de sus sucesivas vidas, e incluso sus ediciones en otros países. Todo esto lo hice sin contactar previamente a Sergio, lo que es raro, porque en general tengo la costumbre de contactar a aquellos autores o autoras que me interesan y que estoy investigando. Pero, por algún motivo que desconozco, no me preocupé de contactar a Sergio, aunque sabía que vivía en Santiago.
Nos conocimos en una circunstancia muy extraña, que ya la conté para la inauguración, pero la voy a contar de nuevo ahora con Sergio. Cuando lanzamos el libro La oficina de la nada en Barcelona, algunos días después hicimos una charla en Chiquita Room, una galería, e hicimos un diálogo con Marcela, también con Victoria Cirlot, directora de la colección en que apareció el libro, pero además nuestra maestra, especialista en mística medieval, y con Alexandra Laudo, que había curado una exposición muy importante que se llamó “Una cierta oscuridad”, dedicada a distintas formas de arte vinculada a la nada, en Caixaforum.
Antes de comenzar la charla llegó Moritz Küng, un curador que este año organizó una enorme exposición de libros en blanco en el Leopold Hoesch Museum en Alemania. Con Moritz ya nos conocíamos, me comentó que Sergio estaba por Barcelona, y le dije que me gustaría conocerlo. Luego, durante el diálogo, cuando ya nos habíamos alargado mucho y pensábamos en terminar, Victoria se acordó de la historia del autor de La Hinteligencia Militar, quien dijo que había llevado el libro para dejarlo en el depósito legal y le habían dicho que no podían aceptarlo, y que lo trajera cuando estuviera listo (porque pensaban que, obviamente, no estaba listo). Hablamos un poco más sobre eso y cerramos el diálogo. En ese momento, un señor que estaba atrás, con jockey y con anteojos oscuros, levanta la mano y se pone a hablar in media res y dice: “bueno, sí, cuando fui al depósito legal...”. Fue un momento totalmente televisivo, y yo digo: “¡Sergio!”, y me responde: “Sí, soy, yo”. No sé, fue como cuando juntan a dos hermanos que no se han visto en 20 años. Ese día nos conocimos, y hemos seguido en contacto; hace un par de meses lanzamos una nueva edición de La Hinteligencia Militar junto a Vania Montgomery, y ahora estoy muy feliz, Sergio, de que estemos acá.
Hice este pequeño preámbulo porque sé que luego tú vas a hablar sin parar... Simplemente queremos que nos cuentes la historia de este libro, y podemos ir conversando de algunas de sus sucesivas ediciones, hasta llegar a este año 2023, que ha sido el año de gloria de La Hinteligencia Militar: se ha paseado por el mundo, apareció una edición bilingüe español-alemán, fue exhibido en esta gran e importante exposición en Alemania, y acá también ocupa un lugar de honor junto al plinto vacío de la Plaza Baquedano. Así es que bienvenido, Sergio, a Puerto de Ideas.
Sergio Pesutic:
Gracias, Felipe. Un gusto saludarlo a todos y a todas, como se dice ahora. Primero que nada, antes de que se me olvide, porque estoy con la memoria jugando en contra, somos animales, tú y yo, especulares. Acabas de decir una cosa que te agradezco, que un libro que parecía una broma, tú lo tomaste en serio, y yo, especularmente, La oficina de la nada, el libro de Felipe, lo tomo para la chacota, y eso habla muy bien de nuestra relación desde el 3 de junio de 2022.
Desde entonces hemos trabajado en varios proyectos, sin ningún sentido, pero pasándolo muy bien y aportando no sé qué, pero algo. Ahora yo no sé por dónde empezar porque no quiero repetirme sobre temas que todos ustedes conocen. ¿Alguien de los presentes no ha leído La Hinteligencia Militar? Levanten la mano. Todo el mundo la ha leído. Entonces es poco lo que tenemos que decir al respecto. ¿Quizás explicar su origen? No sé, si me preguntas tú, pero La Hinteligencia Militar surgió, como ustedes saben, porque aquí hubo un golpe de Estado en el año 73. Y ocurre que el 86, como hablábamos ahora con Jorge [Gronemeyer] viendo todos los aparatos y todos los sistemas de impresión, fue un año bonito en términos de combate, de clandestinidad, de panfletos, de discursos de resistencia ante la dictadura que llevaba 13 años ya.
Entonces, el entrañable colega psiquiatra Luis Weinstein Crenovich, que aún vive, dijo: pongamos una editorial y hagamos panfletos, y compró lo que entonces era una revolución de la impresión, una offset, con un tambor de mimeógrafo, con un stencil. La compramos en Dimacofi, en la calle Lira y la pusimos en la calle Los Tres Antonio 54, y ahí empezamos a publicar todo tipo de panfletos, de publicaciones ilegales, con Robinson Trafilaf, entrañable amigo, y su overol azul.
En ese tiempo era muy común que cuando uno hacía un libro, primero hacía una maqueta; una maqueta es usar papel de desecho, cortarlo al tamaño que uno había pensado para el libro y mandarlo a una imprenta para que lo empastaran con lomo liso, pegado o cosido, para ver el objeto en blanco antes de empezar a imprimirlo, cómo quedaba el formato, el peso, el tamaño.
Mi amigo Chico Pérez, que es psiquiatra, que está en Chiloé, primero fue dentista, y con justa razón decimos que es el primer odonto-psiquiatra del Cono Sur: por la muela del juicio llegó al cerebro; el Chico Pérez tiene una costumbre, que ya no se usa mucho, que cuando le pasan un libro toma el olor. Yo creo que hoy día nadie hace eso, por la impresión digital y qué sé yo. Y entonces ahí, en Los Tres Antonios 54, con el offset, le pusimos Editorial Minga al emprendimiento clandestino, semi-legal. Todos sabemos que en Chiloé “minga” significa un trabajo hecho entre todos en beneficio de uno, llevar todos la casa de alguien y después ese alguien hace una cena y agradece todo el apoyo del traslado. Ediciones Minga, entonces.
Luis Weinstein, les decía yo, era un psiquiatra maravilloso, y gran emprendedor. Yo fui psiquiatra un tiempo previo a eso, y atendí en el hospital Horvitz, el hospital psiquiátrico de la avenida La Paz. Pero yo dejé la psiquiatría muy pronto, porque me di cuenta que la mayor parte, casi todos los pacientes estaban en mejores condiciones mentales que yo; por una razón de honestidad y ética dejé la psiquiatría. Pero Luis Weinstein era un psiquiatra brillante. Lo decía esto porque entonces hacíamos todo tipo de panfletos y cosas. Y vamos al frente, me dice Robinson, hay que ver la maqueta. Y partí al frente donde un turco que tiene una imprenta convencional, como las máquinas que hay aquí, con linotipia, con toda la cuestión, y partí a hacer la maqueta. Y me entregan la maqueta de un tamaño más o menos estándar de 20 por 15 cms. de ancho, un lomo así, con dos hojas en blanco, una cartulina en blanco en portada y mientras cruzaba la calle, yo hojeaba el libro. Y ahí surgió la idea, ¡hostia!, como dicen los españoles: un libro en blanco.
Empezó todo un proceso, por allá en mayo, junio del 86, y parió la burra recién en diciembre del 86, cuando hicimos la primera edición. Entre tanto, con mi amigo del alma, que ya no puede estar por otras razones aquí, que es Guillermo Feuerhake, diseñador gráfico, hubo toda una discusión sobre la “H”, porque él decía: no, que la “H” era un chiste, y yo le decía no, que la “H”, y le recordaba la frase de Stevenson, que decía que la primera obligación de un escritor, ¿cuál es?, capturar al lector. Que después el lector capturado abandona al escritor, pero primero hay que capturarlo. Me costó convencerlo y la “H” marcó la diferencia, allí en la portada. Y empezamos a darle vuelta al autor; ¿qué autor le iba a poner? Y claro, hubo todo un proceso, porque aunque la primera edición no llevó ningún prólogo, llevó ya el perfil del autor. Y buscábamos una imagen de autor. Evidentemente era un autor de ficción. Inventar un autor no fue fácil porque, me acuerdo, la Antonia, su compañera de entonces, gran amiga, también diseñadora, hizo una foto con un personaje, así, que estaba oculto. Era una época sin Photoshop, se hacía una foto que había que troquelarla, y ella hizo eso y yo me dije no, muy forzado una foto así.
Y hojeando libros en la estantería, antiguos libros de tapa dura del año 1920, encontramos un libro dedicado a un recuento formal intergubernamental de toda América Latina, de los ministros plenipotenciarios de los diferentes países. Y el de Uruguay era un tal Juan Cuesta, cuya foto es esta, la que está allí desde entonces, hace 30, ¿hace cuánto años? Hace 37 años, casi. Juan Cuesta sigue allí, tiene que tener nietos y bisnietos, y ningún uruguayo, nunca nadie lo ha identificado hasta el día de hoy, y quedó para siempre ese personaje como el autor del libro. Hice un perfil de él, que también es de ficción, y así fue como se creó en el 86.
Para terminar con esta introducción, que yo creo que ya es suficiente, me acuerdo que el 86 era diciembre, como ahora en estas fechas. ¿Qué pasó con el libro? Hicimos un tiraje de, deben haber sido 300 ejemplares, y se distribuyó como pan caliente entre todos los amigos, en plena dictadura. Lo compraban a precio de huevo o lo regalábamos y se distribuía. Pero siempre comento esto porque me marcó: un día me llegó un mensaje de un connotado artista chileno, músico internacional, cuyo nombre no voy a entregar, jamás lo he entregado, me llega un mensaje a través de terceros y me pregunta si yo le puedo hacer un descuento para venderle 20 ejemplares porque los quiere regalar como regalo de Pascua. Un tipo que tenía más plata que los bandidos. Y nunca me olvido de esa historia porque fue tan costoso el proyecto, el emprendimiento, y era tan bonito, tan romántico. Y llega un personaje que está en la alcurnia del arte, la producción y los ingresos, con viajes por todo el mundo, que era simpatizante de izquierda. Eso es lo peor de todo, eso es lo más grave. Pero bueno, así ocurrió y me pidieron un descuento para comprarme 20 ejemplares. Entonces se distribuyó, y en marzo del 1987 hubo que hacer una segunda edición.
FC:
Y ahí surgieron bastantes apariciones en prensa, en el 87. Tengo la impresión que es cuando surge la segunda edición o la tercera, ¿ no? SP:
Claro, en el Fortín Mapocho, en diarios alternativos, a partir del 87.
FC:
Y se anuncia un lanzamiento, al que iba a venir Mario Vargas Llosa. SP:
Hicimos un marcapáginas para el lanzamiento de la tercera edición, el lunes 1 de junio de 1987, aquí, muy cerca, en la Casa Larga, en Bellavista 0182. Hicimos esta tarjeta de invitación, que dice Ediciones Oxímoron, el nombre que le pusimos a las ediciones. ¿Saben lo que es un oxímoron? Un oxímoron es una lenta rapidez, una clara oscuridad, una inteligencia militar, dos opuestos en un solo concepto. Dice: “Ediciones Oxímoron, luego de pensarlo bastante, ha decidido invitarlo al lanzamiento del libro La Hinteligencia Militar. Presentará la obra el escritor peruano Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 1989”. Estamos hablando de 1987, y no estuvimos lejos, pero el premio fue después. Y después fue lo que fue y dejó de ser lo que era y todos sabemos en lo que está. Y no vino el hueón.
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Quizá para estar a tono con este festival, Vargas Llosa anunció su retiro de la literatura hace una semana. Así es ¡salud por eso! SP:
Bienaventurada la literatura.
Así sigue: “Nada sabemos de las consecuencias, sentenció alguna vez Borges. Oxímoron comparte tan ilustre incertidumbre y advierte sobre la conveniencia de venir premunidos del respectivo carné de identidad. El Orfeón de Caballería Nacional amenizará el acto interpretando temas de Julio Iglesias, Lucho Gatica, Benito Mussolini y Ramón Vinay. Se ofrecerá un bufé frío que no está incluido en el precio. La propina, esa herencia solapada de las costumbres esclavistas de Alabama, queda democráticamente prohibida. En Oxímoron pagamos buenos sueldos”.
FC:
Tengo una pregunta que no te he hecho antes ¿Qué grado de preocupación había por alguna posible censura o persecución, en años en que sabíamos que ocurrían esas cosas? Porque era un libro que potencialmente podía ser censurado, pero si el censurador hacía algo era caer en la trampa también... Mi impresión es que pasó bajo el radar. SP:
Fue un libro que en su momento circuló como muchas cosas clandestinas, se puso en librerías, no recuerdo muy bien detalles. Recuerdo dos o tres cosas, una que fue impreso en unos talleres que estaban en Calle Lira, talleres Terranova se llamaba, y que fue muy celebrado por la gente que trabajaba allí.
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De hecho, como este acto es muy televisivo, Mónica nos va a contar algo que ocurrió. Mónica Nyrar:
Vino el maestro a visitar esta exposición, el maestro que fue el encargado de encuadernar el libro La Hinteligencia Militar de Terranova, él trabajaba ahí. SP:
Claro, entonces fue impreso allí, Talleres Terranova, yo no me recuerdo de quien era el dueño, era una imprenta. Hizo la vista gorda, apoyó y lo hicimos bajo cuerda. Se pagó la impresión, imagino que como parte de Ediciones Minga, y se distribuyó. Y no fue sujeto de censura, porque censurar un libro como este era incurrir en una estupidez mental. O sea, tenía como un antídoto en sí mismo el libro, si tú quieres. Lo único que supimos fue que fueron requisados muchos ejemplares de Terranova. Después supimos entraron por otros motivos a buscar otros libros, porque Terranova publicaba libros de contenidos socialistas, libros de pensamiento antidictadura, y con frecuencia hicieron allanamientos y se llevaron un stock de libros, que no sé qué habrán hecho con ellos, de La Hinteligencia Militar.
Lo otro que sé es que, en una feria del libro, la clásica de noviembre, debe haber sido en 1988, 1989, para la inauguración fue Pinochet. ¿Ustedes se acuerdan de Pinochet? ¿saben de quién hablo, no? Bueno, Pinochet estaba ahí, se inauguró la cuestión y en uno de los stands estaba La Hinteligencia Militar. A mí no me consta, pero me cuentan que pasó por allí con su escolta y empezó a hojear el libro y hojea La Hinteligencia Militar, hizo un gesto así, dice “bleh” y lo tiró encima y siguió caminando. Eso es todo lo que se sabe, y nunca hubo ninguna acción legal ni nada, salimos ilesos durante la dictadura.
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Y poco tiempo después, sale la edición en Uruguay, ¿no es cierto? A cargo de un gran editor y diseñador, Maca, Gustavo Wojciechowski, a quien nosotros conocimos gracias a Hugo Rivera Scott. ¿Cómo fue esa edición? ¿Él simplemente te avisó, o tú viajaste? SP:
No hubo contacto, supe, pero la autoricé, la autorizamos, dijimos adelante, y estaban felices de compartir la experiencia en Uruguay, que también estaban en circunstancias parecidas. Y después hubo dos ediciones vascas, una legal, que nos pidieron permiso, y otra pirata, de Txalaparta.
FC:
La que no es autorizada es la que está firmada por un autor apócrifo, Alejandro Gomabieta y que dice que es la número 69. Las otras ediciones autorizadas mantienen la serie de numeración, aunque siempre tienen algún cambio en la portada, se van añadiendo textos, etc. La apócrifa se sale e inventa otras cosas. Dice que la primera edición es de 1920. SP:
La que es legal, de Gakoa, tiene un prólogo de Bernardo Atxaga, Premio Nacional de Literatura, gran escritor vasco español.
Hubo más ediciones, y después hubo una edición en México, que yo me enteré mucho tiempo después. Aquí tenemos a Tonatiuh, el editor mexicano, que en 2011 hace una edición y me escribe invitándome al lanzamiento. Y en esos tiempos me escribe vía correo y yo no sé qué pasó. Me enteré de ese lanzamiento años después y nunca asistí.
FC:
Sí, nos puedes contar cómo llegaste al libro, ¿cómo surgió todo eso? E Tonatiuh Trejo:
Sí, claro fui detrás de La Hinteligencia Militar. Como empezaste a platicar tú, se están escribiendo, se han escrito muchas historias que le hacen justicia a su rareza. Y nosotros, hace 12 años, estábamos empezando a imaginar un proyecto editorial en México que iba a tener por objetivo realmente intentar desorganizar la idea de lo que es un libro y traducirlo en objetos editoriales que nos produjeran una experiencia de lectura siempre diferente. Pero también queríamos partir con un título que tuviera una potencia política, que hablara de lo que nosotros queríamos decir y lo que estábamos leyendo en el contexto sociocultural de allá.
Entonces estábamos en pleno gobierno de Felipe Calderón. Felipe Calderón acababa de sacar a los militares de los cuarteles para hacer la famosa guerra contra el narcotráfico y al cabo de dos años nos dimos cuenta de que todo el aparato militar estaba pasando por encima de la sociedad civil en ciertas regiones y bajo ciertas permisividades desde la cabeza del gobierno.
Y en ese momento yo me topé con un ensayo de un editor valenciano, que se llama Paco Inclán. Yo lo conocí en una editorial académica que se llama Plaza y Valdés, y en un libro suyo hay un ensayo sobre La Hinteligencia Militar. Nunca habla de Sergio Pesutic, pero nunca habla de una corroboración de la identidad de nadie.
Entonces yo realmente tomo el libro, empezándolo a imaginar, como un libro publicado durante el contexto de la dictadura. Yo imaginé que Sergio Pesutic también había sido inventado.
FC:
No habías visto el objeto físico. ETT:
Nunca lo vi. Yo hice el libro pensando que Sergio no existía, que era una invención de alguna resistencia clandestina.
Yo nunca me enteré de que era un chiste, nunca me enteré de que era una broma, yo cuando lo quise traer a México, lo veía como un argumento potente, con todo lo que estaba pasando allí. Y así fue como nos aventamos a hacer una edición de La Hinteligencia Militar muy cargada desde lo político, porque nos pusimos a buscar entre los exiliados chilenos allá a algún artista que quisiera colaborar con la portada del libro. Entonces nos encontramos a Sergio Naranjo, que estuvo preso acá, que salió básicamente salvando su vida hacia México y ya llevaba varios años asentado allá. Y cuando él se enteró del proyecto resulta que él sí había tenido contacto con el libro cuando estaba acá.
Entonces nos obsequia su trabajo, es el repujado en papel. Cada pieza, cada portada que pudimos sacar adelante de esa edición de 150 Hinteligencias era hecha a mano por él, y lo imprimimos con él y venían, creo, los 40 años del golpe. Entonces nos centramos realmente en un espectro politizado muy serio. Conseguí que Paco Inclán nos prestara su ensayo para meterlo como prólogo, pero para no contaminar el contenido hicimos una bolsa, como un libro marsupial. Trae su bolsita y ahí trae el prólogo por fuera de la hoja. Tomamos una decisión editorial interesante que fue enumerar las páginas…
FC:
Porque el original no las tiene numeradas. ETT:
Que contextualizaba un poco la imaginaria extensión del libro a través del tamaño, del tipo que le ponías a un número. Después tuve un par de amistades que viajaron a Chile, y siempre la enviaba. Pero nunca supe, Sergio, cómo te llegó la edición mexicana, nunca nadie me supo explicar porque siempre que volvían me decían no, pues nunca encontramos a Sergio Pesutic. Entonces se fue diluyendo realmente la idea de que en algún momento iba a tener contacto con el ser inexistente.
Y tres, cuatro años después me llegó un correo electrónico, porque además por ahí conseguí un correo que me pasó no recuerdo quién ni cómo y le escribí. Tampoco le pedí permiso, le escribí avisándole que se había hecho una edición de La Hinteligencia Militar, y tres años después me llegó un correo a mi bandeja que decía algo así como “sabrás entender estos años de silencio”. ¿Qué más puedes esperar de alguien que escribe libros sin textos? Y acto seguido le conté que estábamos a punto de ir a presentar una edición en Argentina. Me dijo: “tengo la edición mexicana en las manos. Me parece una edición muy linda. Voy a presentar este libro la semana que entra en Santiago. Me gustaría que vinieras”, y me pagó el boleto.
SP:
No te pagué el boleto. Lo que pasa es que usé millas de LATAM, esas son gratis. Yo tenía millas y te pagué con eso, con las millas, te traje para acá a Chile y te pagué el hotel en calle Vicuña Mackenna. ETT:
Y fue un viaje de locos porque yo me imaginaba, no lo conocía, nunca lo había visto, yo iba a salir de la puerta del aeropuerto y esperaba ver a un señor pues mucho muy diferente a lo que terminó siendo Sergio. Y lo veo a él y no me dejó hablar, no me dejó decir nada, solamente hablaba y hablaba. Yo venía a conocer a otra persona. En ese viaje, entre otras muchas cosas terminamos en casa de Nicanor Parra.
SP:
Y estuvimos con Nicanor, yo había estado con él un par de veces, tú escribiste un artículo muy bonito sobre ese encuentro con Nicanor, cuando tenía ya más de 100 años. ETT:
Lo que quiero abordar con todo esto, me parece muy justo y muy razonable también, pues que el libro, a mí, en ese momento, en el que inicié el proyecto editorial, era mi objeto central, el núcleo de mis investigaciones. Pero doce años después, a estas alturas, me gustaría dejar el libro aparte y realmente centrar la atención en todas las otras tensiones y las otras relaciones que se generan a partir de estas cosas tan bizarras.
Entonces, para cerrar, digamos que la primera ronda de anécdotas del libro a mí me pasó igual. Cuando lo presentamos en México conseguimos que, en el contexto de la celebración de los 40 años del golpe militar, la conmemoración de los 40 años, nos acompañara en la presentación Enrique Dussel, que recién ha fallecido, y nosotros fuimos a dejarle el libro a casa de su asistente, y después nos enteramos de que nos había vuelto a marcar reclamándonos que habíamos llevado un libro mal impreso. Ella estaba muy preocupada porque le iba a regañar, Enrique, por aceptar el libro en blanco.
Enrique sabía lo que le íbamos a entregar y finalmente hizo la presentación, que fue muy curiosa en términos de que él sí se fue hacia lo militar, hablando de colonialismo y de todo esto. Fue muy enfático en que el ejército no es malo ni es bueno, es ambiguo. Entonces empezó a hacer esta construcción de su presentación a partir de las dos visiones, de la visión del ejército como defensor de la soberanía y del ejército como represor, como invasor, o como herramienta colonial. Y bueno, esas cosas van a seguir pasando con el libro.
SP:
Quiero contarles que en el mes de agosto en Punta Arenas, mi tierra natal, tuve oportunidad de presentar la novena edición. Y pasó una cosa que no había ocurrido nunca, parecido a lo que es tu experiencia. La novena edición está publicada por LOM Ediciones, que tenía una representación de venta de libros, de muchas publicaciones de Oscar Barrientos, de varios autores, magallánicos y otros.
Entonces, en el lanzamiento en el Espacio Comunitario La idea, una casa cultural, llegó con atraso, como siempre ocurre en Chile, la gente de LOM que estaba contactada para poner el stand y vender el libro durante la presentación. Y llegó una mujer, muy agradable, simpática, y le pasé los ejemplares que yo había traído de Santiago, además de los que tenían ellos, tenían muy pocos, de la novena edición. Se instaló, y empezamos a juntarnos y preparar la presentación. Y de repente la mujer me hace señas, muy ansiosa y me dice “no, no podemos, este libro no se puede vender porque está fallado”. Eso pasó hace cuatro meses, tres meses. Inagotable, es inagotable.
Después de la conversación, Sergio comenzó a leer algunos fragmentos de El Imparcial, una publicación que hacía también en los años ochenta, con noticias inventadas, parecida a lo que luego fue Noreste y The Clinic. Finalmente retornó al libro que nos convocaba.
SP:
Voy a cerrar con dos temas. Vamos a hablar del Tao Te Ching. ¿Por qué el libro en blanco es bonito? Porque toda esta exposición alude a un libro en blanco, a dos condiciones humanas que son especies en extinción, el silencio y la soledad. Hoy día, cada vez es más difícil compartir la soledad y el silencio, es una cosa que no se usa mucho.
Y tiene que ver con la nada, es el concepto ¿cierto?, de La oficina de la nada. ¿Qué decía el Tao Te Ching? “Treinta radios convergen en el centro de una rueda, pero es su vacío lo que hace útil al carro. Se moldea la arcilla para hacer la vasija, pero de su vacío depende el uso de la vasija. Se abren puertas y ventanas en los muros de una casa, pero es el vacío lo que permite habitarla. En el ser centramos nuestro interés, pero del no ser depende la utilidad”.
Y por último les voy a leer tres o cuatro citas breves de lo que ha dicho la crítica mundial sobre el libro. Clarín, de Buenos Aires, en una época en que la política era diferente en Argentina, no como hoy, dijo de este libro: “La construcción de los personajes, la elaborada trama argumental, la cadencia sincopada y salvaje de cada línea, un vértigo de belleza”.
¿Qué dijo el General Tribune? Británico. “Desde Shakespeare, nadie lo había escrito tan bellamente”.
¿Y qué dijo El Mercurio en Chile? Escuchen esto a ver si se dan cuenta: “Después de este libro, todo lo que se escriba resulta estúpido”.
Y finalmente, L’Osservatore Romano: “Faltaba este libro para poder decir que el mundo está completo. Nada nos cuesta imaginar a Dios leyéndolo durante el séptimo día”.
Una última cosa para cerrar. ¿No les molesta que les lea una página selecta del libro? Voy a leer la página 98 de La Hinteligencia Militar:
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com “Inagotable, es inagotable”.
Conversación con Sergio Pesutic
Por Felipe Cussen