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Apuntes para el Paltarrealismo
Paltarrealismo (Cinosargo 2014) de Cristóbal Gaete

Felipe Moncada


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Paltarrealismo de Cristóbal Gaete es una serie de relatos publicado en Arica por Ediciones Cinosargo (2014), pero también es un estado de cosas, pues como todo ismo, propone una lectura de la realidad. En este caso es el triunfo absoluto del dinero sobre el mundo campesino. El autor, nacido en Quillota y radicado en Valparaíso, tiene a su haber la novela Valpore (2009) una especie de ensamble de cine gore, fantasía zombie y la entelequia de un Almuerzo desnudo sobre la pobreza y el mundo de los excesos en un Valparaíso posible. En no ficción ha publicado investigaciones sobre el Mercado Cardonal (2009), el comercio callejero (2012) y la prosa de Carlos Pezoa Véliz (2013). Paltarrealismo es su segunda entrega de ficción.

Se trata de narraciones que indagan en el mundo rural del monocultivo y la lucha de clases como una especie de marca permanente de Chile, pero perfeccionada por el modelo económico triunfante, la tecnología, las ciencias del control y la vigilancia. Un mundo, además, en expansión ya que se trata de la acción de los capitales sobre el campo agrícola, la doctrina del crecimiento económico como única realidad posible. El desierto verde.

La estética del cómic predomina en el texto, al igual que en Valpore, donde el énfasis central en el mecanismo escritural es la velocidad del relato, siendo la acción el principal conductor de la historia. Sin embargo, en Paltarrealismo se agregan nuevas capas a los ejes de la narración: la memoria familiar, la profundización en ciertos personajes, la historia local con sus rápidos cambios en el entorno, etc. La sucesión de viñetas-situaciones es el recurso más usado por Gaete, pues la acción logra la tensión para describir ese mundo devastado por el dinero, simbolizado por magníficas paltas de exportación. También están las paltas de desecho, las que pasma la helada, mata la sequía o machuca el traqueteo del camión por los caminos de ripio. Las diferencias sociales están representadas por paltones y palturris, unos en grandes camionetas supervisando la producción de los predios, cuidando a punta de escopeta y rondines las explotaciones, y los otros, la eterna mano de obra barata, el roto chileno pasturrizado por el neoliberalismo.

El paltarrealismo ocurre en una provincia enajenada por la producción agrícola, pero aún así hay otras provincias sucesivamente más castigadas: Calera, por ejemplo, es la prisión del cemento y la exclusión, mientras que Quillota es la capital dentro de ese otro mundo que es el fundo-pueblo, el fundo-país. Todas las capitales son tiranas, parece desprenderse del relato, pero en el paltarrealismo el poder está sobre todo en las periferias donde los límites territoriales y la propiedad son vigilados por guardias privados y donde comercian con total impunidad los dueños de fundo, pues finalmente,  la única capital es el dinero.

Los personajes: un microtraficante de paltas, los pasturris, el patrón, el escritor/exportador/pintor, las esposas de los patrones, el estudiante pobre-becado, el niño calerano, el periodista Pacheco. Sujetos opacos donde la felicidad se reduce al consumo de algo o a ejercer el dominio sobre otro, pues todas las relaciones humanas están impregnadas del interés y el beneficio personal. El desierto del dinero y la propiedad privada. Las relaciones humanas como otra manera de comercio.

Imposible que no se nos vengan a la mente los nuevos feudos de los latifundistas regionales, con kilómetros de malla ACMA, rondines, perros y casetas de vigilancia. Extracción de agua al hueso de las napas subterráneas para regar infinitas extensiones de paltos allí donde hubo quillayes, algarrobos, boldos, helechos y orquídeas. Hoy está el desierto de la palta. Los cerros son un peladero para quienes los ven con la mirada del productor: no es el mismo potrero el que ve el ingeniero, el botánico o el antiguo campesino. Es en ese panorama neofeudal donde transitan los personajes del paltarrealismo. La pirámide social llevada al extremo de la bufa, palpable en cada página del libro, en las persecuciones con sabuesos y escopetas de los ladrones de paltas, en las distintas castas del microtráfico y la sobrevivencia, en las preocupaciones estilísticas del pintor/exportador/escritor, heredero de la monoabundancia del dinero y el producto único.

Hay espacios donde la parodia pareciera describir con mayor exactitud lo que sucede que la agenda noticiosa. Sus personajes, los que naturalmente poseen rasgos monstruosos, se delinean fácilmente con un trazo grotesco. Me explico: cuando pueblos del interior se van secando uno a uno transformados en plataformas de mano de obra, reggaetonizados, pasturrizados, endeudados para ser finalmente desplazados por la sequía o la compra de terrenos de los Capitales, cuando desaparecen oficios y modos de vida ante el avance del desierto, la caricatura -útil para describir una superficie no así tanto para profundizar- pareciera ser la línea natural al intentar su retrato. Ocurre esto también en la novela Piel de Gallina de Claudio Maldonado que escoge la parodia del sistema educacional para describir una faenadora-escuela-mundo donde todo y todos giran en torno a la producción de pollos para el consumo de las castas dominantes.

Uno se podría preguntar qué fábulas podrían nacer de los robos de agua en Cabildo, de pueblos con faenadoras de cerdos como Freirina, de los pueblos-termoeléctricas, de los pueblos-refinadora como Catemu, los pueblos-procesadora de harina de pescado como Talcahuano o Antofagasta, de los pueblo-pesticida, los pueblo-forestal, y así, podríamos seguir infinitamente. Cuando la visión de las noticias sobre la degradación de la calidad de vida y de las relaciones humanas es un maquillaje, la parodia y la caricatura se acercan mejor a la realidad. Construir un universo narrativo dentro de estas coordenadas catastróficas es un logro innegable de este libro de relatos.



 


 

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Paltarrealismo (Cinosargo 2014) de Cristóbal Gaete.
Por Felipe Moncada