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Entrevista a Floridor Pérez

No cambié el mundo,
pero el mundo tampoco me cambió a mí.

Por Daniela Urrutia
 
Sinónimo de una generación, pero su nombre habla por sí mismo, Floridor Pérez, el escritor chileno más viejo de la generación de los sesenta se mantiene aún vigente con su último libro: Con lágrimas en los anteojos.

Con una entrevista cotamil, a los pies de la cordillera, me encuentro con unos ojos grises, que parecen lloran, pero su mirada sólo se traduce en el paso de los años y el desgaste natural de un amante de la lectura. Poeta chileno, profesor, y periodista, nacido en 1937, en la décima región de nuestro país, actualmente profesor de Literatura de la Universidad Adolfo Ibáñez y  de poesía de la Fundación Neruda.

Con un sombrero negro, de esos tradicionales de marinero y un abrigo largo que le hace juego,  está Floridor, el querido profesor. Nos sentamos en unos sillones que bordean un largo pasillo gris, la mesa un poco incomoda nos separa y me deja contemplarlo de frente.

- ¿Cómo se dio cuenta de que quería escribir para siempre?
Porque no servía para otra cosa. Nunca me he programado para siempre, simplemente no tenía habilidades para otra cosa, ni me entusiasmaban otras cosas. Por lo tanto apareció la poesía y la literatura como una operación de rescate de mi modesto ser.

- ¿Cuándo se intereso por la poesía?
- Comencé a los 9 años, primero por leerla, por escucharla y por recitarla, porque en aquellos tiempos lejanos, cuando no había televisión, los chicos de la casa éramos parte de la entretención que se les ofrecía a las visitas, claro los más dotados tocaban un instrumento musical o cantaban, pero a mí solo me daba para recitar.

Sureño y amante del campo, hoy vive en la capital y deambula de lugar en lugar por la vía publica, porque me confiesa que no sabe manejar.

- ¿A sus papás les gustaba la literatura?
- A mis padres les gustaba la literatura, en mi casa siempre hubo libros, no muchos, pero si bastantes. Leíamos y recitábamos, y yo particularmente leía y recitaba en público, entendiendo por público a la familia y a las visitas, y escribía en secreto.

- ¿A quién le escribió por primera vez?
- A una lagartija. Mi primer poema fue dedicado a una lagartija.

- ¿Y por qué?
- Anda saber tú, porque imaginé la situación o tal vez algo de mi vida. Porque mi papá era contador de empresas madereras, por lo que siempre vivíamos cerca de bosques y aserraderos. De manera que de toda esa historia, de los incendios de bosques que vi surgió este personaje, que era una lagartija, a quien yo la supuse huérfana de toda familia a raíz del incendio del bosque.

- ¿En el colegio participó alguna vez de concursos, recitó para sus compañeros?
- En ese tiempo solían haber concursos de recitación. A mí no me interesó nunca la recitación fuera de la casa, pero sí, porque el curso quería ganar algún premio me convencieron de que, en lo que hoy llamamos sexto básicos, participara de un concurso. Lo gané, pero el premio en realidad fue un premio negativo, porque me gane un sobrenombre.

- ¿Qué sobrenombre?
- “El vivo muerto”, porque nunca calibré bien la capacidad literaria, mental y comprensiva de mis compañeros de escuela, entonces leí un poema bastante complejo, filosófico, empezaba así:

“No son los muertos, los que en dulce calma, la paz disfrutan de la
tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven
todavía”.

Esa estrofa bastó, para que yo pasara a ser “el vivo muerto”.

- ¿Por qué eligió ser profesor de castellano?
-  La vida me puso a hacer clases de castellano, yo elegí ser profesor. Y, por lo tanto, estudie en la escuela Normal chilena antigua, que se fundó en 1842, el mismísimo año que se fundó la Universidad de Chile. El único título profesional que he tenido en la vida es de Profesor Normalista. El otro título entre que me lo gané y me lo dí, por lo menos no hay ninguna universidad que lo dé, es el título de Poeta.

Uniendo mi vocación pedagógica y literaria, fui a parar a la enseñanza de la literatura, después de quince años de ejercer como profesor rural, porque quería hacer clases en el campo, pasé a hacer clases, de primero a cuarto medio en un liceo del norte. Después me vine a Santiago y en el 81 me tomé otro semi título de Periodista. Empecé a escribir en publicaciones escolares, en los 80, en la revista “Apuntes” y, en los 90, en “Tareas escolares Zig-Zag”. Pero yo desde que era profesor en Los Ángeles, mantenía una página semanal en el diario “La Tribuna”, que salía los sábados. Los domingos hacía un programa en la radio Agricultura que se llamaba “Antena Literaria”, nada original.
De modo que todas esas cosas, mi pasión por el Periodismo, mi vocación pedagógica y mi interés por la poesía y la literatura, se juntó y armó una nueva profesión, por lo que empecé a impartir clases en  distintas universidades.

- ¿Por qué eligió la poesía y no la narrativa?
- A ver, no sé si uno pueda elegir. Sentí que lo que yo tenía que decir, lo tenía que decir en poesía. A mí no me interesaba y además no tenía talento para contar historias. No me intereso y no tuve ni vocación, ni gusto, ni capacidad.

Además hallo sumamente fome ponerme a contar que esto, mira que alguien le hizo esto, que pasó lo otro… si me interesa eso lo leo. En cambio lo que yo quiero decir no lo encuentro en ninguna parte, son cosas breves… que se yo, eso es poesía y eso es lo que yo quiero decir. La historia me gusta escucharla o leerla, en cambio la poesía también me gusta leerla y escucharla, pero ahí yo levanto el dedo y pido palabra, en la narrativa pido un par de anteojos.

Con una biblioteca personal de 6000 libros resulta evidente que su gusto por la lectura es amplio, ninguna de sus casas ha logrado albergar ordenadamente su colección, aunque asegura que hay libros para leer y otro para guardar.

- ¿Qué lee?
- Mi preferencia en la lectura es un tema muy importante para mí, que es Chile. Chile completo, entero, con todas sus dimensiones, a lo largo de su geografía y de su historia. Me gusta mucho la historia de Chile, pero más que la narrada por la historia oficial, me gusta la contada por los cronistas desde la conquista para acá, por los viajeros y por los personajes testigos y protagonistas de la historia, eso me ha interesado siempre.

Luego la poesía como pasión permanente, pero también uno tiene que leer la narrativa indispensable, para sostener una conversación medianamente informada -guarda silencio unos minutos y continúa con la idea- Los testimonios de la creación percatada de sus creadores mismos, para luego ir confrontándolos con los textos de los mismos poetas.

Indago un poco más en sus preferencias y en sus gustos, me habla de sus “santos” como Neruda, como Parra. También me asegura que quien no lee a Mistral cojea de una pata, como quien no lee a Nicanor, asegura que es más que gusto es una especie de necesidad básica.

- ¿Cómo definiría Chile?
- Es un territorio privilegiado para vivir, para gozar, para disfrutar, para trabajar, para sufrir- pone un acento en esta última- para vivir y morir.

- ¿Existe una gran diferencia entre la poesía de su generación y la de las generaciones posteriores?
- Si, lo típico es que existe una gran diferencia y un gran parecido en todas las generaciones. Lo permanente ha sido la preocupación por la tierra y por todo lo que eso implica. La diferencia siempre ha estado en la forma de expresión, en las distintas miradas estéticas para mirar lo mismo, de manera que no hay que alarmarse ni extrañarse de las diferencias.

- ¿Siente que tiene alguna responsabilidad con su generación?
- Nosotros creíamos que teníamos una responsabilidad, más locos aún pensábamos que íbamos a cambiar el mundo, pero no cambiamos el mundo y en lo personal pienso que no cambié el mundo, pero el mundo tampoco me cambió a mí. Soy el mismo de entonces, con mis mismos ideales, con mis mismas aspiraciones, con mis mismas convicciones, con mis mismas esperanzas, mis mismas frustraciones.

Creo que tu pregunta tiene que ver con algo importante para nosotros, con eso que tú dices de la responsabilidad, los poetas de los 60´ fuimos una generación del "nosotros", había una solidaridad y nos sentíamos responsables en el sentido de tener noción de pertenencia a algo y ese algo venía desde el país hasta distintos estamentos para abajo. Eso sí marcó una diferencia frente a las generaciones que han venido después, no por decisión personal de ellas, sino porque la sociedad hizo un giro, son más individualistas, prima más el "yo". No lo digo como un defecto, porque ellos no lo eligieron, se dieron así las papas.

- ¿Qué opina de este supuesto país de poetas?
- Siempre se dice el país, pero el país nunca hace nada. Es una excelente excusa para decir esa frase y después importarles un carajo los poetas y la poesía. Se escucha mucho en los medios “Chile es un país de poetas”  después de eso parece que ponen dos puntos y tu esperas que hablen de poetas… pero lo que ponen y hablan es de los amores de Camiroaga con no sé quién y de esta con la otra, de un lote de gente y nunca se refieren a los poetas.

No sé si Chile es un país de poetas, pero si hay muchos poetas en Chile, como en otros países.

- ¿Y referente a como se enseña la poesía en nuestro país?
- La poesía no quiere ser enseñada, la poesía quiere ser contagiada.

Recuerda su pasó por la Escuela 13 de Juan Fernández, escuela que ya no existe, pues desapareció con el tsunami. Lentamente busca en su bolso y saca una especie de libro archivador, en la portada una foto del tamaño de toda la página. En ella un curso de niños de cuarto básico, se ven sonrientes, en el centro se puede distinguir un hombre mayor, medio calvo, es él, feliz entre los alumnos. Me cuenta las múltiples visitas que el ha realizado a colegios, en ellas comparte con los alumnos, y como él dice, contagia a los niños de la poesía. Les recita y ellos meditan al respecto, tanto así que me mostró un sobre con más de cuarenta cartas escritas por los jóvenes agradeciéndole su visita y diciéndole cual de los poemas era su favorito, muchas niñas concordaron en “Natacha”, poema del libro “Cartas de Prisionero”, escrito para y con su esposa.

Comienza a hojear el libro, son hojas sueltas de libros de Lenguaje del Ministerio de Educación y en cada una figura un poema de él. Me cuenta que como profesor está convencido que los pobres profesores -como él les dice- terminan por matar el amor de los niños por la poesía.

Se detiene en una de sus hojas y me lee una fabula llamada “La cigarra y la hormiga”, escrita por un español. Me lo recita:

“La cigarra era una ociosa que pasaba el verano cantando, mientras que la hormiguita pasaba acarreando comida a su cueva. En el invierno la hormiga estaba gorda y la cigarra le pedía comida prestada.
-La hormiga le pregunta a la cigarra ¿Y qué hiciste en el verano?
- La cigarra responde: en el verano yo cantaba.
-Hormiga: entonces ahora baila”.

Luego me cuenta la Fabula de “La cigarra y el hombre”, escrita por la hormiga, que dice:

“Condena el canto de la cigarra y elogia mi actividad, luego compra dos cosas: veneno para mí y una guitarra para él.”

De este modo el profesor Floridor, quiso responder a la enseñanza poética en nuestro país. Todo lo recita de memoria y escuchar su voz es como sumergirse en un libro con voz propia, al que sólo quieres contemplar. 

- ¿Escribe para algún lector?
- Sí claro, pero a ese lector no lo salgo a buscar, espero que ese lector me salga a buscar a mí o se encuentre con mis textos.

- ¿Le interesa la crítica?
- Sí claro, me interesa la crítica cuando practican la crítica y me interesa la autocrítica, que todo autor debe tener. El escritor tiene que ser crítico, sino es crítico difícilmente va a llegar a algún lado.
Otra vez se sumerge en su bolso negro, busca entre los bolsillos.
-Primera vez que ando sin el  instrumento principal de la escritura.
Erradamente le respondo:
-El lápiz.
-No, todos creen que es un lápiz, pero el principal instrumento es la goma.
Cualquiera escribe, la diferencia entre el que cree que escribe y el que escribe, está en su capacidad para cambiar, para borrar, para mejorar. Ejemplos de grandes poetas, como Nicanor Parra, como Neruda.

- ¿Cómo ha sido su experiencia en el extranjero?
- Con gran sorpresa para mí, ha sido buena, porque en un principio tenía miedo. Me decían, algunos lectores bien interesados, mira nos gusta tu poesía, incluso eso que sea tan chilena en su lenguaje, pero eso te va a crear un problema de comunicación cuando se publique en el extranjero.

Pero tuve una magnifica recepción en Latinoamérica, en Filadelfia, en Alemania, de hecho en este último se hizo una antología bilingüe de mi poesía.

- ¿Cómo definiría la  antipoesía?
- Hay que entender que la antipoesía en un título de fantasía que Nicanor Parra creó para su poesía. Pero la llamada antipoesía es la poesía de Nicanor Parra, escrita en el momento oportuno para dar un giro a lo que se venía escribiendo, a mediados del siglo pasado. Cambia toda la poesía chilena, cambió el gusto, amplió el gusto lector, la antipoesía es uno de los tantos momentos que ha tenido la poesía chilena.

 “Arte de Enviudar”, de su libro Tristura, es una tarea de Parra, que debía empezar con “Yo prefiero morir antes que tú” y terminar con “yo prefiero que tú mueras primero”. ¿Me podría contar un poco en qué contexto se dio éste poema?.
Amablemente se toma su tiempo para responder y dice:
Éste poema tiene su propio contexto -resalta con su tono de voz- “Esta es una tarea de Parra”, pero parece que los poetas que lo leyeron lo tomaron como un chiste, ese es el problema que tienen las lecturas de Parra, no Parra, pero es absolutamente en serio.

-La tarea es redactar un soneto y lo que Parra les está diciendo a los poetas  –cambia nuevamente la tonalidad de la voz- “métanse, conozcan su tradición”. Eso lo dice en secreto, para los que han leído la tradición española. Porque Parra en el siglo XX está dando la misma tarea que dio Lope de Vega en el siglo XVII, en un poema que  comienza así – nuevamente me recita el poema-

“Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto:
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallaba consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.”

Al comparar su poema, “Arte de enviudar”, con el del siglo XVII se ven las similitudes, en respuesta a la tarea que ha mandado Parra.

Un soneto que manda a escribir Parra.
“Yo prefiero morir antes que tú.
Porque tú eres mi vida y no hay manera
de vivir una vida que se muera,
sólo puedo morir antes que tú.

Qué aprieto, Nicanor, conducir su
soneto tal y cual usted pidiera,
si este cuarteto apenas acelera
manda virar violentamente en U.

Y girando en redondo el pensamiento
me choca imaginar que en tu partida
no estaría presente si me muero:

y pues debiera hacerte un monumento
para darte las gracias por tu vida,
yo prefiero que tú mueras primero.”

Asegura que este poema, escrito en 1985 es un homenaje a Nicanor, me explica que las palabras “aprieto”, “gracias por tu vida” y “choca” son las claves para entenderlo.

Le pregunto sobre la relación que tienen con Nicanor Parra, si son amigos, pero me responde enfáticamente:
Yo nunca he dicho que soy amigo de Parra, digo que lo conocí en el 61.
Al recordar el poema me confiesa algunas vivencias.
Lo sacaba a  pasear en bote por el río Las Ánimas de Valdivia, arrendaba un bote, el se subía en la popa y yo remaba, el feliz de la vida, porque no sabía que era primera vez que yo tomaba los remos- imposible no reírnos- pudimos haber llegado a Japón- dice entre risas- me relata alegre y vivaz lo que siguió en su viaje.

Le pregunto si cree que Parra debiera ganar el Nobel, firme me responde:
Parra no necesita premio.
Con dureza y  con una pausa silenciosa, me explica que a Parra no lo premian, porque cuando le dieron  el premio Reina Sofía, no fue a recibirlo y nadie se quiere quedar con la torta servida, agrega.

Ya está oscuro y la temperatura en éste amplio pasillo donde nos ubicamos, se comienza a sentir más intensa, al igual que nuestras voces o más aún su voz que tiene eco, el cual impregna todo el ambiente.  La conversación podría continuar horas, aún me quedan preguntas en la pauta, pero el enamorado de la literatura y amante de la vida, Floridor, ya está atrasado.

Natacha, su segunda esposa y compañera por más de 30 años, lo llama para saber dónde está y es que llevamos una hora y media de entrevista, por lo que el retraso es de preocupar. Coautora de su libro “Cartas de prisionero”, una obra romántica, que comparte las cartas que ambos se enviaron mientras el estuvo preso seis meses en la isla Quiriquina. Al mostrarme la fotografía original de la portada del libro, dice:
Éste libro debiera tener en su primera página una dedicatoria, pues contempla la materia pendiente de sociólogos e historiadores de la historia de 1973.
Y me explica:
¿Qué pasó con eso besos que no se dieron?
¿Con esas caricias que no se entregaron?
¿Con esas citas que no se cumplieron?
Ante ello, sólo me quedo en silencio y procuro  no retrasarlo más.

 

 

 

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Entrevista a Floridor Pérez.
Por Daniela Urrutia.