Víctor Hugo Saldívar
El Sátiro de Las Cabras
Felipe Moncada Mijic
Las luchas satíricas son como los juegos de
sobremesa que,
comenzando con las pequeñas
migas de pan que
chanceando
y riendo se
arrojan
unos a otros los comensales, acaba
por el
destrozo de
platos y botellas que gritando
y echando
espumajos
de cólera se tiran mutuamente
a la cabeza.
Joaquín Rubió y Ors
Apuntes Para una Historia de la Sátira
Las presentaciones de libros suelen ser rastreras, un poco publicitarias, sobretodo si se trata de un texto que se desea vender como pan caliente. También las hay que ocultamente se burlan del libro presentado, hablando de temas que no vienen al caso, de la pasión de los griegos por las ondas del mar, de la influencia de la cultura latina sobre la métrica del siglo de oro, del cambio climático y la ecología, qué se yo. En el caso que nos convoca aquello no sería posible, por que indudablemente existe un afecto especial por el autor, aquello que sucede con los poetas naturales, aquellos que aparecen, como señalara Patricio Serey, como una rosa mosqueta a la orilla de un canal de regadío. Y es que en ellos no hay una separación entre vida y escritura, pues verdaderamente viven la poesía sin fijarse en las imposturas, ni en los cálculos de canon para colarse por las fisuras de alguna tradición.
Creo que Víctor Hugo, el sátiro de las cabras, ha desempeñado un oficio secreto, muchas veces iluminado apenas por una vela en la soledad, logrando conjurar el silencio. Invocando a pájaros y plantas ha establecido un diálogo interno, que le permite organizar un cosmos que dialoga con las pequeñas cosas, encontrándoles un sentido y un gozo por vivir, aún en las circunstancias más adversas.
En particular, me tocó conocer primero al Víctor Hugo poeta, cuando lo invitamos a participar en la antología Poesía Nueva de San Felipe de Aconcagua, en el año 2003, por entonces Víctor estaba empeñado en escribir mil poemas, bajo el titulo general de Concierto de la Mariposa. Pensaba en su proyecto como una especie de rito, pues esperaba llegar a esa cifra para que se cumplieran algunas esperanzas internas, a la manera de las oraciones, las huelgas de hambre, o las mandas. No sé si habrá llegado a la cifra, o si en un acto de indisciplina habrá olvidado los cuadernos al interior de un refrigerador viejo, o en una cancha de fútbol que limita con las serranías, el caso es que de un día a otro comenzó a aparecer en las peñas, los encuentros literarios y las reuniones con amigos, con un curioso grupo de textos autodenominados sátiras, los que gota a gota con el transcurrir de los años, y no sin pocos obstáculos editoriales, dan cuerpo al libro que se presenta en esta oportunidad.
En estos textos, lo primero que salta a la vista, y quizás como algo reiterativo, es que el hablante, el discursista Víctor Hugo, se dirige a una audiencia real o imaginaria, lo que queda claro en sus encabezados, citoalgunos de ellos:
Caballeros, distinguida dama, amable concurrencia, autoridades, seres humanos todos, solitarios del mundo, querido y amable público, amables oyentes, caballeros todos, damas todas, considerados compañeros, estimados lectores, etc.
De manera que el hablante se podría dirigir ante un auditorio de las Naciones Unidas, al pueblo francés reunido bajo su balcón, o a los pasajeros de una micro, pues el tono del discursista va desde el candidato a presidente,hasta el del vendedor ambulante, y en aquello se hace patente una de las cualidades más humanas de estas sátiras, pues Víctor Hugo no se ríe tan solo de los demás, lo que parece ser un deporte nacional, sino que también se ríe de sí mismo, lo que cabe solamente en los espíritus carentes de megalomanía.
No se trata aquí de un humor televisivo, que hace reír en la cama mientras se concilia el sueño, no es el humorista vendido, blando, el cuenta chistes fragmentario sin trama social, el imitador de la figurita farandulera de turno, heredero del bufón de la corte, inofensivo. En las sátiras de Víctor, la carcajada nace de la revelación de lo absurdo, de lo innecesario con que se carga una vida alejada de la esencia, y en ello es principalmente un poeta, que habla de valores que cree verdaderos: el amor por la naturaleza y una existencia sencilla, aunque para demostrarlo, su personaje, el hablante, deba alcanzar grandes glorias como en El Futbolista, o la fama total como en La farándula, o le de consejos al mismísimo presidente de los E.E.U.U., como en Visita de Bush, pase lo que pase con su destino, finalmente terminará contemplando el equilibrio de una flor en su jardín, o jugando una pichanga en la planicie del cerro.
Es difícil hablar de las sátiras en general, sin mirar un poco hacia la historia, y parece ser que el género prolifera en aquellas sociedades en decadencia, ¿es acaso la indignación antes los vicios sociales y las injusticias, una de las motivaciones de este tipo de textos?, a mi me parece que sí, creo en la indignación como la musa de la sátira, aunque algunos prefieran la compasión cristiana, me es difícil imaginar un niño mapuche, por ejemplo, sintiendo compasión por quienes arrastran a su abuela por el suelo, la indignación parece más humana en casos de injusticia sobre el más débil. Otro tipo de irritación podría ser la que surge contra obras literarias, o la conducta de los medios masivos, como en la reciente representación mediática del rescate de los mineros, donde el verdadero objetivo (remediar los efectos de una seguridad deficiente), se desvirtúa y sirve de medio para aumentar la popularidad de figuras que ostentan cuotas de poder, ¿qué puede hacer ante aquello un simple espectador?, ¿qué recursos tiene para mostrar su inconformidad?, ¿de qué manera se hace oír? Al respecto citaré el trozo de una conferencia del español Joaquín Rubió y Ors, quien en el año 1868, declaraba en el Ateneo Catalán, con respecto a la sátira, que:
… es natural considerarla como un desahogo de la indignación, con más o menos causa, producida por el espectáculo de los vicios morales o sociales, de las miserias y ridiculeces de la humanidad…
Y claro, si los tiempos de la Roma decadente vieron el auge de la sátira, esta época materialista, narcisista y farandulera, también será abundante en motivos para ejercitar la ironía, vuelvo aquí a Joaquín Rubió, cuando afirma que:
A la manera que la corrupción de las aguas se revela por la presencia de ciertos animales inmundos, manifiéstase igualmente la de la sociedad por la abundancia de producciones satíricas.
En la larga historia de la sátira, podemos encontrar autores como el griego Aristófanes, o los latinos Ennio, Cátulo, Horacio, Juvenal, Marcial, entre ellos el latino Lucilo determinó ya algunas propiedades genéricas de la sátira, afirmando que se trata de un poema de ritmo narrativo, de desarrollo a menudo dramático, incluso de vivos contrastes. En suma, la unión de la burla mordaz y la lección moral (1)
Otra definición de la sátira proviene de Higuet, quien es citado en un texto de Iván Carrasco sobre la escritura antipoética de Nicanor Parra, allí afirma que:
La sátira poética es un género brutalmente realista, que usa un vocabulario amplio, con muchos elementos coloquiales, vulgares e incluso groseros, que cubre una temática amplia, pero centrada en los vicios y defectos del hombre y la sociedad, por medio de la irrisión. Que se trata de un género violento y cruel en su expresión, que usa parodias, chistes obscenos, expresiones vulgares, entre otros recursos, para zaherir a los necios y bribones, pero diciendo las cosas de manera ambigua, irónica, para evitar las restricciones de la censura.
Todo aquello se ajusta a los textos de Víctor Hugo, además encontramos el uso de la jerga local, el refrán, la parodia, el remedo, la imitación de lenguajes, las alusiones a la propia personalidad, tanto real como desfigurada, la imagen poética, el diálogo coloquial, paro no hay que perder el rumbo, todo aquello son nada más que recursos para lograr el objetivo, hacer una apología de la vida sencilla, buscar valores que sean dignos de practicar en una época materialista.
Sería motivo de un estudio mucho más extenso registrar la influencia de la sátira en el idioma castellano, ahondar en sus exponentes y verificar sus influencias en Latinoamérica, sin duda son interminables los laberintos de la investigación, pero por pertinente, me gustaría recordar ciertos personajes que recorrieron las calles de Europa antesque lo satíricoimpregnara la literaturamoderna en todos sus géneros, volver por un momento a la edad media a la figura de los goliardos, al respecto, cito nuevamente al conferencista de Cataluña:
Golias, es en los siglos xii y xiii la personificación de la sátira latina mas popular, mas libre, mas atrevida; es el padre de los goliardos o goliardeses, de los clérigos aventureros, de los estudiantes de vida airada que, trocados los libros por el violón y la vida monótona de las aulas por la agitada y errante de los poetas callejeros, vanse por el mundo poniendo a contribución o sus males o sus ridiculeces, a fin de hacerse un modus vivendi de su talento y sus obras satíricas.
Nuestro Víctor Hugo viene a ser entonces una especie de anti-goliardo, que radicado en su aldea de Las Cabras, baja de vez en cuando a la capital de provincia, híbrida en su cultura de música tropical, adornos navideños, fútbol y papas fritas, a recordar que hay una simpleza superior en el canto de la tenca y en el vuelo simbólico del tordo, pues ante todo el autor es un poeta que cree que estando en posesión de la magia natural, todo vendrá por añadidura, así como los juncos silvestres, vuelven a poblar cada primavera, la cárdena loma de los cerros.
Como editor, quisiera finalmente agradecer finalmente a todos aquellos que colaboraron de una u otra manera con que este libro sea una realidad, también a quienes se han preocupado por Víctor en distintas época, pues al acompañar al amigo, han contribuido,a que la poesía ilumine desde los cuartos más alejados de la provincia, y venga a poner en su sitio las cosas realmente importantes, despojándonos de la apariencia y lo innecesario.
Valparaíso, 5 de octubre, 2010
(1) Iván carrasco. Nicanor parra: La Escritura Antipoética, pag 62. Ed Universitaria.