Con El afilador de cuchillos, Fernando Jerez suma un nuevo relato a una excelente producción iniciada en 1958 con el volumen de cuentos El bachiller extraño. Sería redundante decir a estas alturas lo que han repetido críticos con el prestigio de Francisco Dussuel, Jaime Concha, Alfonso Calderón, Martín Cerda, Hugo Montes, Camilo Marks y otros, amén de numerosos escritores nacionales que también han publicado comentarios sobre sus libros. Podría resumirlos con tres adjetivos: profesionalismo, solidez e irrenunciable sinceridad para trabajar los temas y motivos de sus narraciones, siempre ancladas en asuntos trascendentes de la circunstancia nacional de las últimas décadas.
El texto de El afilador de cuchillos propone dos caminos para introducir al lector en los vericuetos de un criollo mundo empresarial que, según dice uno de los personajes clave del relato, no pertenece a los honestos porque la honestidad no es ruidosa, no provoca admiración. El primero es el discurso de un narrador llamado Ulises, un hombre que al aproximarse a sus cuarenta años se define como "domesticado por el orden y la ley, por la impotencia y la frustración". Sus palabras son rememorativas y hasta cierto punto justificatorias: cuando llegan a su término, permitirán comprender las razones de Ulises para calificarse de tan dura manera. La segunda senda de ingreso es el discurso de un narrador observador que centra su mirada alternativamente en las existencias del empresario Simón Zebrianik y de Octavio, su gerente general. Pero las historias de Ulises, Simón y Octavio no son paralelas: ambos discursos se interrelacionan férreamente, porque desde distintas perspectivas y puntos de vista retratan a los mismos personajes y enfocan idénticas peripecias, ya sea de manera similar o consecutiva. Así, por ejemplo, en 1969 Simón lee en el periódico la noticia sobre la muerte del que habría sido padre de Ulises, quien, años más tarde, llegará a la empresa de Zebrianik contratado por Octavio y se convertirá finalmente en testigo de su descalabro económico a consecuencia de los manejos no siempre honestos del alcohólico gerente general. Los dos discursos establecen, pues, una sola dimensión significativa: ambos nos introducen a una existencia de sobresaltos donde el riesgo, las negociaciones lícitas o deshonestas, el azar, los compromisos públicos o privados, incluso el engaño, el encubrimiento y la mentira son las peripecias normales de una vida empresarial enajenada por el lucro y las apariencias.
Fernando Jerez sabe armar con pericia y amenidad sus relatos. El afilador de cuchillos se inicia con la voz de Ulises recordando episodios anteriores a su incorporación a la empresa de Simón Zebrianik, donde destacan en particular
las menciones de cuatro personajes: Nora, el afilador de cuchillos, la chica de la luz y Mauro Pedraza, junto a otros indicios que sitúan al lector en el momento histórico central desde donde los dos discursos principales comenzarán un movimiento alternativo de retroceso temporal y retorno al momento presente de la narración. Las expectativas del lector han sido diestramente alimentadas; a partir de ahora el texto lo introducirá progresivamente en el espacio del mundo empresarial que construye Jerez, principalmente, desde el punto de vista de la figura dominante del relato. La existencia de Ulises ha sido marcada por sucesivos distanciamientos y separaciones que lo empujan a considerar su niñez y juventud como la de un extranjero sin derechos, un transitorio, un huérfano permanente. Pero el lector intuye al finalizar la novela que las huerfanías (para usar un término de Jaime Quezada) no son solamente la condición de vida de Ulises, sino que, metamorfoseadas, afectan a todos los personajes envueltos en la gélida atmósfera del mundo bursátil. Y, recordemos una frase conocida, si aparece una pistola en el primer acto tendrá que ser disparada en el último. Jerez también utiliza con maestría el efecto inesperado para cerrar puertas que abre al comenzar el texto.
Una novela que justifica sin duda ser leída y apreciada.
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Huerfanías del dinero
"El afilador de cuchillos", de Fernando Jerez. Simplemente Editores, 2012, 190 págs
Por José Promis
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 24 de marzo de 2013