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Deshaciendo la historia familiar: Yllu de Soledad Fariña
Yllu Soledad Fariña
Santiago, Lom ediciones, 2015
Por Francisco Leal
http://www.revistaintemperie.cl/
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Yllu, el más reciente trabajo de Soledad Fariña, pese a su apariencia de relatos de familia, destaca una escritura donde el misterio del aire es su metáfora más productiva. El laberinto deYllu no radica en la diversidad de estilos que mezclan las memorias familiares con la autobiografía poética, ni en sus referencias, principalmente a Adrianne Rich, ni en la multiplicidad de personajes que interactúan. Tampoco en su título que vincula al mundo quechua y a sus maneras de contar historias, pues, como indica el epígrafe de José María Arguedas, “Yllu es una onomatopeya” que “representa en una de sus formas la música que producen las pequeñas alas en vuelo” que “mueven el viento hasta agitarlo.”
Aunque hay más referencias a la mitología griega y al río Nilo que a la cosmogonía andina, la importancia de los elementos naturales y la idea de que las alas mueven el aire y modifican la historia, es la impronta fundamental del poemario y lo vincula con lo manifiesto en su título. Sus relatos se inspiran en la oscilación del viento, siendo el poema que se dibuja en la página como una onda con nombres de plantas que empiezan con A (“Amapola, Abadol, Abrótano”) un brillante ejemplo de esta composición aérea.
A primera vista el libro confunde, pues pese a presentase como historias familiares, es en verdad una investigación sobre las posibilidades de la poesía, sobre lo que dice y lo que silencia: “la duda en la palabra me hace perder certeza en lo que escribo”, precisa en “Los recuerdos”, o en “Armar el teatro”: “¿qué son las palabras? /nada / a lo sumo aire cuando uno las pronuncia/ cuando uno las escribe son nada nada”, pues “no toda la verdad puede llevarse a escena”, indica “Bajo el tamarindo”.
Deshacer la historia y los lazos predeterminados que definen la subjetividad de los cuerpos, que es también una manera de reescribirlos, es su más rotundo potencial. Por eso afirma: “Hijo mío soy agua de charca/ y te contengo/ pero también soy río me derramo/ y me libero de mí” (“Cuando la luz amaine”).
Yllu destaca una poesía que persigue deconstruir los presupuestos más tradicionales de la narrativa familiar. Pese a que sus relatos se basan en una dicotomía donde los personajes femeninos se vinculan más a la naturaleza (“quien no ha escarbado el vientre de la tierra nunca entenderá este silencio”), y los masculinos a elementos culturales (canto o lectura), el poemario intenta desarticular esos extremos. La historia central de las hermanas se describe por medio de juegos que crean un mundo propio: “inventaremos un teatro: pronto saldrás por la mampara acarreando tres, cuatro muñecas viejas, nosotras no hablaremos, serán ellas” (“Te propongo un juego”), resaltando también un tema clave de la poesía de Fariña: el sacrificio: “Siento un cosquilleo en el pecho, me imagino que será algo como el picor de la culpa por —después de deshojarlas—haber tirado a nuestras hijas desnudas a la acequia.” (“Nada sopla”).
Freud afirmaba que el poeta es el sucesor de los juegos infantiles y Fariña lo testifica con sus relatos que exteriorizan también su deuda con Gabriela Mistral: “esta vacuidad no es el vacío/ es un lleno de árboles/ que se hablan uno a otro/ sin saber que están solos o se tienen/ quizás en las raíces”, anuncia “Madurez (Aria)”. Si las hermanas se relacionan con sus juegos a la naturaleza, los personajes masculinos, en contraste, se avienen más a elementos culturales: el hermano lee “para inventar historias, para espantar la ausencia” (“Fábulas del hijo”), y el padre, figura principal, canta abriendo el poemario: “Insomne, nuestro padre divaga, recuerda las montañas, tarea con voz ronca una melodía”. Y lo cierra, moribundo: “Nuestro padre va entrando a la muerte y sigue cavilando” (“¿Será ya la salida del sol?”), pues su presencia es la ley del lenguaje y la historia con los que se intenta romper. “Ha llegado la hora del contorno, todo se ha vuelto silueta, no hay sino fantasmas”, precisa en “Devaneos del padre”. Pero insisto: más allá de las historias familiares, el potencial poético para reescribir estas relaciones es lo que más se destaca del poemario. Por esa razón se despide anunciando: “Se ha consumido el incendio de mi mente. Ya no es fuego, no es grasa, mi mente es una lluvia de cenizas blancas que se esparcen, y Yo, o aquello, o aquello que era Yo, desprovisto de esencia y de nombre, voy subiendo a esta Nada que es Aire, elemento ligero e invisible donde el último aliento es el primer aliento/ del Soplo/ del Viento.” (“Despedida”)
Fariña resalta una poesía contraria a la petrificación de la historia: “Como pequeños insectos se nos acercan las palabras de las piedras” (“Vuelve a entrar la ráfaga de aire”), elaborando una arqueología verbal sobre la materialidad y los sonidos que han caracterizado su poesía, donde la disposición de los textos juega un importante rol: “¿Qué dice el libro? No sé, sólo miro los dibujos negros como el silencio” indica en “Trazo líneas en el agua.” Pero todo está caracterizado por los sutiles cambios del viento, pues Yllu busca “llegar al instante donde ya no hay opuestos, cada cosa, animal, ángel o humano contiene su contrario” (“¿Será ya mediodía?”). En ese sentido, Yllu continúa el trabajo de Albricias, Mi primer libro y En amarillo oscuro, la primera trilogía de libros de Fariña, y también a su libro de relatos Otro cuento de pájaros, donde igualmente impera lo poético: “mi memoria de sol me trae un aleteo”, indica un cuento de esa colección.
Pero Fariña se excluye del pequeño boom de poetas que escriben novelas, muchas veces por razones menos literarias que editoriales o incluso comerciales. Más bien, como lo muestra Yllu, la poeta sigue haciendo excelente poesía, concentrando sus experimentos en la textualidad y materialidad de las palabras, como si, con la misma intensidad y creatividad que caracteriza su obra, siguiera escribiendo su primer libro.