Felipe García Quintero (Colombia, 1973). Es doctor en Antropología y docente titular del Departamento de Comunicación Social de la Universidad del Cauca, Colombia. La Piedad (Mantis Editores, 2013) reúne la poesía editada por el autor entre 1994 y 2013. Los siete títulos que integran ese volumen y algunas selecciones personales fueron publicados por editoriales universitarias e independientes de Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, España, México, Perú, República Dominicana, Venezuela, Uruguay y Puerto Rico. Obtuvo por concurso los premios de poesía “Encina de la Cañada” (España), “Neruda 2000” (Chile) y “Eduardo Cote Lamus” (Colombia).
MI MADRE gorda cuando duerme parece una ballena encallada en la playa. Entonces río. Y mis ojos que la miran desde el sueño se vuelven agua de su océano y mis manos arena de la orilla.
Mientras duerme pienso si la vida se entrega a la tierra como las ballenas y si en vano ahora intento mover su cuerpo hacia las aguas que no quiere más visitar.
.. . . . . . . . (de Vida de nadie, 1999)
MI CASA, como el desierto, no tiene techo ni puerta, sólo boca.
Mi casa, como la piedra, no posee vigas ni cimientos, sólo una mano empuñada la sostiene.
Esta casa la he construido quitando ladrillos y entregando mis huesos al vacío que resta.
La casa es oscura como mi voz en sus corredores.
Vivo en la casa que camino. La que acecho y me persigue como el gusano tras la carne enferma.
A cada grito se levanta; con cada silencio la destruyo.
.. . . . . . . . (de Vida de nadie, 1999)
VIAJO EN UN TREN de veintiún vagones conducido por todos mis muertos. Miro a través del cristal roto de la ventana una batalla de mariposas mutiladas por el cielo quemado de mis cinco años.
Converso con los árboles de la intemperie que desaparecen en mis ojos; los que no tienen camino, con los pájaros que son ya recuerdos del viento.
Yo tampoco sé qué tierra es ésta.
.. . . . . . . . (de Vida de nadie, 1999)
EL VACÍO DEL AIRE
1.
En la muerte las palabras a la muerte.
Humo de victoria, huesos y más huesos el tributo.
A la cima del aire, el eco roto de un cielo interrogo.
2.
El silencio del cuerpo:
la desnudez en que duermes. El sueño que te cubre.
3.
Si el eco del sendero respondiera a nuestro silencio de ser piedras del río abandonado por sus aguas.
Si la muerte se alejara con el canto. Me digo.
4.
Al camino de la voz vacía. Mi silencio de ti, tuyo.
Perfecto deseo de ser nada.
5.
Un gesto es apenas el nombre. Otro el rostro.
Y en la suma del vacío, la resta del cuerpo brilla.
Mas, si lo que se despide de las manos, de las manos brota ¿Es la ausencia la escritura?
6.
Sí, miro mis ojos: vicio de oscuridad.
Y el cuerpo en que insiste la vida —agua primera, fuente antigua— el único camino escrito por la noche.
7.
Cruz del infinito
¿Quién puso el cielo en tu nombre?
8.
La muerte te hace animal humilde. Repito.
9.
Si todo lo que calla es un perfume, en la rosa de la espera florece la espina.
10.
Como fiebre de río, ahora vagar desnudo, de piedra en piedra, sin al cabo tocar las puertas de una oración.
11.
¡Oh!, el viento en la piedra: silencio del aire.
12.
Y feliz va el niño que fui entre la multitud perdido.
A la sombra del mediodía juega en el laberinto de una ronda.
Con la oración viene mi noche. Llega con el llanto del cuerpo mudo.
13.
Donde la infancia sueña, la mirada despierta junto a las piedras.
Y el miedo entre los árboles, otro follaje.
14.
Recibe la ausencia de esa mano que espera.
Escucha tu mano sembrar en el miedo tu cuerpo.
Rodar de piedras: música humana.
15.
¿Casa, el lenguaje?
¿Vivos, la vida?
16.
Cuando las cosas acallan la voz de las cosas, sólo quien retirado del mundo habla de su mundo entiende tanto silencio:
el vacío del aire.
Cuando el lenguaje —agua de ruego— es piedra de sacrificio.
17.
Soplo a soplo la piedra es viento
y arde el aire soplo a soplo
en la sangre las llamas del cuerpo.
18.
Vuelve la pregunta lejana en su eco. Me digo.
Como el espejo no cesa de mentir que estamos vivos. Repito.
19.
Saber de las alturas: un animal más
el aire.
20.
Qué es una oración de domingo, sino la voz acallada del que enciende la cerilla de la vida en las manos, como una luz de ceniza, para los labios, donde el rojo no quema.
21.
Y muerto flota el río sobre el agua.
22.
Pregunto a mis ojos por mí.
Con mi voz —pastor del aire— me abrazo en silencio a este corazón cansado de repetir sin cesar su fin.
23.
Pero ¿A quién entregar, piedra por piedra, las ruinas de la voz?
Ese rostro donde jamás estamos.
24.
Cuerpo deshojado
el aire que respiro.
25.
La voz oscura entre los pasos camina.
Y mi sombra —vacío encendido— es la espera del cuerpo.
26.
El vacío, esa montaña del aire.
.. . . . . . . . (de Piedra vacía, 2001)