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El
regreso de los muertos.
La
ciudad de Gonzalo Millán
Por
Francisco Leal
Hace poco vi una película
alemana titulada Good Bye Lenin, donde una ferviente funcionaria comunista
de la Alemania oriental sufre un accidente y queda en coma. En ese sopor, cae
el muro de Berlín y con él los comunismos de estado. Ella despierta,
y por temor a que sufra una recaída debido a la fuerte impresión,
su hijo decide ocultarle el colapso y hace que viva como si el muro no hubiese
caído. Reproducir esa continuidad en el fervor del derrumbe no es fácil:
pese a que ella está postrada en el departamento, el hijo tiene que inventar
y grabar noticias falsas, fingir desfiles, reciclar antiguos camaradas, etc. todo
un despliegue de aparatos ideológicos. Pero un día la mujer se levanta,
sale de su apartamento y constata el derrumbe. En ese anonadamiento, su hijo decide
la última y más riesgosa maniobra de falsificación: graba
un noticiario donde dice que si bien es cierto hay un cambio rotundo, lo que realmente
sucedió es que colapsó el capitalismo, que el muro cayó porque
todos son ahora comunistas, y que los estados socialistas están fraternalmente
recibiendo a los camaradas del otro lado.
Más allá del anhelo
que despierta esta película (la caída del capitalismo) lo que quiero
rescatar hoy es el gesto de tapar un quiebre dibujando encima una continuidad.
Precisamente porque ese gesto es opuesto a lo que sucede con el traspaso de la
dictadura a la democracia en Chile. Si en Good bye Lenin se simula una
continuidad sobre un quiebre, en la post dictadura chilena se simula un corte
donde en realidad hay continuidad. Las ficciones que denuncian esta perpetuación
son muchas (Lemebel, Eltit, Berenguer, el neo policíal de Díaz Eterovic,
etc.) Me concentraré hoy en el poemario de Gonzalo Millán La
ciudad, uno de los más radicales de la poesía chilena, que se
despliega en dos publicaciones en 1979, en el exilio, en plena dictadura padeciéndola
y denunciándola, y luego, con modificaciones importantes, en 1995 en pleno
festín de olvidos haciendo repercutir la dictadura en un terreno que la
niega, la mira como antagónica, o desconoce sus vínculos.
Pero
antes, dos advertencias fundamentales. La primera: No caer en la tentación
de pensar La ciudad como producto exclusivo del Estado dictatorial, que
obliga a una determinada escritura y lectura. Indicar que tal o cual texto se
debe, por ejemplo, al aparato censor no hace más que asignarle a las dictaduras
un valor productivo, y por lo tanto positivo. Esto no contradice que La ciudad
se remita fuertemente a la dictadura. Pero hay que hacer la distinción
para no insistir en esa aberrancia productiva, y disponerse férreamente
en contra de la opinión común que asegura que bajos las dictaduras
se produce buena literatura, ya que hacer esta conexión es afirmar que
las masacres, las torturas, las desapariciones se compensaran literariamente o
se justificarían ya que producen una buena literatura. Segunda advertencia:
otra opinión muy difundida en la academia dice que el tema de la post dictadura
en el cono sur -con todo su despliegue: memoria, trauma, derrota, censura, autocensura,
etc. - es un tema acotado y trabajado hasta el hartazgo. Este comentario delimita
la crítica a las leyes exclusivas que dicta el mercado en el sentido que
permiten abocarse solo a aquello que sea pertinente a partir de las coordenadas
que desde ahí se dictan. ¿Cómo es posible, entonces, criticar
el mercado rigiéndose férreamente a sus demandas? "mientras
no se piense la dictadura permanecerá entre nosotros impensada y, por consiguiente,
indestructible." (El siglo 15). Dejar de pensar la dictadura impide,
también, recapacitar sobre la conexión que la liga con lo que la
sucede: la post dictadura. Para establecer los vínculos secretos y profundos
entre una y otra es indispensable no claudicar la crítica o el pensamiento
para salvaguardar los reglamentos del mercado. Hasta aquí las advertencias.
La
continuidad entre la dictadura y la postdictadura se marca, principalmente en
tres territorios: en la reproducción del estado diseñado por la
dictadura, en la impunidad de los crímenes y la perpetuación del
sistema económico instalado por la represión. Tres puntos íntimamente
relacionados, es decir inseparables. Louis Althusser precisa que "Es necesario
distinguir entre el poder de Estado (conservación del poder de Estado
o toma del poder de Estado), objetivo de la lucha política de clases por
una parte, y el aparato de Estado por la otra. Sabemos que el aparato de
Estado puede seguir en pie tras el colapso de un poder de Estado. Aun después
de una revolución social como la de 1917, gran parte del aparato de Estado
seguía en pie luego de la toma del poder por la alianza del proletariado
y el campesinado pobre: Lenin lo repitió muchas veces. ("Aparatos
ideológicos" 45). A lo que llama la atención Althusser es a
mirar en el supuesto quiebre puntos de continuidad decisivos que precisamente
impiden ese quiebre.
Vamos a La ciudad. Partamos sintomáticamente
con su destrucción.
..........
Desmontaron bosques.
..........
Desdentaron bocas.
..........
Desolaron el país.
..........
Desperdiciaron el tiempo.
..........
Desvariaron a diario.
..........
Desalaron el mar.
..........
Desanduvieron el camino.
105.....Destruyeron
la ciudad. (53-56)
La catástrofe
en Millán no "hizo imposible la poesía, sino obscena la elocuencia."
(El siglo 120) como lo presenta este fragmento. Alain Badiou establece
que una de las figuras principales del siglo XX es la destrucción, "lo
nuevo, dice, sólo puede llegar como tomado de la ruina. Sólo habrá
novedad en el elemento de una destrucción íntegramente consumada."
(El siglo 91) Pero frente a ese impulso destructivo Badiou establece dos
vertientes: por un lado la fascista en donde la destrucción reestablece
un orden antiguo, donde "la depuración es en realidad el proceso más
o menos violento de retorno de un origen desvanecido". Para el fascismo "la
tarea del siglo es la restitución (del origen) mediante la destrucción
(de lo inauténtico.)" (El siglo 91) Por otro lado, está
la vertiente comunista donde de la destrucción aparece algo que jamás
había existido: lo nuevo. En La ciudad la destrucción es
el derrumbe de la política y la instalación del mercado. Grínor
Rojo se refiere a ese fragmento afirmando que la tragedia consistió en
que: "destruyeron la ciudad nuestra, pero no para construir otra nueva en
su sitio sino para rehacer la ciudad vieja, para 'desandar' el camino." (Crítica
80). La ciudad, entonces, por un lado marca el anhelo leninista de la acción
directa, y por otro establece la denuncia de que esa destrucción reificó
un espacio de mercado que hoy en día aparece desconociendo su pasado, como
si siempre ha sido así.
"Las dictaduras del Cono Sur, dice
Millán, eran el puente sangriento que nos llevaba del Estado al Mercado.
La ciudad denuncia y registra ese tránsito." Eduardo Galeano
precisaba con macabra ironía que "torturaron para que los precios
fueran libres". "descargas eléctricas en los genitales, ejecuciones
falsa, violaciones, palizas, submarinos, humillaciones de varios tipos, tortura
en niños y mujeres embarazadas, [indica Avelar] tortura a menudo aplicada
a prisioneros encapuchados, asistida por médicos y convertidas en verdaderas
ciencia. Puede que no sea inútil decir todo esto una vez más para
que se recuerde el terreno histórico sobre el cual reposa el mercado actual.
(Alegorías 92). "Así, en vez de celebrar las nuevas
libertades y responsabilidades proporcionadas por la "democracia", es
mucho más importante, precisa Žižek, centrarse en aquello que permanece
idéntico en medio de esa fluidez global, en lo que funciona como el verdadero
motor de esa fluidez: la lógica inexorable del Capital". (The Ticklish
354)
En épocas como la post dictadura en Chile, donde se celebra
el fin de la dictadura y la ráfaga de éxitos económicos del
neo liberalismo ¿Qué pasa cuando reaparece un libro que señala
el secreto fundacional de este festín? La ciudad vuelve con varias
modificaciones, entre las significativas, como veremos, es la absorción
del poemario anterior de Millán, Seudónimos de la muerte
-publicado en 1984 y que trata sobre los crímenes de la dictadura y el
exilio: esta inclusión y las otras modificaciones vienen a señalar
que la vuelta de La ciudad no es un gesto documental ni monumental, sino
de interrupción. Seudónimos de la muerte interrumpe el curso
de La ciudad así como La ciudad, en su nueva versión,
interrumpe el precario cierre que la democracia de los acuerdos que se instaló
en el terreno de la política. La vuelta de La ciudad no tiene que
necesariamente con un trabajo de la memoria (tan aplaudida) sino con una denuncia
de lo que el presente tuvo que desaparecer para constituirse como tal. Veamos
un poema: "La aparecida" en Seudónimos que pasa a ser el fragmento
27 en la nueva versión de La ciudad
Apareció.
Había desaparecido.
Pero apareció. Meses después.
La
encontraron en una playa.
Apareció en una playa.
Meses después
con la columna.
Rota y un alambre al cuello. (47)
¿Qué es lo que aparece en esta incrustación? Obviamente el
cuerpo de una torturada arrojada al mar. Pero más radicalmente es el retorno
de lo reprimido por el presente, lo impresentable, es el aparecimiento de aquello
que precisamente se busca mantener oculto. El aparecimiento de La ciudad
en su nueva versión replica la alegoría del regreso de los muertos:
son los espectros, en el sentido marxista, de la dictadura que acosan y acechan
intempestivamente la post dictadura denunciando su dato secreto dispuesto a la
desaparición, y mostrando lo que el presente ocultó -sus crímenes
y torturas- para existir.
Pero La ciudad no es un simple catálogo
de las fechorías dictatoriales que se intentan borran en el escenario de
la post dictadura. Más importante es su apertura a lo político,
entendiéndolo como lucha emancipatoria. En tiempos de fragmentos, post
ideologías y derrotas, donde el escenario estético debe presentarse
alejado de toda interferencia política, La ciudad instala una sutura
donde se cruza lo político con la poesía, y no solamente por medio
de la denuncia. Veamos, para terminar, este poema en donde Millán altera
la corriente del tiempo para desmantelar fugazmente la teleología del capital
que se mira como eterno, infinitamente reproducible, y hacernos pensar en un espacio
fuera de la catástrofe actual:
Los
muertos salen de sus tumbas.
Los aviones vuelan hacia atrás.
Los
"rockets" suben hacia los aviones.
Allende dispara.
Las llamas
se apagan.
Se saca el casco.
La Moneda se reconstruye íntegra.
Su
cráneo se recompone.
Sale a un balcón.
Allende retrocede hasta
Tomás Moro.
Los detenidos salen de espalda de los estadios.
11 de
septiembre.
Regresan aviones con refugiados.
Chile es un país democrático.
Las
fuerzas armadas respetan la constitución.
Los militares vuelven a sus
cuarteles.
Renace Neruda.
Vuelve en ambulancia a Isla Negra.
Le duele
la próstata. Escribe.
Víctor Jara toca la guitarra. Canta.
Los
discursos entran en las bocas.
El tirano abraza a Prats.
Desaparece. Prats
revive.
Los cesantes son recontratados.
Los obreros desfilan cantando
¡Venceremos!
(85-86)
Vuelven los cadáveres
de la dictadura y el espacio político desaparecido también. El poema
termina con el grito de los obreros: ¡Venceremos! -lema de la Unidad Popular.
El rescate de este grito final se despliega de dos maneras. Por un lado se puede
mirar como un grito apagado, obsoleto, que responde solo al museo del pasado que
antecedía a la destrucción de la ciudad y que fue arrasado en esa
misma destrucción: es decir el remedo de la izquierda de viejas consignas
y el relego de la política al espacio del museo. Sin embargo aparece también
la repetición de ese grito, en el sentido que Žižek habla de repetir a
Lenin en nuestros días: ese decir darle una nueva vida a esas esperanzas
que aun sigue embrujándonos. Repetir a Lenin o el venceremos no significa
volver a eso, repetir ese grito significa aceptar que esa grito está muerto,
que sus soluciones particulares fallaron, que incluso fallaron monstruosamente,
pero que hay ahí un destello utópico que vale salvarlo. (Revolution
at Gates 310)Repetir el venceremos, como lo hace La ciudad es repetir
no lo sólo lo que se hizo a partir de esa consigna sino también
en lo que falló y en las oportunidades que perdió. El ¡venceremos!
no es la melancolía del pasado destruido sino la apertura de la política
en un presente que se mira como perfecto.
St. Louis, Primavera
2006 ............................ .
Bibliografía
-
Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del estado.
Buenos Aires: Nueva Visión, 1995.
- Avelar, Idelber. Alegorías
de la derrota: La ficción postdicatorial y el trabajo del duelo. Santiago,
Cuarto propio, 2000.
- Badiou, Alain. El siglo. Buenos Aires: Manantial,
2005.
- Millán, Gonzalo. Seudónimos de la muerte.
Santiago: Manieristas, 1984.
_____________. La ciudad. Santiago:
Cuarto Propio, 1994.
- Rojo, Grínor. Critica del exilio.
Santiago: Pehuén, 1988.
- Žižek, Slavoj. Revolution at the Gates:
Žižek on Lenin. The 1917 Writings. London: Verso, 2002.
___________. The
Ticklish Subject. London: Verso, 2000.