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Desconciertos en medio del día
Federico Eisner "Desconciertos" (Das Kapital 2015)
Por Cristóbal Soto
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Cuando uno lee, en general, busca la posibilidad de verse en medio de la realidad que propone el relato. En medio de los mares de Conrad o en los de Coloane, en guerras o en aventuras detectivescas, por ejemplo. Pero, evidentemente, siendo partícipe de la historia, sea como marino o un soldado valiente, detective o la pieza clave de un entramado criminal, existimos en esa historia no solo haciéndola funcionar, sino que, cuando nos dejamos invadir por ella. Debo confesar que si no me veo en medio de la historia, el libro es abandonado en mis cajas de libros usados que tengo a la venta. Así no más.
Pero Desconciertos de Federico Eisner propone el lugar del lector de una manera clara y sin que pertenezca a ningún género: el de Roadie. Es un libro compuesto por nueve relatos de música, o más bien de músicos y su relación con sus instrumentos, o a lo mejor de cómo son músicos y tienen que vivir lo de todo el mundo. Si la novela o cuento en general no se lee, no hay historia, no existe en la realidad, lo decía Cortázar, afirmando que incluso es parte de la realidad, mientras está siendo leído, claro. Pero acá más allá de leerla para que esa historia “sea”, uno debe situarse desde un lugar en que parecemos llamados a contener sicológicamente a los protagonistas de estos nueve relatos. Son músicos que no están en concierto, que pocas veces hacen sonar el trombón o el piano o la consola en los relatos. El lector no cuestiona que los son y que además tiene que estar ahí para acompañar a estos artistas desde fuera, desde bajo los escenarios, o tras telón. Dialogan con nosotros sin códigos de escena, si no que desde el lugar de la relación humana. Los vemos en sus soledades, sus conflictos, sus decadencias las de todos y todas pero la música está presente como contexto, los problemas comunes se meten en los compases, entonaciones y ecualizaciones.
Somos roadies de artistas misteriosos pero con los problemas y conflictos que cualquiera tiene. La vida nos pasa por encima y ahí podemos vernos todos. Estamos observando el errar de esos músicos, la inmadurez, conflictos que hicieron cambiar a algunos de ellos, o la creación de un mito construido por nuestras mezquindades. Pero algo está sonando, la cumbia, el jazz, la consagración de la primavera, en manos de un trombón, un piano o un fagot. Y la lectura nos hace partícipes en tanto a preocuparnos para que no se rompan, no se pierdan y vuelvan a hacerlos sonar.
Nick Hornby, decía a propósito de “Born for me” de Paul Westerberg, una canción hermosa, decía: Pero mis solos favoritos son los que muestran de algún modo que el solista ha captado el sentimiento de la canción, la letra, la música y todo, ha sentido la canción y ha comprendido su esencia auténtica, de manera que el solo se convierte no solamente en una reinterpretación imaginativa de ella, sino en una contribución a su significado y su ser. Entonces me pasó eso, volverme parte de ese mundo de gente en que la música es un montón de cosas. Y me vi de lector-solista pensando en ver la orquesta de la vida, interpretando, como decía Hornby, en un solo que cada uno construye para contribuir a su propio relato.
Federico Eisner, ha sabido construir una atmósfera concreta. Un libro de relatos que están unidos en la sana decisión de elegir el lugar de dónde se mira la vida. Personajes asibles, entrañables y conocidos (en el sentido de que puede ser cualquiera de nuestros amigos, o uno mismo si se quiere). Hay un objetivo estético claro y no se pierde en ninguno de los relatos.
La cumbia, el carrete. Lo docto, Stravinsky. Las giras y los conciertos. Las bambalinas y el tras. Las rencillas y el ritmo, todo mezclado de una manera entrañable que hace de este primer libro (de narrativa, destaco) a uno le deje esa agradable sensación, de agarrar algunas de las composiciones y buscarlas en youtube para hacer vívido tal o cual relato. Ahora que termine de escribir esta presentación que leeré (que leo), cerraré las ventanas de mi computador y elegiré el tema que a mí más me evoca de los nombrados en el libro, “Callejero” de Alberto Cortés. Gracias.