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El actor Samuel Villarroel durante la filmación en Textil Progreso



“Escenas perdidas”:
Una ventana al pasado en una sociedad de cintas destruidas.

«Escenas perdidas. Una historia del Departamento de Cine y TV de la Central Única de Trabajadores,
CUT (1970-1973)», de Felipe Montalva Peroni


Por Rodrigo Tobar Astorga*


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Escenas perdidas. Una historia del Departamento de Cine y TV de la Central Única de Trabajadores, CUT, 1970-1973, de Felipe Montalva Peroni resulta ser una investigación periodística que en su desarrollo, construcción y relato, nos abre caminos; por un lado, a través de una historia en la búsqueda de respuestas e imágenes de un tiempo perdido y, por otro, por la propia historia política y social  de Chile, a través de gran parte del siglo XX.

Un texto que parte desde un hallazgo fílmico, como fue la recuperación desde los entretechos del olvido de Un Verano Feliz, filme de Alejandro Segovia, única producción del Departamento de Cine y TV de la CUT, sobreviviente hasta nuestros días y que, a ojos del presente, realza el ejercicio de comprensión histórica desde los territorios al mostrar uno de los balnearios populares del gobierno de Salvador Allende, ubicado en la desembocadura del río Maipo, en la comuna de Rocas de Santo Domingo. Espacio que luego de iniciada la dictadura militar, fue ocupado por el Ejército para desarrollar su escuela de detención y tortura en el denominado “triunvirato de la muerte” junto al Casino de Suboficiales de la Escuela de Ingenieros Militares de Tejas Verdes, y el campo de materiales n.º 2 del mismo, que configuraron la cartografía local de la violencia política en la dictadura, y hoy, la cartografía de la memoria histórica gracias al incansable trabajo de la Fundación por la Memoria de San Antonio y el rol de Ana Becerra, ex presa del recinto.

Como historiador local no es menor destacar el territorio como expresión de los procesos nacionales y que este trabajo muestra claramente, ya sea en la organización de los trabajadores, del programa de la Unidad Popular, de la dictadura y de la memoria. Una descentralización de la narrativa histórica que no habla exclusivamente desde Santiago para contarnos el relato de este pasado de producciones sino que recorre distintas localidades de Chile, al igual como quienes en ese entonces, de la mano del trabajo fílmico y teatral, realizaron y marcaron como sello del trabajo político en la formación del Departamento. Sin duda, es un elemento más para superar el derrotero de las historias locales en donde lo nacional ha sido el punto de partida y al final, o simplemente olvidado, los análisis más particulares, territorialmente hablando.

Por otra parte, al leer las páginas de Escenas Perdidas, ya sea por su temática o por su estructura, nos hace preguntarnos si estamos ante un libro o una película, ya que su narrativa envolvente y la sucesión de hallazgos, preguntas y respuestas invitan a seguir leyendo para completar el rompecabezas de historias que formaron el Departamento y la sociedad en que estaba inmerso; pero también a imaginar esa escenas e imágenes de las cuales hoy no hay mucho registro. No estamos presentes ante una narración tradicional sobre el Departamento de Cine y TV de la CUT, que nos cuente de forma descriptiva cada uno de sus componentes. Por el contrario, es un libro que transcurre entre imágenes perdidas y reconstruidas, reencuentros, personajes que se van construyendo con el pasar del tiempo en caminos separados pero que terminan por encontrarse entre los vaivenes de la historia política de Chile del siglo XX. Experiencias con buenos o malos resultados pero que confluyeron en la formación del Departamento de Cine y TV de la CUT, con sus razones de ser, sus ideas y motivaciones en el desarrollo de las producciones fílmicas de la época.

Otro de los elementos a destacar de Escenas Perdidas tiene relación con la historia, las imágenes y el rol de los archivos en sus distintas formas. Junto a la lectura de este libro y los recuerdos de estudios pasados cabe preguntarse ¿Dónde se encuentra realmente la historia? Es que en un mundo acostumbrado al imperio de lo escrito, la historia también está en la música, en el teatro, en los deportes y en el cine, tal como se muestra en este trabajo. En una historia del cine en Chile de poca producción, si lo vemos desde la mirada de la creación cultural o el impacto en el consumo desde sus orígenes a principios de siglo, mucho menos una historia del cine militante o político, la investigación de Felipe Montalva viene a llenar un espacio importante para la relación entre el cine y la política. Por esto es que tanto la historia como la memoria poseen múltiples expresiones, más allá de lo escrito y el cine también es la expresión de una época pero que, en el presente, se transforma en un conjunto de archivos históricos de importancia de un momento en que el cine se entendía como una acción política por y para el pueblo.

 

Trabajador de Textil Progreso

 

Un Verano Feliz, única producción sobreviviente del Departamento de Cine y TV de la CUT, en la óptica del presente, es decir, como un archivo, nos muestra la producción de toda una unidad cinematográfica tanto en sus imágenes como en los testimonios. Un departamento audiovisual que salió a las calles para accionar sobre la propia realidad del Chile de entonces bajo la consiga de registrar, motivar y enseñar, para un presente de cine profundamente comercial. “El cine era demasiado importante para dejárselo a los cineastas”, dice un testimonio en el texto, y es que la cámara era un arma política y de cambio social, donde el documental era más importante que la ficción y Chile, un gran escenario para el cine obrero y militante.

Pero esta investigación nos lleva a comprender y analizar una época, o una pieza de ella. Fácilmente este trabajo puede componer parte de la historia del sindicalismo chileno o de la clase trabajadora, antes y después de Allende. En ambos casos, es parte de una época convulsionada, que en la narración nos lleva por escenas de la dictadura de Ibáñez, revueltas populares, la Reforma Agraria, el gobierno de Eduardo Frei Montalva, de Salvador Allende y, por supuesto, el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Así, también, se construye una historia de la militancia en el Partido Comunista, principal partido en la composición de la Central Única de Trabajadores, y el registro de las luchas de los trabajadores en un cine que fue reflejo de la clase obrera, con la clara intención de modificar los intereses culturales desde abajo, mostrando y haciendo parte a las y los trabajadores con el fin de reflexionar y discutir el momento político y social en los sindicatos, poblaciones y organizaciones estudiantiles. Sin dudas, nos muestra una época de compromisos por la realidad social del pueblo, de conciencia de clase y de protagonismos populares.

Escenas Perdidas nos muestra también el programa del gobierno de la Unidad Popular, sobre todo en sus aspectos menos conocidos, como fue la iniciativa por los balnearios populares y el turismo social. En general, una forma de vivir, sentir y hacer política que terminó de raíz con el Golpe de Estado y la dictadura.

Por todo lo anterior, es que el gran valor que me parece esta investigación apunta hacia el rol de la memoria, comprendiendo la memoria como un campo en disputa y respondiendo a la odiosa pregunta de por qué seguimos recordando el Golpe y la época de la Unidad Popular, tanto en el cine como en los libros. Y es que recordar y hacer memoria de este tiempo es mantener firme la lucha contra el olvido, la búsqueda de justicia y la constante acción sobre el presente, especialmente en un 2023 en que se conmemoran 50 años del Golpe de Estado y nos preguntamos ¿Cómo hacer memoria de este hecho? Escenas Perdidas nos muestra un camino para esa memoria de la organización, de la política y de la acción antes del golpe, como también la de la resistencia en un mundo posible que se ha intentado borrar. Rescatar del olvido lo negado se transforma hoy en una bandera de lucha importante en una sociedad que otorga poco valor a su pasado, su historia y su patrimonio. Una sociedad de cintas destruidas, por los militares o por el miedo de una época, pero donde una sobrevive y nos permite mirarnos al pasado para recrear esas imágenes perdidas a través de una ventana a otro tiempo. De esta forma es que podemos disputar la memoria a las instituciones, a los privados y a la derecha. El cine puede posibilitarlo y congregar más allá de nosotras y nosotros, los convencidos de siempre. Así como la cámara, este libro también es un arma contra el olvido y una herramienta más para la construcción del presente y futuro que soñamos.


 

*Rodrigo Tobar Astorga. Profesor de Historia y Geografía. Licenciado en Historia y Educación
Universidad de Playa Ancha, Campus San Felipe. Magister en Historia de Chile Contemporáneo,





[ https://unveranofeliz.cl/ ]

Sitio dedicado al rescate y restauración de Un Verano Feliz, película dirigida por Alejandro Segovia López,
y producida por el Departamento de Cine y TV de la Central Única de Trabajadores, CUT.






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