¿Cuántas formas hay de llamar a la noche? En los relatos escritos por Felipe Montalva Peroni, que componen el libro que hoy nos reunimos para presentar, leo varios. Y para indicar algunos, me gustaría visitar ciertos sentidos de “llamar”, cuya raíz proviene del verbo latino “clamare” que significa “gritar” o “exclamar”, y que a su vez comparte lexema con el adjetivo “clarus”, esto es, brillante, luminoso. Esto nos permite pensar en el llamar como una forma de aclarar o alumbrar con la palabra, los gritos o incluso el silencio. Si esto es así, entonces a la noche no se la puede nombrar nunca por completo porque eso la convertiría en día. Y esto es gran parte del problema al que se enfrentan los diversos personajes de esta obra: Intentan restaurar cierta unidad de sentido que han perdido por distintas razones, pero por más que repasen minuciosamente sus recuerdos o se desgasten en inconfesables devaneos analíticos, no logran hacerlo pues la noche está compuesta de pequeños detalles medianamente visibles, rodeados por una gran oscuridad que en último término resulta siempre inarticulable. Así, el pasado se superpone con el presente y la noche con el día confusamente, manteniéndose los personajes como dislocados o sin coordenadas. Este es el conflicto, por ejemplo, al que se enfrenta el amigo del Gonzalo, el Pato y el Tenebra cuando intenta decir los ojos del pendejo que mataron a golpes aquella noche, porque las palabras no bastan, no sirven, porque esa noche no le vio los ojos sino hasta que alguien le mostró una foto, y entonces se volvieron insoportablemente visibles, mas nunca del todo claros. O el protagonista de La Randy, que parece buscar la oscuridad derrumbada de aquel bar que ahora es una plaza triste y enrejada, en un intento por devolverle la familiaridad a un presente que se ha vuelto irremediablemente extraño porque está en constante demolición porque demolieron La Randy.
Pero llamar no es sólo nombrar o designar algo con palabras sino que también es el acto de comunicarse o, al menos, buscar la atención de un otro. Así lo hace Mardones en Llamar a la noche, cuando telefonea a alguien que no es propiamente su amigo - siempre alrededor de medianoche - sólo para describir su entorno, comentar alguna película imposible de encontrar en Internet o transmitir el sonido de la lluvia. Todo esto mientras sus planes se desarman: se queda sin ahorros, el trabajo por el cual partió al sur ya no va y quienes supuestamente eran sus amigos resultan no serlo tanto; todo esto mientras se adentra en una noche cuyo final se hará cada vez más previsible para quien recibía sus llamadas: El narrador del relato, quien concluye que Mardones está siempre solo y como continuamente atravesando la oscuridad, o como si la oscuridad lo atravesara a él mismo ¿a quién, a Mardones o a sí mismo? No es del todo claro. Del mismo modo, no es claro por qué el protagonista de Reconstitución lee los e-mail de Ramirez, el único ex-compañero de colegio a quién le ha permitido conocer su dirección ¿Por qué, si él mismo dice enorgullecerse de haber dejado a todos y todo detrás? ¿Será acaso que el pasado es secretamente más reconfortante que el presente, en la medida que entonces este último era sólo futuro, un día que aún no se hacía de noche?
Finalmente, llamar es también invocar, pedir la presencia o manifestación de algo. Pero lo que aparece es distinto a las palabras que lo invocan. En el caso de la noche, se trata por tanto más bien de algo no dicho. Por ejemplo, la sensación de extrañeza, el vértigo en la garganta que experimenta el narrador de Tenemos una banda, cuando vuelve de comprar copete con el Lalo y, al llegar a la playa donde se había quedado el Nacho solo con ese grupo de hombres que nunca antes habían visto, se da cuenta que algo horroroso ha sucedido, o tal vez no, o no se sabe qué, porque nunca se nombra pero aparece. Igualmente, también es una manifestación de la noche la rabia y el desaliento que movilizan al protagonista de Paisaje Circular porque, aunque por un momento espere de su mujer una razón sencilla y crucial para no hacer lo que está a punto de hacer, por ejemplo la existencia de su propio hijo, por dentro sabe que incluso aquello será en vano, porque ya es de noche, y el día y su luz no son más que un recuerdo lejano, de cuando aún había esperanza, su mujer estaba embarazada y su hijo aún por nacer.
Estas son algunas de las formas de llamar a la noche que he hallado en este libro. Un intento por asirla en palabras, consciente de que no ha de ser más que un intento porque algo más no sólo es imposible sino una traición a la noche misma. Una llamada desesperada a medianoche que de conversación se transforma lentamente en monólogo. Una invocación que da paso a lo secreto, lo oscuro y lo horroroso: Eso que no puede ser dicho ni oído, sino sólo corporizado como temor y temblor.
(Leído el viernes 29 de abril de 2022)
*Nacido en Valparaíso en 1987. Músico y Profesor de Filosofía. Ha editado cuatro álbumes y ha publicado algunas columnas sobre música de su ciudad.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Presentación de "Formas de Llamar a la Noche" Libro de relatos de ficción de Felipe Montalva Peroni.
(Altazor Ediciones, Viña del Mar, 2022).
Por Gonzalo Sáez