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UNA GEO POÉTICA DE LOS RÍOS
Presentación de Canto fluvial. Geopoética, de Leonora Lombardi

Por Felipe Moncada


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Decir el nombre de un río podría ser una especie de conjuro en alguna lengua, en que nombrar los elementos de la naturaleza aún sea un suceso, como dicen algunos antropólogos que ocurre en ciertas lenguas primitivas o mágicas, las que descubren al nombrar, al traer lo nombrado mediante la analogía de un sonido con un significado. Con el caudal de significación simbólica que tienen los ríos para la humanidad, sea esta de epifanía o desastre, nombrar un río sería un conjuro a gran escala.
El largo poema que es Canto fluvial, no solo nombra muchos ríos y afluentes, además los entrelaza como si ellos fueran las venas de la tierra que mencionaba Demócrito en referencia al afán de los hombres de extraer riquezas de la Gea, o los ríos arteriales con los que comienza América según el Canto general de Neruda. Ellos se comunican entre sí, se presienten y se acompañan en sus dispares rutas hacia la mar, que en este poema, también es muchas veces el morir, como en la copla de Jorge Manrique.

Leonora Lombardi, o la voz que anuncia, describe e interroga en este poema, hace un recorrido panorámico sobre el territorio chileno, o sobre lo que los mapas geopolíticos nos informan que es Chile. Partiendo desde los largos y sinuosos ríos del Norte Grande y llegando al Estrecho de Magallanes, el poema funciona como una descripción documental de las nervaduras del territorio, no solo como canto lírico de celebración, pues en gran medida también es un canto fúnebre. Cito un fragmento:

Cuidado, dicen las aguas / Cuidado que nos acercamos / A las cementadas humanas / Dice el Maipo medio herido / El zapato viejo de una niña / De una niña de orilla de río urbano / Viaja en la oscura espuma / Una barrera de plástico / Le impide el paso / Pesado va cargando aceites / Oliendo a orillada muerte (…)

De esta manera el recorrido no es el itinerario bucólico que se puede esperar en la poesía lírica de la naturaleza, si es que algo así puede existir aún, hay una tensión en el recorrido líquido y es la huella de los humanos, entiéndase algunas actividades productivas o de resumidero, como la minería, la sobreexplotación de los campos, el río como vertedero, las riberas en los arrabales de la ciudad, el río como cicatriz. Ya desde su interrogación al río Lluta, queda en evidencia, cito: ¿Qué cantos / Qué llantos / Se han llevado tus aguas / Desde que ellos llegaron / A tus orillas, disciplinando tus pasos / Y enturbiando tus aguas?  Pero no es posible conocer la magnitud de una pérdida si no se ha conocido lo perdido en su apogeo, parece decirnos Leonora, cuando en contraste con lo anterior describe al Lluta en su estado originario, cito: Yo te he visitado, arriba / Donde niño y juguetón / Te despeñabas desde la roca / Formando verdes pozones / Donde joven y soñador / Bajabas a un mar sin fronteras / Vestido de nortino saco / Y de bailarinas yaretas.

Otros aspectos notables y que otorgan continuidad al poema, son el verso libre pero breve y la musicalidad, la que muchas veces se desprende de los nombres de los ríos en sus denominaciones en lengua nativa, la sola mención de los nombres parece una composición abstracta de sonidos que despiertan reminiscencias de una América antigua, en contraste con los nombres de los ríos con nombres de exploradores o de militares, que cortan esa melopea. El nombre como denominación de hito político en el menor de los casos (Ibañez, Imperial, etc.) Vs el nombre como toponimia que encierra una cualidad intrínseca del lugar (BioBio, Trancura, Maule, Colorado, Turbio, etc.). El sonido propio del fluir de los ríos también se destaca a lo largo de los poemas, y se diferencia según sean voces claras de cristalinos fondos de cantos rodados, o roncos rumores de ríos lentos.

Se podría afirmar que este poema dialoga con grandes poemas de la tradición chilena como El poema de Chile de Gabriela Mistral, o ese monumento de la autora del Elqui que es Cordillera, quizás también con esa joya de Juvencio Valle que se llama Chile del Sur, o con reminiscencias a textos antiguos o de la tradición universal como el antiguo mito galés La batalla de los árboles, pues los ríos se personifican y hablan entre sí, intercambiando  quizás palabras de despedida. Con el peso simbólico del río en la historia y en la historia de miles de pueblos, con su pesada carga arquetípica, es demasiado largo para una presentación el camino de buscar congruencias con otros referentes, cada lector tendrá su propio contexto, me parece, para relacionar las formas y temáticas de esta poesía con otros autores y autoras.
Me permito ahora una breve digresión hacia el subtítulo de este libro: “geopoética”. Reconozco que hasta que la autora no me presentó los primeros referentes, la geopoética era para mí un terreno nebularmente difuso, relacionado con autores como Humboldt, Toreau, Heidegger, y en Chile con autores como Luis Oyarzún, Fidel Sepúlveda o Gastón Soublette, y eso gracias a las publicaciones de revista Provinciana que ha tenido una preocupación editorial al respecto, pero nada sabía de un movimiento a escala mundial que postula llevar un pensamiento ambiental hacia el terreno de la libertad expresiva y el arte de vivir.

Menciono esto, a partir del hecho que Canto fluvial es un texto planteado desde la teoría de la geopoética, propuesta y desarrollada en gran parte por el poeta escocés Kenneth White, y que apuesta a un “habitar poético de la Tierra”. En esta poesía de Lombardi los ríos se abrazan, cual si fueran raíces de un bosque o sobrevivientes de una antigua etnia de seres líquidos que lentamente han ido desapareciendo y que van dejando sus restos secos entre las ciudades, esto sin duda es una imagen poética, pero además es una realidad biológica, y de estos cruces entre ciencia, filosofía y poesía, es donde la geopoética se desplaza.

Citaré un fragmento del ensayo del francés Régis Poulet, titulado “Redescubrir la Tierra, abrir el mundo. Breve introducción a la Geopoética” escrito para la revista Provinciana número 1, Ediciones de la Universidad de Valparaíso, 2016:

“No se trata de fundar un movimiento literario, sobre todo porque lo “poético” no se toma aquí en su definición de “relativo a la poesía”, sino en el sentido de una formación y dinámica fundamentales susceptibles de manifestarse tanto en las ciencias como en las artes o el lenguaje. Tampoco se trata de fundar un sistema, al contrario: es un quedarse en lo abierto, rechazando cualquier dogmatismo”.

Y continúa más adelante en dicho ensayo, afirmando que:

“Se trata de encontrar caminos diferentes para religar la poética a lo geo; es decir, para volver a unir, de forma contemporánea, el pensar de la Tierra. Para esto es necesario explorar un campo de posible convergencia que surge desde la ciencia, la filosofía y la poesía: la geopoética. El método del nomadismo intelectual (“norte, sur, este, oeste / mundo antiguo mundo moderno”) y el objetivo de la geopoética, pasan por un estudio de las complejas relaciones entre el yo, la palabra y el mundo; es la búsqueda de una expresividad nueva, de una poética del mundo. Para esto, “el enfoque geopoético explora primero la vía arcaica y la voz anárquica, antes de encaminarse por otras vías sin nombre”

Y como no relacionar esto con los planteamientos del filósofo de Curepto, Fidel Sepúlveda, en su ensayo Materiales para una estética del entorno, cito unas líneas de dicho ensayo:

“Ecología, ética y estética concurren, desde sus respectivas perspectivas, a evidenciar la posibilidad, la necesidad y la urgencia de ir al encuentro de nosotros y de lo otro con una actitud nueva y renovada, instauradora o, a lo mejor, restauradora de algo que se tuvo in illo tempore y que se perdió en algún recodo del espacio o del tiempo”

Coincide entonces el enfoque interdisciplinario con la vista puesta en un modo de vivir. En el citado ensayo de Sepúlveda, escrito en el año 1982 y firmado en Cobquecura, ahí donde limitan las regiones VII y VIII junto al mar, daba cuenta ya del vertiginoso cambio material, relacionado con un cambio de paradigma que alcanza todas las esferas de las relaciones sociales:

“Pareciera que la diversidad va cayendo asfixiada por una fuerza estandarizadora que va desde artefactos, vestuarios, automóviles, electrodomésticos, hasta espacios urbanos y paisajes rurales ordenados bajo la impronta de la homogeneidad que prolifera a expensas de un pasado que se desfisonomiza, de un presente que se autodevora y niega a responsabilizarse del futuro”.

Esto está escrito hace 37 años y podemos comprobar cómo ese camino estandarizador no ha hecho sino potenciarse y afinar sus mecanismos. En fin, se propone esa fusión entre estética y conocimiento, una posibilidad de la poesía más allá de un artilugio lingüístico para la instalación de un discurso en el campo cultural, la poesía como la posibilidad de un “arte de vivir”, que toma hebras de todas las culturas, de todas las épocas, para retomar de alguna manera el vínculo roto con la Tierra, y experimentar en como ello se trasluce a lo cotidiano.

Para terminar, una anécdota.

Al principio de esta presentación recordamos al pasar la copla del poeta Jorge Manrique, que por allá por el año 1470 escribió ese verso que muchos de los presentes habrán memorizado en la escuela: “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir”…, pues bien, en una visita reciente a la ciudad de Talca, cruzando por el oscuro, y olfativamente inolvidable puente bajo nivel de la uno sur, bajo la línea del tren, me sorprendió encontrar fotografías pegadas en los muros, parecían estar unidas entre sí por una suerte de estética de la ruinalidad, con fragmentos de ciudades o eriazos y acompañadas de frases, una de ellas era la parodia del verso de Manrique y decía: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar al alcantarillado”, así se actualizaba de manera brutalmente realista, ese verso clásico de la poesía española medieval. Más tarde supe que se trataba de una instalación del joven fotógrafo Luciano Contreras, y que algunos versos eran de Junkopía, libro de Jonnathan Opazo. Menciono esto pues me impresionó vivamente  la confirmación de que para hablar de naturaleza en esta época, casi necesariamente terminamos hablando de ruinas.

Ahora que estamos llegando al final de la presentación, terminemos con un fragmento de Canto Fluvial: Estamos cansadas dicen las aguas / Algún ocre líquido del Choapa / Alguna oscura espuma del Elqui / Un plástico insistente del Maipo / Zapatos flotantes en el Cachapoal / Han llegado hasta aquí / En coro bajo ya y sin respiro / Hasta aquí hemos llegado. Parabienes al nacimiento de este poema, que en la voz de su autora Leonora Lombardi, nos sugiere nuevos recorridos posibles por la geografía y las cicatrices que llevan y dejan sus habitantes.

 

 



Contraportada

 

Texto leído en la presentación del libro el 03 de mayo del 2019, en la sala
Rubén Darío de la Universidad de Valparaíso, Valparaíso.



 

 

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