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Escenas Perdidas
El Departamento de Cine y Televisión de la CUT

Presentación del libro de Felipe Montalva, 21.12.2022

Por Isabel Mardones Rosa


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Tengo que decir que me siento especialmente honrada de presentar este libro, que no pude dejar de leer desde que me sumergí en su lectura. Es una obra de investigación, por cierto; muy sólida en su contenido. Pero también enormemente amena y fácil de leer. No se necesita ser un experto para asombrarse con todas las historias que contiene “Escenas Perdidas”. Se palpa la pasión con que Felipe Montalva realizó este trabajo de investigación. Como señala Alfredo Barría en una de sus conversaciones con el autor, no había nadie más investigando este tema. Y como dice Felipe, es una suerte de “forado de la historia” del cine chileno, que como veremos más adelante, casi inexplicablemente había desaparecido del relato que teníamos de este cine chileno de los 70.

En medio de los ocho años de investigación de este libro, Felipe me contactó para saber si alguna de las películas realizadas por el Depto de Cine y TV de la CUT se encontraría en Alemania. Era una vaga esperanza, ya que en algunos catálogos del emblemático festival de Alemania del Este, el Festival de Leipzig de 1970, 71, 72 ó 73 se mencionan algunas de ellas. Pero ninguna figura en algún archivo alemán. Recuerdo haber rastreado con mucha ilusión la película de Pepe Román sobre Dean Reed, el "gringo rojo" quien finalmente se quedó en la RDA. Y cuya vida es una telenovela en sí misma, como desarrolla Miguel Ángel Vidaurre en su reciente documental. Solo quedan unas imágenes en internet de Dean Reed rodeado de niños descalzos en los cerros de Valparaíso, una sombra espectral de lo que podría haber sido esa obra de Román...

 


Escena de Un Verano Feliz (1972), la película sobreviviente del Depto. de Cine y TV de la CUT.

 

Hace una década, junto a Mónica Villarroel escribimos "Señales contra el olvido, cine chileno recobrado". Hasta ese momento, muy poco se sabía de la presencia del cine chileno del periodo 68-73 en Alemania. Sólo sabíamos que una parte retornó desde Berlín con Heiner Ross, ex administrador del Cine Arsenal de Berlín, en 1999, y luego llegaron unas misteriosas cajas con materiales chilenos o sobre Chile previo al golpe, cuya autoría era algo misteriosa. El libro fue nuestra búsqueda para entender cómo llegaron a Alemania esos materiales y cómo fue que retornaron. En ese contexto también investigamos cómo era la producción cinematográfica en Chile del periodo 68-73, y ahí nos topamos con menciones del Depto de Cine y TV de la CUT, único ente de la época del que no pudimos encontrar ninguna obra. Recuerdo la frustración que sentimos porque todo parecía haber desaparecido para siempre.

Cuando escribimos las conclusiones de nuestra obra, constatamos que habíamos resuelto varias preguntas iniciales, pero que subsistían aún más misterios por resolver, y en su gran mayoría estaban ligados al Departamento de Cine y Televisión de la CUT. ¿Qué había pasado con ese catálogo de obras? ¿Quiénes estuvieron detrás de ellas, y quiénes las vieron, si es que se estrenaron en Chile? ¿Qué vestigios era posible encontrar aún de esta historia, antes que el olvido la disolviera para siempre?

Por eso la pregunta que me hizo Felipe fue un disparador importante.

Reiniciamos la búsqueda. Pero no, no había nada en Alemania. Solamente el rastro que estas películas dejaron en Leipzig, cuando se presentaron en algunas versiones del Festival en tiempos de la UP, y del que los catálogos han sido mudos testigos.

Entonces apareció "Un verano feliz", un verdadero milagro dadas las circunstancias de destrucción y muerte que significó el golpe de 1973. Una ventana al pasado, que permite vislumbrar el símbolo que ese centro de veraneo en Rocas de Santo Domingo significaba para los golpistas, quienes no dudaron en convertirlo en un centro de entrenamiento de la DINA, y un campo de tortura, dolor y muerte. Lo mismo pasó con Ritoque y otros centros más.

Felipe cada tanto me iba compartiendo avances de su investigación, llevada a cabo minuciosamente y con una perseverancia ejemplar. Probablemente con un sentido de urgencia para anteponerse a la fantasmagoría, antes que el destino decidiera llevarse a las últimas voces de testigos que aún existieran.

Cuando Felipe me honró con pedirme presentar su libro hoy, pude asombrarme con tantos hallazgos, que sin duda llenan un vacío relevante que teníamos en la historiografía del cine chileno. Es una historia cruzada por el golpe y el exilio, el salvataje increíble, y todo esto en un país que nunca —hasta ahora— había tenido una Cineteca Nacional donde se alojaran los originales o negativos de películas realizadas, a modo de archivo y respaldo.

El edificio sede de la CUT en calle Cienfuegos pasó a ser una dependencia militar. No hay testigos de la destrucción, pero no cuesta adivinar que el cine que no llegó a nosotros probablemente fue hecho desaparecer, al igual que el amargo destino de tantos compatriotas.


* * *

Para investigar se requiere de una serie de cualidades.

Por una parte, hay que ser arqueólogo para desenterrar el pasado, buscar vestigios que como una punta de iceberg permitan ver lo que estaba oculto.

También hay que ser cronista de la época que se revisita, para entender el contexto y situarse en los zapatos de los protagonistas que se está buscando.

Y además no viene mal una dosis de psicología, puesto que como la vida, estas historias reflejan toda la gama posible de sentimientos y acciones que encierra el alma humana.

Se requiere de tesón, perseverancia, y mucho foco para no irse por las ramas.

Y paciencia, mucha paciencia, para ir develando paso a paso un puzzle incierto que luego va cobrando límites más claros.

Todo esto posee Felipe Montalva para abordar la tarea que se propuso, y yo agrego que además pone su muy ágil pluma al servicio de una historia fascinante. Por lo mismo, no queda otra que entregarse a una lectura voraz, como me sucedió al ir hilvanando página tras página. No solo por los increíbles frutos de esa perseverancia, sino sobre todo, por la gracia con que escribe, por la estructura del relato, con elementos variados para ser un libro de investigación.

Contiene crónica, pero también reflexiones personales; entrevistas en primera persona con los protagonistas del relato, y también girones de algunas reflexiones de Alfredo Barría, fundador del Festival de Cine Recobrado. Un hombre lúcido que nos dejó desgraciadamente demasiado pronto, y a quien aprovecho de homenajear por su enorme legado.

El origen y el destino del Depto de Cine y TV de la CUT está entrelazado por una serie de personajes e instituciones relevantes en el desarrollo del cine chileno de los 60 y 70 en Chile. Ahora que Felipe Montalva es capaz de relevar el alcance de esta entidad en el paisaje de la época, resulta casi inexplicable que tan poco había llegado antes hasta nosotros. En cierto sentido, este libro es la continuación de lo que quisimos hacer con Mónica Villarroel en "Señales contra el olvido, cine chileno recobrado". Y lo logra con enorme maestría.

Nombres como Alejandro Segovia, el autor de “Un verano feliz”, se suman a otros actores como Eugenio López, Carlos Fénero y desde el Departamento de Cultura de la CUT, Jorge Godoy. También figura un jovencísimo José Román, que luego participa en otras entidades que hacen cine, y que ejemplifica que la escena era bastante “líquida”, ya que hay colaboraciones mutuas. El Departamento de Cine y TV de la CUT está también detrás de los equipos que permitieron a la Escuela de Cine de Viña del Mar abordar el rodaje de “Reportaje a Lota”, liderado por José Román y Diego Bonacina, película que más adelante (1971) fue premiada en el Festival de Leipzig, nada menos que con la Paloma de Oro, junto a “Venceramos” de Pedro Cháskel y “Brigada Ramona Parra” de Alvaro Ramírez, lo que permitió internacionalizar la obra.

 


El equipo del Departamento de Cine y TV de la CUT filmando la Primera Asamblea Sindical Mundial,
Edificio Gabriela Mistral, Santiago, 1973.



También está detrás del misterioso material ORWO con que nos topamos en nuestra investigación: es el celuloide proveniente de la RDA que se usó para filmar algunas películas de la época de la UP, como “Descomedidos y chascones” de Carlos Flores, realizada con el Centro de Cine Experimental de la Universidad de Chile. Había sido  una donación de los sindicatos de la RDA para los hermanos de Chile que querían hacer la revolución con esta herramienta fílmica, y revelar la vida de los obreros al resto del pueblo.

Como señala en el libro Eugenio López, “El equipo del Departamento, probablemente, no tenía una formación cinematográfica. De ahí sus problemas estéticos, pero entendían el cine como una herramienta política, cultural. Había una mirada política. El mérito de Fénero fue aglutinar a un grupo de autodidactas, todos hombres de origen obrero, formados en el oficio. Ser autodidacta no era grave: era el modo en que se hacía cine en Chile en aquellos años”.

Son meandros de la historia, que Felipe Montalva va desgranando y mostrando en su relato. Como el origen de los “balnearios populares” o Villas de Turismo Social, que muestra “Un verano feliz”. Hubo 16 de ellas, según Miguel Lawner, y esa historia también sale a la luz por primera vez ahora, que además la podemos VER, algo de lo fantasmagórico que nos permite este ejercicio de memoria. Otros cortos hablan de los esfuerzos que hubo para dotar a los obreros del descanso como derecho. Cito del libro:

“El Derecho al Descanso” y “Balnearios Populares” poseen un tratamiento parecido. Locución en over y una estructura dialéctica: imágenes que representan lo que existía antes, con el veraneo y las vacaciones sólo para sectores pudientes, y lo que se ha logrado con el gobierno socialista, para trabajadores y sus familias. Ambas películas se salvaron y hoy es posible apreciarlas en internet. La primera en la Cineteca Virtual de la Universidad de Chile, y la segunda en la colección Archivos Recuperados de la Unidad Popular de la Cineteca Nacional.

Pero también hay más, mucho más. Como las películas “El esfuerzo” y “El encuentro”, y tantas otras, todas desaparecidas. Y los esfuerzos por producir un largometraje, sobre la obra de teatro titulada “La maldición de la palabra”. En ella actuaban Miriam Palacios, Nelson Velásquez, José Soza y José Secall, entre otros, y también es una obra desaparecida desde el 11 de septiembre de 1973.

Ese día fatídico lo recuerdan muchos actores de esta historia, y se percibe lo frágil que pasaron a ser las películas de la UP—guardarlas era un riesgo enorme, de pronto, y hubo instancias de salvataje preciosas como la del embajador sueco, Harald Edelstam, pero la mayoría del material de la CUT no tuvo esa buena suerte.

Pero sí hay otras fantasmagorías:

En 1974, Eugenio López viajó hasta Berlín Este para visitar a Santiago Aguirre, el arquitecto que lo animó a viajar a Valparaíso, y trabajar en la universidad y secundarlo en la primera escuela de cine chilena. El hombre estaba consumido por la depresión y el alcoholismo. Esa tarde, platicaron sobre porqué las casas de la RDA no estaban pintadas. Curiosamente López no supo, mientras estuvo en suelo germano, del paradero de un filme que le era muy apreciado en su época de gerente en Chile Films: el registro del funeral de Luis Emilio Recabarren, que databa de 1924. “Fue el primer traspaso que se hizo con la máquina para trucar, que había fabricado (Diego) Bonacina”, recuerda. “La película la rescató un hombre en Antofagasta, que se dedicaba a hacer peinetas con el filme antiguo. Al constatar que era el funeral de Recabarren, la conservó. Fue el hijo el que la hizo llegar a Chile Films, a inicios de los ‘70, junto a una carta muy emotiva. El PC se enteró de esto. Américo Zorrilla nos planteó que Heynowski y Scheumann la llevaran a Berlín para copiarla. La copiamos, la embalamos y se las entregué. Nuestra copia tuvo que ser destruida o quemada por los militares”.

Como cuentan Isabel Mardones y Mónica Villarroel, el filme apareció en la RDA, preservado por los Amigos de la Cinemateca Alemana y fue repatriado, junto a decenas de filmes chilenos del período, a inicios del 2000.

Santiago, invierno de 2017. Taberna del Círculo de Periodistas Jubilados. Es tarde ya. Casi no quedan comensales en las mesas. Un televisor proyecta una teleserie que nadie atiende. El garzón limpia algunos vasos tras la barra. Fénero y otros ancianos periodistas beben una última copa en una mesa cercana.

Me ha citado ahí para mostrarme ciertos archivos. Anda con una carpeta de cuero, de esas que ya se ven poco, que tienen una cremallera en un costado.

Hablamos brevemente y nos trasladamos a otra mesa. Me muestra los diplomas y certificados de Leipzig. Pide que los fotografíe. La charla con los colegas está entretenida. Me deja solo. Hay poca luz pero hago mi trabajo. Tras un rato me despido. Fénero sigue ahí con los colegas.

Días después me llama por celular. Me cuenta que le robaron la carpeta desde el Círculo. Esa noche, la dejó en una oficina. Aparentemente, al día siguiente un amigo de lo ajeno anduvo paseándose por el edificio. Sustrajo la carpeta, así como otros elementos, desde un escritorio. Me pide que le mande las fotos a su correo y se las copie a un CD. Nuevamente se excusa porque no se maneja mucho con la tecnología. Las fotos aquí dispuestas son el registro de esos galardones.

Este extracto revela para mí lo mágico que puede ser este libro, que descubre lo fantasmal, y que luego se vuelve fantasmal en sí mismo.

Y más escenas que ojalá tengan un final feliz, como un posible hallazgo de imágenes en Chile Films. Dentro de las pesquisas de Felipe Montalva, describe una base de datos de Chile Films con sugerentes indicios de que algún rastro puede haber allí. Abre una esperanza entre tantos fantasmas.

Para que estas “Escenas Perdidas” puedan ser al menos recobradas para nuestra memoria.

 

 

 

Isabel Mardones Rosa.
Periodista de la Universidad Católica. Con una beca del gobierno alemán (DAAD) estuvo un año en la Escuela de Cine y TV de München, Alemania (1987-1988). Desde 2003 es la encargada de la Cinemateca del Goethe-Institut de Santiago, que recibió el Premio de la Crítica en 2004 por la difusión del cine alemán en Chile. En 2005 encontró los primeros indicios de obras fílmicas chilenas archivadas en Berlín; con este aporte colaboró en la publicación de la Cineteca Nacional Imágenes de Chile en el mundo (2008) para ubicar acervo audiovisual chileno en archivos germanos. Ha sido jurado en varios festivales de cine en Chile y en Alemania. Es coautora,  junto a Mónica Villarroel, del libro Señales contra el olvido. Cine chileno recobrado (2012), publicado por la editorial Cuarto Propio.​

 

 

 



 

 

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