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La violencia como huella en el lenguaje
Sobre dos poemas inéditos de Aristóteles España

Por Felipe Moncada Mijic[1]

 

 

 

 

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I
La Matriz de la reflexión

Hay un ensayo temprano de Bachelard sobre Lautréamont, en que analiza la violencia humana en relación al imaginario animal de Los Cantos de Maldoror, desde la agresión directa, instintiva de la bestia que busca alimento o privilegio social dentro de la manada, hasta la violencia elaborada de la retórica, con figuras rebuscadas que ocultan las verdaderas intenciones. Es fácil reconocer elementos de lo último en los discursos políticos, las declaraciones infamantes, el comentario malintencionado que siembra la duda, que inculpa sin pruebas, incluso en la pseudo-crítica literaria, con intereses creados. Pero ¿qué operaciones en el lenguaje transforman el habla lineal de la prosa en violencia verbal, poética? Bachelard sintetiza la respuesta de la siguiente forma:

La criatura criaturada, por la violencia va a volverse criaturante. De allí las metamorfosis deseadas y no pasivas, donde en un sistema literario se recobra la exacta reacción de las acciones de la creación. Las reacciones metamorfoseantes son violentas, porque la creación es una violencia. El sufrimiento padecido no puede ser borrado más que por el sufrimiento proyectado.

Pienso en dos poemas póstumos de Aristóteles España, en la latencia de la violencia directa, pero ya transfigurada hacia la percepción de lo cotidiano, y veo en ello una posibilidad de proyectar el sufrimiento mediante la escritura, en el sentido planteado por Bachelard. Y es que siempre va a estar la simple exhibición de los hechos o el manejo algo más elaborado de un hablante como víctima, victimario o testigo, en mayor o menor grado. Lo que realmente marca una diferencia es la cualidad de ese lenguaje, su capacidad de crear atmósfera, imágenes, metáforas, alusiones, evocaciones, y todos aquellos elementos que consigan la densidad de un texto, y con ello su sobrevivencia ante la lectura superficial de una prosa meramente informativa o descriptiva.

 

II
Síntomas de época

Durante el último tiempo, he visto retomar aquello, que generalmente se engloba como la dictadura de Pinochet. Me refiero a libros publicados por editoriales independientes, plaquettes o poemas sueltos, de aquellos que circulan en antologías, revistas, e inclusive las redes sociales. Pera un lector exigente puede parecer demasiado vago este comienzo, pero creo que no se debe desatender el material literario que circula por vías no formales, pues representan un espíritu de época, la tendencia de una mirada generacional, que en este caso coincide, quizás, con una revisión de la historia con respecto a la emergencia de hechos sociales que son herederos del gobierno de la Junta Militar, o el pseudónimo que se escoja para denominar ese período. La mayoría de los textos tratan de la violencia militar explícita, o de la violencia de la reacción, ya sea en el lenguaje del sometimiento, del hartazgo o de la dominación.

Como síntoma, no es raro que esto ocurra junto a la “amenaza” de una mayor movilidad social, de un despertar del sentimiento ciudadano, asambleísta, a medida que la inercia del orden social, con sus jerarquías de clase, se defiende por eternizarse. Pero esa violencia expuesta, obvia, externa, tratada mil veces ya, desde la misma época de los sucesos, tiene hondas raíces en hechos históricos fundadores del territorio político y frondosas ramas, hojas y nervios en la actualidad, como si el golpe de estado del `73 fuera un piedrazo en el agua y las ondas (los hechos del pasado y del futuro) llegaran desde y hacia todos los estratos sociales con su violencia cotidiana. De modo que se puede observar al interior de la ciudad, del barrio, en la familia, en la relación de pareja, incluso en la autoagresión, como si un fractal de violencia social evidenciara en distintas capas la fractura de un orden antinatural.

 

III
Dos poemas de España

¿Cómo esa violencia sistémica se puede manifestar en las individualidades, en el lenguaje, y más allá aún, en la poesía, que es lo que nos compete?

Me gustaría desarrollar la idea, con respecto a dos poemas inéditos del recientemente fallecido poeta Aristóteles España[2] (1955-2011), autor ampliamente conocido por su libro Dawson (Editorial Bruguera, Buenos Aires, 1985), el que fuera publicado clandestinamente con el título de Equilibrios e Incomunicaciones, cinco años antes. Digo ampliamente conocido, debiera extender: estigmatizado. Pues, en sus libros posteriores continuó desarrollando el registro desde la experiencia, narrando el exilio, el retorno, pero desde un lenguaje fracturado, siempre en búsqueda. Sin abandonar la síntesis por lo linealmente narrativo, situación tentadora cuando se trata de lo difusamente llamado poesía de la experiencia. Los poemas se titulan La mueca del miedo y La facultad poética del mundo interior. Cito un fragmento del primero:

…tengo miedo de un perro loco que me ladra y creo que es un gato,/ todo se confunde cuando uno tiene miedo,/ entonces, todo vuelve a ser tranquilo en la tarde de Valparaíso, porque hay miedo en la gente, sus rostros tienen miedo/ de pequeños instantes.// Y ahora tengo miedo porque deseo escribir un poema sin miedo,/ pero no puedo/ entrar a la página en blanco,/ es puro miedo, lectores,/ entrar a una página en blanco es el miedo mismo,/ y tengo miedo porque la tarea del poeta,/ es vencer al miedo,/ decirle chao, adiós,/ y entrar al infinito como un ajedrez lleno de metáforas,/ y ayudarlo,/ para que el miedo no tenga miedo.

Sabemos que se trata de un hablante que estuvo en plena adolescencia en los campos de prisioneros de la dictadura y que casi cuarenta años después percibe el miedo en la vida cotidiana, en el aire, e intuye que la tarea del poeta es vencer el miedo, vencerlo a pesar de la humillación, del ensañamiento vivido en carne propia, del abandono. Lo que distancia el texto de una simple percepción y arenga, es que termina pidiendo ayuda para el miedo personificado, pues se trata de un animal sensible que para hacer daño termina dañado, entonces hay una dimensión de perdón, pero no para el victimario sino para la sensación misma que anida en la persona. Si no conociéramos la biografía del poeta, desconociendo la carga de violencia que aquí tiene una raíz política, podría tener su motivo en cualquier otra relación de poder y probablemente no lo notaríamos. El poema La facultad poética del mundo interior, nos lleva de lo biográfico a una inquietante relación con los objetos cotidianos:

…Al salir del Hospital Psiquiátrico de Valparaíso/ pensaba en la belleza, en la autodestrucción,/ pensé adónde iría sin amar/ y sin amor./ Era tarde, recuerdo, y comencé a llorar en una pieza desierta./ El llanto era tan grande que sangraba mi nariz,/ el estómago, el alma./ Por supuesto lloraba en silencio, sin música,/ como suelen los guerreros caídos llorar en las cuevas,/ como lloran los presos en los campos de concentración,/ y me enamoré de mi almohada, de mis pantalones rotos,/ de un armario vacío y acariciaba los dos libros/ que me acompañaban escritos por mí./ Después me enamoré de una radio a pilas,/ de un par de moscas de la habitación,/ de un candado que traía del hospital,/ de una sábana con sangre,/ de un vidrio roto del comedor de la mansión/ donde intentan sanar mi alma./ No quería pedir ayuda y borré a todo el mundo de una posible/ lista de visitas y llamadas telefónicas./ Sólo Tac, mi personaje favorito, estaba conmigo/ e intentaba descifrar mis poemas escribiendo con letras/ rojas, verdes, azules/ la palabra «Amor», la palabra «Compañera»,/ la palabra «Amigo»…

Es curioso observar como en el desamparo más absoluto, brota una relación íntima y de afecto con los objetos personificados, porque no hay una renuncia al afecto sino que hay un desplazamiento de lo humano, y en ello creo ver una convicción de la sobrevivencia de la ternura, hasta que vengan tiempos mejores. Pero también, la negación de un presente, por la fractura irremediable de un pasado personal, que en este caso coincide con un pasado histórico. Ambos poemas son muchos más extensos, y no creo estar seguro de haber seleccionado los párrafos más representativos, pero veo en ellos las secuelas en la individualidad de una lucha que involucra ideologías y sismas mayores, aunque la intensidad de esta lucha en el sujeto sea insondable, y el lenguaje esté siempre amenazado para dar cuenta de ella.

 

 

NOTAS

[1] Poeta chileno. Ha publicado Irreal (2003), Carta de Navegación (2006), Río Babel (2007), Músico de la Corte (2008) y Salones (2009). Director y editor de la revista La Piedra de la Locura y de Ediciones Inubicalistas.

[2] La guitarra de mis sueños (poesía, 1975).  Incendio en el silencio (poesía, 1978).  Equilibrios e incomunicaciones (poesía, 1980).  Dawson (poesía, 1985).  Contra la corriente (poesía, 1989).  El sur de la memoria (testimonio, 1992). La generación N.N. (1973-1990) (antología poética, 1993).  Los pájaros de post-guerra (poesía, 1995).  Tardes extranjeras (poesía, 1998).  Materia de eliminación (poesía, 1998).  La entera noche llena (poesía, 2005).



 

 

 

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