EL RASO QUE TODOS PODRÍAMOS SER
PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE CARLOS CARDANI
Por Felipe Moncada Mijic
Salón Rojo, Valparaíso, 11 de diciembre 2009
El libro que presentamos esta noche, “Raso” de Carlos Cardani, comienza con una cita del poeta inglés Wilfred Owen, en que hace mención a la primera guerra mundial, dice: “Si en algún terrible sueño fueras tú también marchando”, curiosamente Owen muere en el año 1918, a los 25 años de edad, una semana antes de firmarse el armisticio, en pleno campo de batalla, como si aquel terrible sueño que imaginó, hubiera cumplido su premonición de hacerlo marchar a la muerte.
Entonces, las primeras señas del libro de Carlos aluden a la guerra; el título que nombra al soldado más bajo del escalafón militar, la cita del poema de Owen, e inclusive la silueta del soldado con fusil que domina la portada, sobre un fondo que sugiere la devastación o el desierto, todo aquello hace pensar en olor a pólvora y gritos de combate. Sin embargo, no se trata de un libro de poemas de guerra, sino más bien de un conjunto sobre el adiestramiento militar en época de paz. Aunque se trate de una paz que se puede poner entre comillas, pues gran parte de los textos hacen mención a un simulacro de conflicto, al nacionalismo, el culto por la autoridad, la homofobia y la discriminación racial, elementos de una guerra latente en la cabeza de los mandos del Ejército de Chile, como queda de manifiesto en los primeros versos del poemario:
Buenas tardes señoritas/ yo soy su comandante de escuadra/ se dirigirá a mi diciendo/ permiso para hablar con usted mi cabo Parra/ responderá todo lo que pregunte/ hará todo lo que diga.(1)
Cardani utiliza en algunos poemas la voz de mando como hablante; el mayor Erwin Siebert, el cabo Parra, el suboficial Manosalva, en definitiva, la de cualquier superior en la jerarquía del ejército que va informando en lenguaje coloquial y figuras sencillas, las enseñanzas al interior del Regimiento de Arica:
Soldado esos círculos no son su objetivo/ imagine que eso es un peruano/ que se acaba de violar a su mamá/ piense en eso y nada más.(2)
La utilización de la voz de mando incorpora un plano paralelo al relato central del libro, el de un raso que al interior de los arcos triunfales de este bizarro regimiento(3), recibe instrucciones de lo que debe suceder al interior y también, de lo que debe proyectar al otro lado de esa frontera, como queda claro en el curioso método literario impulsado en el recinto:
Ahora tendrán que escribir una carta a sus familias/ digan que están bien, que los tratan bien/ que no pasan hambre ni frío/ manden saludos, cariños/ algo que deje tranquilas a sus madres y punto/ recuerde que su carta pasará por todo el conducto regular/ entréguela abierta, nosotros la sellaremos.(4)
Otros poemas se emparentan más con la descripción, ahí aparecen elementos propios del mundo militar: batallones, cargos jerárquicos, centinelas, polvorines, polígonos de tiro, garajes, aduanas, botas, camarotes, la escuadra, el acto de pasar revista, de lucir una nueva tenida de combate, de asumir días de arresto, todo un mundo que se despierta con la diana y termina al caer el uniforme, oír el roce de los pajeros y las botas del cabo de guardia.
Y es que una de las destrezas del autor, es generar un claro hilo conductor, sin caer en la monotonía que provoca la carencia de recursos, como suele suceder en textos que apuestan por la unidad temática, Cardani alterna la voz de mando con la voz de los compañeros de escuadra, intercala el relato, la descripción y el retrato, alejándose del peligro de la narración lineal y predecible, notable es la pintura que hace del gordo Iturbe:
El gordo Iturbe es una bestia/ en un metro noventa ciento treinta kilos/ que se tiende lento, que se levanta peor/ en carrera mar todos le sacamos una vuelta.// le trajeron la blusa del suboficial más gordo y le quedó chica/ en una sentadilla se le rajó el pantalón.(5)
También aparecen el ariqueño Cejama, el raso Miranda, Aguirre Namuncura, el retrato ofrece la posibilidad de reproducir, interpretar, deformar, interpelar, pero también logra generar una cercanía con el personaje elegido.
El hablante en primera persona, el raso Cardani, también asoma de vez en cuando en los textos, siendo uno más en la galería de personajes, una voz que no se tienta por emitir juicios o lanzar la arenga obvia, ya que le basta la limpieza de imágenes y elegir situaciones significativas para construir atmósfera, cito algunos:
No necesito de ovejas para dormir/ solo me dejo llevar/ por el número de sentadillas/ que escucho desde lejos.(6)
No nos conocemos/ pero yo pienso en usted/ al apuntar con el fusil/ al desenvainar el corvo.(7)
Textos en que el conscripto sigue encerrado en los muros del regimiento, hasta en lo más íntimo como son los pensamientos. Alguien querría revisar quizás la tradición de la escritura sobre el mundo militar, recopilar el obituario de los poetas soldados, tarea ardua y que podría servir de castigo para un tesista insurrecto. Y sin ánimo de perderme en esos pasillos, y quizás para completar anteriores comentarios, creo que por lo coloquial del texto, que se impone por sobre un esperado dramatismo, y por referirse a reclutas, se podría tender un vínculo con La Ciudad y los Perros de Vargas Llosa, o en nuestro mundillo nacional, recordar el soneto La Pena de Azotes(8) de Carlos Pezoa Véliz, o conectarlos con los cuentos militares de Olegario Lazo, quien sin embargo escribe desde su gusto por la disciplina, rescatando el lado humano del hombre de armas, su lado amable, el chascarro, pero, ¿hasta que punto puede ser graciosa una institución que al fin y al cabo dedica las tardes a sacar filo a su bayoneta en tiempos de paz?, recordemos que en tiempos de paz (1997) fue muerto el conscripto Pedro Soto Tapia en el Regimiento de San Felipe y su cuerpo hecho desaparecer bajo un macabro código de silencio, o que el 18 de mayo del año 2005, obligados a marchar con viento blanco, murieron 45 soldados del regimiento de Los Ángeles a los pies del volcán Antuco, 44 soldados rasos y un sargento, guardando las proporciones de las pérdidas según la lógica militar, quizás para ellos se podrían repetir los siguientes versos de Owen, aunque no hallan sido escritos en tiempos de “paz”:
"¿Qué fúnebres tañidos se ofrendan para estos que mueren como ganado?.., ¿Qué cirios pueden encenderse para despedirlos? No en las manos de los muchachos, sino en sus ojos, brillará el sagrado resplandor de los adioses. La palidez en las frentes de las muchachas será su mortaja. En lugar de flores estará la dulzura de mentes silenciosas. Y cada crepúsculo será como un lento cerrar de postigos.”(9)
Habría que revisar el contraste de ese poema con los discursos oficiales en el funeral de los muchachos de Antuco, para encontrarse en los últimos con nociones como patria, nuestro Chile, héroes, morir con gloria, de los que convenientemente se han excluido los términos calambrientos, señoritas, amariconados, pollerudos, que vuelan de boca en boca al interior de los regimientos, y de los que el libro de Cardani es un buen testimonio.
Sobre lo mismo, el lenguaje utilizado en el libro, es notoria la presencia de términos propios del mundo militar, inclusive su jerga, pues allí aún existen desertores y centinelas de guardia, mientras en los galpones descansa la artillería pesada y los pelados pueden ser satélites o imaginarias según la escena que deban representar y si bien el texto durante algunos intervalos descansa principalmente en lo narrativo, creo que uno de los aciertos en cuanto a lenguaje poético, reside en la transformación de los lugares y objetos, momento en que el pensamiento escapa del límite marcial, pues en la operación que realiza Cardani sobre el idioma (la cita no es textual); Santiago puede ser tan solo la voz de su padre al teléfono, o un cigarrillo prendido en mitad de la noche por el imaginariapuede ser un faro suplicante de castigo, o la enfermería un circo de calambrientos donde sus habitantes se llaman el depresión, el cefalea, el hemorroides, el lumbago, como si la enfermedad que cargan o simulan, fuera el personaje y la persona.
Sin embargo, el autor de Raso no se queda en la caricatura de compañeros y superiores, pues en la adversidad de cohabitar un recinto de adoctrinamiento, nace un sentimiento de compañerismo, como el que se hace patente en el poema dedicado a Aguirre Namuncura, cito un fragmento:
…Me habla de su familia, de su polola que juró esperarlo/ me ayuda con las marchas, yo le escribo sus cartas/ planeamos el franco, imaginamos las campañas/ ¿Cómo será Arica? ¿Qué pasará en Santiago?/ creo que soy el único que sabe su nombre de pila/ que lo siente camarada, que lo siente amigo.(10)
O en el texto en que se relatan los momentos libres:
Lo que se compra se comparte, los que no tienen pagarán después/ con costura, con lavado, escríbeme una carta que yo no sé.(11)
Raso es un libro que permite variadas reflexiones sobre la sociedad chilena en democracia, pero con solapados rasgos de autoridad y gendarmería. Para los que asistimos a la primaria en colegios numerados y dirigidos por coroneles, los que vimos Rambo en el salón de actos de la escuela y celebramos formados, ceremonias por cada batalla de la guerra del pacífico, las páginas de este libro traen una remembranza de palabras y gestos que fueron el pan de cada día en el largo invierno de Chile, y es de agradecer al autor que no haya caído en la tentación de politizar de manera fácil, lo que la experiencia directa presenta con mucha mayor riqueza.
Estas reflexiones sobre Raso son sin duda un ejercicio particular de memoria a partir de su lectura, que no serían posibles si como texto no tuviera un tejido claro, cualidad que lo distancia de aquellos ejemplares de dudosa vanguardia, que no tienen nada que decir, pero que lo dicen con automatismo y gran alarde, como si bastara con dejar abierta la llave de las palabras, esperando que el azar forme sentidos al azar. Se deja la vara alta Cardani con su primer libro, situación poco común y que nos deja atentos a lo que presente en el futuro este joven autor.
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NOTAS
(1) Cardani, Carlos. Santiago de Chile: Ediciones Balmaceda Arte Joven. 2009. Pág 18.
(2) ------------- Pág. 77.
(3) ------------- Pág. 85.
(4) ------------- Pág. 33.
(5) ------------- Pág. 55.
(6) ------------- Pág. 38.
(7) ------------- Pág. 35.
(8) Formando el batallón, rígido humilla/ Al pobre desertor aprehendido/ Que sobre el patio del cuartel tendido/ Siente el roce brutal de la varilla//
Sobre sus carnes ulceradas brilla/ Rojiza mancha. Escúchase aullidos/ Cada brazo en el aire da un chasquido/ Que las entrañas del soldado trilla.//
El sol que sale en el nevado quicio/ Irónico sonríe ante el suplicio/ Y mientras que vertiendo vibraciones/ La banda el patio de sollozos llena,/ Una estatua cubierta de galones/ Mira impasible la salvaje escena.
(9) Owen, Wilfred. Gran Bretaña. Fragmentos de Réquiem de Guerra. 1918.
(10) ------------- Pág. 54.
(11) ------------- Pág. 56.