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MUERE Integrante de la generación del 60
Los poetas despiden a FLORIDOR PÉREZ
Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 29 de Septiembre de 2019
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Escritores, exalumnos de su taller en la Fundación Neruda y el editor de su última antología evocan la figura del poeta fallecido
el sábado 21 de septiembre, a los 81 años.
"¡¡Qué pena!! Un gran talento poético, un maestro sabio, un hombre íntegro, consecuente, admirable", escribió en Twitter Adriana Valdés, el sábado que murió Floridor Pérez. La noticia se había esparcido por las redes sociales, que reproducían los hits del poeta "Natacha", "Cierto que tardé", "In memoriam", "La partida inconclusa" (escrito tras su detención en la isla Quiriquina) y los redondos octosílabos de "Pre-epitafio": "Aquí ni siquiera yace/ pues no ha muerto todavía/ un tipo que día a día/ cargó la cruz que a Dios place:/ plantó un árbol, hizo clases/ le dieron y dio lecciones,/ tuvo hijos, publicaciones/ y —de serle concedido—/ reeditara lo vivido/ con dos o tres correcciones".
Hasta la Casa del Escritor, de la SECh, que tantas veces visitó, fue trasladado aquella tarde el cuerpo del poeta, fallecido de cáncer a los 81 años. Al funeral realizado al día siguiente en el Parque del Recuerdo asistieron, entre otros, Pía Barros, Thomas Harris, Teresa Calderón y Eduardo Llanos Melussa, prologuista del último volumen antológico de Pérez, Obra completa-mente incompleta, publicado en 2015 por Editorial de la Universidad de Valparaíso. Como director del sello, Cristián Warnken apoyó al año siguiente la postulación de Floridor al Premio Nacional de Literatura, que no recibió. Tampoco logró convencer a las autoridades del Metro para que cambiaran el nombre de la estación Santa Lucía por el de Biblioteca Nacional. Fue una de las últimas campañas del poeta, desinteresada, como todo lo que solía hacer.
Jaime Quezada —compañero de la generación literaria del 60 y colega de Floridor Pérez en los talleres de poesía de la Fundación Pablo Neruda— leyó unas palabras de despedida tanto en la SECh como en el cementerio. Casi llorando, Quezada recitó el poema "Años después", perteneciente al primer libro de Floridor Pérez: Para saber y cantar, "que tantas veces leímos a la sombra de los cerezos en el patio de mi casa natal, en Los Ángeles, un día de sol y de febrero de 1965", recordó. En Facebook, Thomas Harris publicó el martes un largo poema, muy personal, en el que explicaba por qué no quiso hablar el día que enterraron a Floridor Pérez. "Guardé silencio en tu funeral —fúnebre palabra—/ porque recordaba para mis adentros el recuerdo de tu gorra,/ de tus floridas corbatas, de tus lapiceros brillantes en el bolsillo de tu chaqueta siempre impecable y sobre todo de tu dedo índice cuando nos/ señalabas enseñanzas/ permanentes que permanecen y permanecerán en mi memoria hasta el día del reencuentro".
Esta faceta como formador de varias generaciones de poetas la ejerció sobre todo en el Taller de la Fundación Neruda, que dirigió desde su creación en 1988. "Si algo nos enseñó Floridor es a intentar ser humildes, tomarnos tiempo con los textos y tenerles respeto a las letras. No sé si lo logramos", recuerda la escritora y periodista Ivonne Coñuecar (Coyhaique, 1980). "No hablaba mucho, a pesar de que a veces se tomaba la sesión. Un día, uno de los compañeros dijo: 'y dice así'... por un texto que nos iba a leer. Floridor levantó la mano, dijo que eso no se hacía, no es rock and roll ni una cueca, no es una canción, el texto debe hablar desde el inicio de su lectura. La poesía no se anuncia".
Aunque no fue su alumna, Teresa Calderón considera a Floridor Pérez un referente. "Me gustaba todo lo que escribía. Lo enseñaba en la universidad y lo llevaba a mis clases. Me ayudó a armar mi primer libro. Fui a su casa con 150 poemas y me dejó 30. Me escribió los prólogos de dos libros. Nos hicimos amigos y trabajamos juntos en preuniversitarios y universidades", recuerda la poeta.
A Juan Cristóbal Romero, que fue tallerista de Floridor Pérez en 2002, la impronta ética del poeta fue lo primero que le llamó la atención. "Floridor siempre fue una persona bien desapegada de los honores, de la búsqueda de retribución social; estaba principalmente preocupado por la poesía en sí. Eso yo creo que es el gran legado para la gente que lo conoció", dice Romero. Compartieron también preferencias literarias. "Hacía muy buenos sonetos, muy buenas cuecas —prosigue—. Me legó un especial interés por la tradición de la poesía chilena: era un conocedor profundo de autores de primer, segundo y tercer orden. Sabía de sus libros, sus fechas de publicación, las anécdotas en torno a cada uno de ellos", recuerda este autor, quien lo cita en sus Apuntes para una historia de la poesía chilena (2017) y escribió el prólogo para la antología Con lágrimas en los anteojos, publicado por Ernesto Pfeiffer en 2010.
"Fue el primer libro que edité —recuerda Pfeiffer—. Era la mejor punta de lanza para una colección de poetas chilenos vivos. Además, recién había leído Tristura, poemario que me sorprendió por su honestidad, depuración e ingenio. Floridor Pérez me dijo —sin dudar— que la antología debía llamarse 'Con lágrimas en los anteOjOs', porque ese iba a ser el título de su primer libro, en 1962, y en 1973 fue anunciado como el número ocho de una colección; finalmente tampoco se publicó, por lo tanto, comenzar con este libro extraviado fue, en palabras de él, un 'guiño fraterno a una generación que muchos llamaron dispersa y no pocos diezmada"'.
A Pfeiffer le tocó publicar por segunda vez al poeta en 2015, ahora como editor general de Editorial UV. "La edición de Obra completa-mente incompleta fue concebida como un homenaje a sus cincuenta años de poesía: Para saber y cantar es de 1965. Trabajar con Floridor fue una gran lección de cómo editar un libro, ahí conocí su implacable goma de borrar y su gran rigor para corregir".
Pfeiffer remarca que el conjunto de su obra es impresionantemente versátil: conviven sonetos notables ("Arte de enviudar"); "poemas para leer desde la infancia" ("Moscardón"); décimas ("Pre-epitafio"); cuecas ("Cueca triste"), anti-poemas ("Dirección obligada"); poemas láricos ("Años después"). "La poesía de Floridor Pérez es una de las más efectivas para captar nuevos lectores, su ingenio es sorprendente y su obra es simplemente imprescindible", concluye.