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Muestra poética

FRANCISCO LARIOS

 

 



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Fábula clásica
Helos aquí:
Fulvius Macrianus, Macrianus Iunior, Quietus, Postumus,
Aemilianus, Tetricus Senior y Tetricus Iunior, Magnus, Pacatianus, Ingenuus, Balista, Felicissimus,
Terentius Maximus, Gellius Maximus,
Regaliano y Sulpicia Dryantilla

–muertos todos;
olvidados.

Nadie despierta sudoroso en su nombre, ni sufre sus conjuras y confiscaciones. 
Nadie teme a Tetricus, ni a Postumus.
Nadie sabe en qué playa inundada están las sobras de Aemilianus.
Nadie sabe quiénes son los hijos de Sulpicia; nadie les odia ya, y
nadie sabe cómo fue quererles;

Nadie les cuida, nadie les traiciona, nadie sufre su traición.
Nadie les aclama en las plazas.
Nadie afila las lanzas en su nombre.
Nadie se ocupa de censar el odio que germina en los aplausos.
Nadie espía las nuevas codicias que brotan como musgo entre sus sombras.
Nadie ambiciona tratos con Macrianus.

Ya no conspiran, ya no obtienen ganancias de su astucia.
Ya no ganan y pierden las batallas, ni avalúan sus victorias con actuarios de muerte.
Ya pueden descansar sus sonrisas incompletas, y el rictus macabro en sus miradas.
Ya no precisan mentir, o hacer inventar perversas fantasías.
Ya no necesitan esconder sus motivos.

Ya están todos muertos;
olvidados.

(De Cada Sol Repetido)

Los poetas en el Café Demetrio

Van la caterva de ilusos, impagos, intonsos
llegando como hormigas sedientas
con su gorra y sus planes de escape
sus memorias de tiempos distintos
a la esquina del Café Demetrio.

Han sido largos sus días sin noche.
Ha sido insobornable su dispendio;
Ha sido la dulce maldición en la antesala harta de violencia
de santuarios arrasados por diluvios en primordial Uruk
hundiendo su corazón en sesenta doble-leguas de terrores.

Emergen al fin, y uno a uno en clave antigua
en Píndaro respira, y la dulcísima música renace.

Y a coro:
al hombre encanta fábula que de bella se gloria,
más que verdad cuya crudeza espanta


Luego uno afirma–en su duda–su fe:
¡de algo ha de servir esta belleza!

Otro invoca a Pablo, a Manuel Gutiérrez Nájera, a Eliseo Diego,
a Carlos Martínez Rivas insurrecto viejo preguntando
dónde se emborrachan los poetas.

Y Borges ciego Lazarillo cortés paternal gentil les lleva
al profundo momento del reverso.

Y no hay estrellas, y nadie las extraña.

Y Catulo no falta, Catulo que ha besado libérrimo en sus sueños
no podía perderse esta tertulia,
ni Propercio engañado por Amor, ni Baudelaire maudit.

Tejen su red final, su abrazo, su ojo regresado del abismo, su cercana versión de la distancia.

Quizá por eso nadie recuerde al rey-poeta de Tezcoco:

¡Instante brevísimo, oh amigos!
¡Aún así tan breve, que se viva!

Para qué, si hoy no hay estrellas, y nadie las extraña.

(De Oficio de Tinieblas)

Dos poetas, un hombre, un niño

For that’s how it’s always been—
the murderers murder,
the intellectuals make it palatable,
and the poet sings
Aharon Shabtai

Un maestro, con nombre y galardones
y palios, y cultas tristezas
predica entre poetas jóvenes que llegan
con sus presentimientos y su sed,
y dóciles le admiran de momento,
intactos todavía sus modales,
y le oyen decir que el verso es anárquico,
indomable,
libertario
(a él, altivo y muy especial, iluminado,
testigo además–como todos nosotros—
de algún incidentillo indenunciado).

Mientras, en Israel,
Aharon el poeta celebra Rosh Hashana,
el niño Muhammed es asesinado
y Aharon cena su pasta y sus tomates, su ajo y su aceite de oliva,
y dócil en su limpia cotidianidad
ve al ilustrado ministro de defensa
desarticular elocuentemente
la artera trampa alevosa de Muhammed.

Aharon escribe, reporta, versifica,
después de la cena,
después de las noticias,

porque entiende su deber de bardo.

Ahora me toca a mí, cantar la historia de los dos profetas.




Queja contra el amor que tarda

Todo llega,
incluso la ascensión de las palabras
y el día en que una de ellas
se quedará extraviada,
e incansable golpeará
las paredes de la noche.

Y en la hora terrible de la duda,
llega el resquicio por el cual
se escapará la culpa de un asceta,
y entrarán tus ojos que deshacen neblinas
con una luz muy tenue que viene desde lejos,
amable en su vejez contemplativa,

transitando del cielo a la cosecha,
del suelo fértil al desierto que nada
sensual entre las dunas;
puente del vuelo al águila,
y del agua al pez,
camino de frontera
que hiere y sana,
flujo que hilvana las olas.

Así también algún día
llegarán las respuestas.

A lo mejor
llegue el amor
a visitar las ruinas.




Partitura del amor fiel

Todo esto debería ya saberse:
el amor arranca chispas al agua y al bosque seco;
manan torrentes desde su sed profunda;
su polen hace brotar palabras en las piedras;
de la mano de Dios no sabe qué es incienso,
y entiende más de nacer que de abnegar,
se empeñó en aprender el arte del regreso,
y ayer sintió nostalgia
y hoy tiene el cerebro lleno de poemas; y se ha dado a indagar,
tornando celestes las ventanas,
si las garzas blancas rondan todavía,
si las trinitarias se desperezan;

esconde los detalles del día en su memoria,
y los derrocha después
en crisálidas ociosas;
pero cabe en una sola línea sincera,
y sabe dónde estás,
y allí te espera.

(De Babel y Exilios. Inédito)




Fertilidad de la compañía lejana
(Porque María Celina me trajo desde lejos un haiku que cambió mis planes)

Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo.
Mitsuo Bashō

Me entregaste una puerta más
al cielo,
arruinaste mi cuidadoso plan
de nuevo;
ha quedado otro camino a medias;
por tu culpa se acumulan las cosas
sin construir,
y el crepúsculo me atrapará
recorriendo el espacio
entre dos huellas.




El saltamontes recuerda

… no dejéis que la primavera, la claridad del cielo
y el brillo de la luz de la mañana os engañen.
Porque la oscuridad, el estruendo de los truenos
y el soplo del viento avanzan hacia vosotros desde el horizonte.
(Abdul Qasim Al Shabi, “A los tiranos del mundo”)

Recuerdo al saltamontes huraño
dignamente ocupado en sus sobrios asuntos;
genuino monje, sereno, algo extravagante;
no muy aficionado a la lectura, sabio;
una familia harmoniosa y discreta que inspira
tímido afecto,
que recibe al amigo con recato, y acomoda
el equipaje en una esquina, mientras hierve
el café en la estufa.

El músculo agotado se distiende;
el sudor enfría la espalda;
los niños preguntan orígenes, destinos, con voz de secreto inocente
y hambre de otros matorrales que ha visitado el saltamontes padre
–quien hoy rememora, en ocasión de la visita,
mientras prosigue ocupado sus sobrios asuntos.




Milonga de la joven noche

Aunque una joven noche se desborde,
callan sus ojos tristes desde el fondo;
y en deshecho sarcasmo, el viento
por más que quiera, calla.

Algunas cosas no las cambia el tiempo.
El sol posa en derretido fuego su occidente;
lenta serena cresta inclina quien
volver conoce. 

Y el aire, oblicuo,
preso en la atmósfera o muerto,
en su ritual destino, enhebrado, fluye,
aunque la joven noche se entristezca.

(De Brevísima Hojarasca. Inédito)


* * *

Francisco Larios es nicaragüense, pero reside en Estados Unidos. Ha publicado los poemarios: Cada Sol Repetido (2010), Babel y Exilios (2010), Oficio de Tinieblas. En proceso de publicación se encuentra Brevísima Hojarasca. Es doctor en Economía, consultor de economía internacional y catedrático universitario en la Nova Southeastern University, Fort Lauderdale, Florida. Ha publicado en Letralia.com.



 

 


 

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Muestra poética:
Francisco Larios.
(Managua, Nicaragua)