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Serie Poesía Latinoamericana (1965 – 1980)

FEDERICO DÍAZ GRANADOS

 

 

 

 

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HOSPEDAJE DE PASO

Nunca he conocido a los inquilinos de mi vida.
No he sabido cuándo salen, cuándo entran,
en qué estación desconocida descansan sus miserias.
Las mujeres han salido de este cuerpo a los portazos
quejándose de mi tristeza,
en algunas temporadas se han quejado de humedad
de mucho frío, de algún extraño moho en la alacena.
Se marchan siempre sin pagar los inquilinos de mi vida
y el patio queda nuevamente solo
Mi corazón deja de ser una posada de hambrientos
que acoge a todos los pájaros que llegan del verano
y aguardan a que regreses por tus cosas
a este hotel de paso donde siempre es de noche.

 

 

NOTICIA DEL HAMBRE

Me habita el hambre. Y todos me lo dicen.
No es el miedo ni la duda
apenas un ritmo intacto que no toca con su sal la orilla.
Es el hambre, quizá un leve testamento
o esta insistencia en destruir la casa
y renovar la piedra en sueño.
Es poco lo que recuerdo de mi a esta hora, el disperso,
el que a la intemperie es un poco de hierba,
una palabra sin traje con olor a otras tierras
y que mira con cara de extranjero todas las prestadas alegrías.
Llega el hambre con su mismo azar y su idéntico augurio.
La lluvia está debajo de la carne
y pocas cosas recuerdan al viejo amor
que ya no cuenta.
Es el hambre. Y todos me lo dicen.
No es el leve testamento ni la tristeza de las noches.
No es la poesía
ni la música que traduce el tiempo.
Un poco de hambre
y el cansancio de llenar la estantería de ausencias.

 

 

SUENAN TIMBRES
Homenaje a Luis Vidales

Golpean, llaman.
Suenan timbres en la casa.
Alguien busca algo a horas imprevistas.
Serán de la oficina postal
o los mormones ofreciendo Biblias
Algún extranjero despistado
o el mendigo que viene por su ración de pan.
Será la vecina que quiere hablar sobre la carestía
o su esposo el prestamista a cobrar los intereses.
Quizá el plomero
o la gitana a pronosticar malos días,
extrañas pestes y fuertes infecciones.
Quién golpeará a esta hora inoportuna.
No es el amor,
no es el hijo, ni mi padre.
Seguro será la muerte y el ropavejero
que vienen por mi cuerpo con su derrota
o el casero a desalojar,
que es lo mismo.

 

 

CANTO MINERAL

¿Y si el alma es de piedra por qué ese mineral sueña con tu cuerpo?
¿Y si el alma es de piedra por qué el dolor
toma la forma de un lejano volcán
y salta al vacío desde su desprendimiento?
No dejes la piedra a merced de la noche
ni esperes la llegada del canto a la soledad,
vendrán los pulsos tardíos a callar la palabra
y algunos muertos se acomodarán en el fuego de esa espera.
Nunca el silencio
la música siempre
las palabras llegan todos los días a la sed
con sus lecciones de llanto.
Hemos equivocado el mundo y como una secreta impunidad
no traducimos al mineral
la lengua del error y los colores de la ruina.
Espera a la piedra
la que te esperó aquí mismo hasta hacerse piedra
la misma que se acuña y se hace esbelta.
Nunca el silencio
la música siempre
el día trae el final
y la voz que huye.
La piedra se desprende día a día
de la vida.

 

 

CORRESPONDENCIAS

Ella me envió su foto
en el volcán del Himalaya.
Suya era toda la nieve y las cumbres.
Me envió fotos en una calle de Praga con una anotación:
“Las calles de Kafka, Holan y Hrabal no dejarán de pertenecernos”
y retratos en mercados de Estambul y Madagascar.
Llegaron postales de la sagrada Moscú
la Catedral de San Basilio, el Kremlin y el Café Pushkin.
En San Petersburgo recordó en el Hermitage
mi triste afición por la pintura.
Razones que no olvidó mis versos en Pere Lachaise
ni en la Avenida Corrientes ni en Constitución.
En la servilleta de un Pub de Dublín líneas de Joyce y Yeats
Se me pasó la vida recibiendo postales, retratos y razones
desde que me dejó con este frío
las nieves perpetuas de mi vida
desde aquella última vez...

 

 

PASTELERÍA METROPOL
“Yo vengo sin idiomas desde mi soledad”
LUIS GARCÍA MONTERO

Miro en la vitrina
el reflejo de mi cuerpo
Sobre el vidrio
Y me veo gordo, cansado, sobre aquellos pasteles de vainilla
Y pienso en los amigos que no volví a ver
¿y qué sabían ellos de este corazón caduco
donde no cabe ni un centímetro del mundo?
Y cuando no te reconoces en los pasos del hijo, ni en el espejo
harto de esquivar malos presagios
viendo de lejos el esplendor de las pérdidas
lo indescifrable y lo desconocido.
Callo: mi silencio alcanza ese cuerpo que no entiendo,
desmancho mi corazón de su último incendio.
Y sigo extranjero en es vidrio,
gordo y cansado
y atrás de mí
algunas sombras, gestos de abuelos y tíos muertos
sobre los pasteles de vainilla.

 

 

ÁLBUM DE LOS ADIOSES

¿Qué sastre tejió estos cuerpos que nos visten de vida
remendados con lágrimas equivocadas
y cosidos con paños y parches de un viejo almacén de baratijas?
¿Cuál fue ese sastre que tomó las medidas
y con su dedal y aguja cosió los botones
de las secretas costuras y cicatrices del cansancio.
y climas repetidos en la áspera estación de la piel?
¿Qué extrañas prendas nos visten de vida
tejidas a la medida exacta de cada sed, de cada hambre,
del afán disperso de todos los comensales
que aguardan el agrio cereal del fracaso?
¿Y quién cosió los colores desconocidos al corazón?
¿Quién sabe como es el amor que vive debajo de estas ropas?
¿Acaso fue Dios con su bata de cirujano
enseñando el antiguo oficio de extraer costillas?
¿O fue aquella muchacha cuando me sonrió
en su día libre del paraíso?

 

 

JAZZ DEL SOLITARIO
“La moneda cayó por el lado de la soledad”
ANDRÉS CALAMARO

El día de la creación
tendré semillas tuyas entre mis manos
y te dispersaré en el fértil territorio de cielos abolidos
o en la voz que persigue otras luces, otros fulgores.
Busca entonces la dirección de la guerra
no importa que tu ausencia sea del tamaño de la muerte
te buscaré al otro lado de la noche
cuando regresemos de esta estación de adioses que es la vida.

 

 

INUTILIDAD DEL OFICIO

Cuánto se ha sacrificado para escribir estas líneas
cuántos pesares y melancolías
para asumir con dignidad la ruina y el abandono
y sobrevivir a la tragedia.
Y siempre habrá poesía
pero volveremos a las mismas y repetidas palabras
todos los temas están dichos
y habrá que repetir en cada verso
ritmos ya entonados, amores y muertes ya cantados.
Cuánto sacrificio para escribir algunas palabras de basura
cuántos sismos interiores.
Para que no las lean, se burlen o no aplaudan en un recinto.

 

 

PEQUEÑO NOCTURNO

¿Ese temblor que pasa es la vida?
¿Y ante qué soledad es que hoy canto?
No sé de dónde provienen esos ruidos que en la noche asustan:
la caja de fósforos
las cosas que se cambian de lugar y no aparecen.
Suponemos que todo esto es el mundo
enormes colecciones de tristezas, llaveros y estampillas de mares lejanos.
Es acá donde sucedo
sin aduanas ni requisas
ni adioses a destiempo.

 

* * *

 

Federico Díaz Granados (Colombia, 1974). Poeta, ensayista y divulgador cultural. Ha publicado los libros de poesía: Las voces del fuego (1995); La casa del viento (2000) y Hospedaje de paso (2003). Han aparecido tres antologías de su poesía: Álbum de los adioses (2006), La última noche del mundo (2007) y Las horas olvidadas (2010). Preparó las antologías de nueva poesía colombiana Oscuro es el canto de la lluvia (1997) e Inventario a contraluz (Arango Editores, 2001) y realizó para la revista Punto de Partida de la UNAM de México la antología Doce poetas jóvenes de Colombia (1970-1981). Actualmente es director de la Biblioteca de Los Fundadores del Gimnasio Moderno y de su Agenda Cultural. Es parte del comité organizador del Festival Internacional de Poesía de Bogotá y dirige el Premio Nacional de Poesía “Obra inédita” que se convoca desde el año 2005.



 

 

 

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