Proyecto Patrimonio - 2009 | index | Francisco Leal |
Autores |


QT(n)TR. Vértigo y trenes.
Los poemas imágenes de Fernando Pérez.

Por Francisco Leal

Fernando Pérez me mandó de Nueva York su libro. Sabía que me iba a llegar, no qué recibiría. Esperaba una sorpresa. Pérez trabaja en la poesía talladuras sorprendentes. Hace tiempo nos reíamos con su río bravío de macho cabrío, o asombrábamos con sus limones desparramados y exprimidos —una lengua en experimento, decía Uribe. Después, sus libros Voces versos movimientos y Pasajes. Un solo ejemplo de estallidos en que anda metido Pérez:

Saberse enfermo y complacerse en ello
dejarse ir hacia el fondo, ir apagándose
como una estufa a parafina, hacerse
parte del moho que mancha los muros,
y asimilarse al olor agrio, intenso
de calcetines que no se han secado
por varios días ya, dejar que el polvo
crezca en lomos del libro cerrado
en que te has convertido,
todo esto en medio de la más completa
calma, observándose como de lejos
imparcialmente y sin mucho interés. (“Demonio al mediodía”)

Me llegó un mapa, un pliego de textos doblado en forma de plano de una ciudad. El libro, las hojas dobladas. Un folleto con imágenes lado y lado. Cada cara cubría un texto diferente. En ambas se sobreponían el dibujo, el dibujo esfumado de fondo con el texto. Tiene la luz de los concertistas pero otras sombras más singulares. Los desdoblé y me mareo. Lo doblo sobre mi escritorio.

Insomnio. El vértigo temblando en silencio, los ojos abiertos hacia una suerte de precipicio. Vueltas y vueltas. Me da vueltas el texto de Fernando.               Claro, su vértigo.

Lo manda por correo. Llegó antes de que Pérez viniera unos días a Fort Collins, camino a su periplo transiberiano, magallánico. ‘Léelo po’, me dijo. Lo había empezado. Era el anuncio de una andanza imprevista en estas praderas. Acá el tren es de carga y atraviesa el pueblo cubierto de carbón.

Abro, despliego, corto el poema. Los versos se aceleran, se enrollan, caen sobre una sombra.

Describir lo que llegó.

Las caras de la página tienen dos perfiles.

Las palabras de los poemas trazan, por un lado, círculos y recuadros, versos como camino de hormigas, ratas tras la música de la flauta. Del otro lado las palabras se arrojan estalladas y atravesando un prisma. A pedazos, a cuchilladas, una imagen óptica; el ojo, el lente, las córneas hechas de tajos de luz y sombra. La escritura baja y sube y corta textos triangulares. Abismos.

Reverso e inverso, se dobla la página. El papel despliega vértices por donde las cosas, las palabras, las sombras, suceden y se esconden. Hay que abrirlo, doblarlo –los verbos para leerlo deben ser más cercano al filo de las manos de las artes marciales. Lectura en delicada acción.

Algunas evidencias. Son poemas acelerados de NYC. Lo muestran las indicaciones: direcciones de trenes escritas en el departamento del autor. Se raya en los trenes, se escribe en el departamento. El movimiento en las letras apenas legibles, ya acostado, latiendo. Lo que queda, lo que sigue cuando se cierran los párpados, sin zapatos sobre las sábanas o cojines. O sentado y azotado por las andanzas de los trenes y su centelleo. No hay párpados que paren la velocidad de los carriles. Nueva York tiene un ground zero, una zona de impacto, muda. Astoria Queens, Coney Island, son las direcciones, como si esas direcciones dijesen algo. ¿A dónde vas Fernando?

En todos los dobleces, la voz del poema se desintegra. Se diluye como arena cayendo en la atmosfera, azotada por las subidas bajadas andanzas y detenciones, los pronósticos de lluvia, el fin del café, su foto mirándolo.

“Si ves algo di algo” anuncia su verso, fragmentado, que divide en dos un reverso de la hoja. 

Rubí Carreño escribe un recorrido de su crítica saltado de una estación de metro a otra, en Santiago: escuela militar, unión latinoamericana, san Joaquín, etc. Discute en el metro, permeando el desplazamiento en la crítica ¿Le llegarán a Rubí estos pliegos de trenes?    

Las estaciones o dirección es su título. Si es que tiene título y no la dirección. Dice QT(n)TR Un mapa de metro en los contornos de su experiencia. Las andanzas descompuestas, veloces. Las historias domésticas, las fotos difuminadas, las pulsiones de los viajes en metro.

 Viene con nombres de envío, de destinatarios y estampillas selladas. Solo así, me dice, llega. Los dedos de Monika los torcieron, mientras Nueva York se transformaba en maletas. Doblaron cerca de cien.  Salieron por correo a desplegarse a diferentes puntos de impacto. Otras direcciones.

Es un mapa. Se abre y despliega como un mapa. O un afiche para (denunciar) turistas o viajeros. Se abre. Qué ha pasado con el mundo. Se descompuso, tomó otras líneas y periplos. Se dio por completo al vértigo. Mi nombre está en esos pliegues, como sudario de sal. No es un mapa, solo pliegues y despliegues  —pero Pérez es un viajero.

[Poner una foto del texto y su diagramación, para que se entienda.  —No es eso: llega por correo, doblado]

Descripción: un reverso, casi renacentista en los trazados. Dibujos formas siluetas rostros cuadros y enmarques. Versos negros sobre el papel blanco. Los marcos y las líneas que rodean son versos en movimiento escritos desde la casa. La intimidad, los contornos domésticos son también sus tinieblas: aplasta dientes de ajo, su foto está clavada en un corcho. “El mundo no se vino abajo, menta”. Trazos de cotidianidad que no lo son para el que las anota: se acabó el café, regalaron un chatney de menta y piña, o viste pantalones largos o cortos. Zancudos entre la piel y el sonido. Inmanencia de una tormenta, el té amargo, viagra gratis y un concierto de cuerdas. Insisto: su propia foto clavada en el corcho.

Un largo verso hace de esta cara del pliegue un imago mundi, verso de circunvalación. Si es un mapa, estoy perdido.

 (No le des más vueltas, vete a dormir, es tarde)

Un reverso: la córnea tajeada, profundidades, horizonte encandilado, difuminado en prismas. El horizonte, el túnel que se proyecta desde las estaciones hasta una blanca ceguera. Rieles a ambos lados de una sombra encapuchada, un cuerpo de espalda parado en medio de la plataforma. Está cubierto. El poema escrito sobre la sombra y las luces, sobre la foto de la estación que corta en dos. Hay un tajo, horizonte o relámpago, se corta e dos, en cuatro, en seis. “Si ves algo di algo si ves algo di….”  Raja en dos el texto y la imagen.

En las estaciones las advertencias son contra las bombas, para que la espera esté llena de sospechas. Todos llevan detonadores y maletas. La advertencia se toma en serio y se escribe lo que se ve: se desata en una carrera delirante, naturalista: viaje en tren poema bajo encima a través de las calles de NYC.   

Te subes se cierran las puertas. La lengua escrita como recorrido por donde se mueven cuerpos y sombras, y cosas que cuelgan de los cuerpos. Se abren y cierran las puertas, suben y bajan personas con bolsas, uñas pintadas, tomando café. Entran los trenes y las ventanas en un túnel, salen. Las palabras en blanco y negro, sobre la foto de la estación, nublada. Se apoyan las manos en el mentón y duermen contra los cristales de las ventanas  —¿Qué soñarán metidos el túnel?

El recorrido solapa las lenguas, las cruza y enreda. Inglés español inglés, si ves algo di algo you break my (). Avisos, deudas, trabajos llenos de dólares y seguridad: cuidado con todo. Denuncias y sospechas. No cruzar esa línea, obedecer esta otra. Pero también una mariposa posada en la polera, sobre las tetas. Se baja. Los ruidos de los rieles. ¿Cómo estaría Teillier en estos trenes? Terminan los textos en un abismo. Caen/ suben al precipicio hacia la sombra encapuchada. ¿Por dónde sigo leyendo? Obligado a saltar.

El tren llega al mar. Pasa por el mar. Refresca. La sal se entromete en las letras, se acelera, crece disminuye. Brumosos pescadores y manos comiendo de unas bolsas de papel.

Y en eso: la que se sube,          baja, como tantas veces. Como siempre en estos periplos. La que pasa en estos pliegues: la que se baja, la que desciende. 

El piar de los pájaros contra la ventana la hace un poco menos oscura, sazonada con un leve destello azul. El vértigo es ahora un sueño de párpados pesadísimos. Con el índice y el pulgar empiezo a fracturar, quebrar el papel, en mitades, en cuartos, un lado, por el otro. Reducido.

La estación, (QTnTR), los nombres, sellos y direcciones sobre la mesa, sobre un fondo negro atravesado por un destello de luz.

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2009 
A Página Principal
| A Archivo Francisco Leal | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
QT(n)TR. Vértigo y trenes.
Los poemas imágenes de Fernando Pérez.
Por Francisco Leal.