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Universidad de Chile
Instituto de la comunicación e imagen
Escuela de Periodismo

 

POETAS EN EL ACTO:
La generación de los novísimos.

Memoria para optar al título de
Periodista
Presentada por

Felipe Ruiz Valencia

Santiago, 2008

 

 

LOS NOVÍSIMOS: EL CANTO DE UN AMANECER

Lo que hay en común entre los estudiantes que el año 2006 salieron a la calle a protestar por la Ley General de Educación y los poetas novísimos, o poetas del 2000  o, si se prefiere, poetas jóvenes, dista mucho de ser simplemente el correlato de una rebeldía pueril y visceral: es también la rebeldía de un amanecer. Y eso no porque los poetas fueran estudiantes y hayan salido a realizar activamente aquellas manifestaciones, sino porque se me vinieron a la cabeza inmediatamente un millar de poemas que mantenía albergada en mi memoria, en donde con tono casi profético se anunciaba la avasalladora rebelión de los pingüinos. Pensé en Diego Ramírez, su voz popular a la vez que marginal, llena de un sentido adolescente y lejano a cualquier epíteto de poeta maldito; pensé en Pablo Paredes, y su poesía coloquial y directa, alejada de manierismos y tan colmada de pasión y canto; pensé, por supuesto, en Héctor Hernández, alias H.H, el líder indiscutido del grupo poético. Todos ellos son los poetas del 2000. Todos ellos son la novísima.

 

I. LOS ORÍGENES

Si hubiera que sumarle un nombre femenino a este grupo deberíamos decir: Paula Ilabaca. Y si fuéramos más exactos, deberían ser dos: Paula Ilabaca y Gladyz González. Hacia el año 1999, Héctor Hernández, Paula Ilabaca, Diego Ramírez y Gladys González asistieron a los talleres de Balmaceda 1215, ubicados en esa precisa dirección, a un costado de la Estación Mapocho. Corrían los primeros años de la década del 90` y el Estado comenzaba a saldar la “deuda histórica” con el mundo de las Artes, una deuda que se expresaba, por entonces, en la falta de un Ministerio de Cultura y en la ausencia de políticas para la cultura que se tradujeran en fondos concursables. Se diseñaron muchas de las políticas culturales que hoy en día aún siguen en pie, como el Fondart. Otra serie de iniciativas que despertaron gran entusiasmo, tuvieron que ver con el rescate de espacios físicos para la cultura. Así surgió Balmaceda 1215. Bajo la idea de dar un nuevo uso al imponente edificio ubicado en dicha dirección postal, y que fue, durante años, la sede de las oficinas administrativas de la colindante Estación Mapocho. Se trató de una experiencia pionera en su diseño. El inmueble de Balmaceda 1215 fue cedido y adaptado para que en él se realizaran talleres de teatro, música y artes plásticas.

Los talleres literarios, hasta la época del surgimiento de Balmaceda, o bien eran pagados, o bien se mantenían amparados por las Universidades. La agrupación de los poetas en este nuevo centro trajo un cambio radical en el modo de entender el taller. Inicialmente, Balmaceda agrupaba a jóvenes de escasos recursos, dándoles la oportunidad de tener contacto con escritores de renombre sin mediar gastos para ellos. Los novísimos se vieron impelidos por este nuevo brío y, a no dudar, mucha de su temprana poesía surge desde ese vínculo entre marginalidad y rabia que expresaron tanto Diego Ramírez como Héctor Hernández.

Pero no adelantemos tanto. Bastará con indicar que muchos de ellos – menos Paredes– fueron miembros del taller de Sergio Parra. “Farra” –como lo llama Germán Carrasco en uno de sus libros-, es un poeta intermediario, de una generación indeterminada entre la “Escena de Avanzada” (léase Colectivo de Acciones de Arte C.A.D.A en su totalidad, Balcells, Eltit, Zurita, Rosenfeld y Castillo) y la generación del 90`. Hoy por hoy, se ha instalado con la librería Metales Pesados en la calle José Miguel de la Barra y ha dejado de lado la actividad de los talleres. Sobre ese famoso taller rememoro sus palabras exactas: “Yo les hice leer a poetas distintos. No fueron Pablo Neruda u Octavio Paz, sino Carmen Berenguer y Yanko González. Creamos un mundo paralelo de lecturas frente a la institución del canon poético”, Sergio Parra Dixit. Con belleza, Hernández refleja en este poema esas precoces incursiones:

No a las respetables putas de la belleza / No a los distinguidos perros de la poesía / Nosotros hemos cantado a nuestra generación sin lograr despertarlos del miedo / Nosotros hemos jugado a ser palabra derramando a tiros el desenfado sobre las cabezas de los boquiabiertos que nunca imaginaron un arrebato como este para la poesía y para lo que se vive de ella / Hemos desvestido a las muñecas con fuego y voz propia / Hemos desasistido por ellos nuestra lógica y nuestro pudor / Porque cuando los dioses se quedan en silencio los desiertos de atacamas del mundo florecen hacia adentro de los ojos / Ya no queremos ser más ciegos / Buscamos luchar contra la desesperación del tiempo y los demonios del poder / Pero sólo ahora hemos resuelto que la poesía es un rumor de prestidigitadores / Y que nuestros dedos son dardos
Héctor Hernández
NO!

Y es así como Héctor Hernández, Paula Ilabaca, Diego Ramírez y Gladys González, con un promedio de edad que bordea los 18 años, se inscribieron en el curso de Sergio Parra, durante el segundo semestre de 1999.

II. LA NOVÍSIMA EN PLENO: EL AÑO 2000

El año 2000 no es simplemente el cambio de siglo. Se dice: es el cambio de milenio. Pero es además, el fin de una ilusión: en el año 1998, se publica el opúsculo Chile Actual: Anatomía de un Mito. Su autor, Tomás Moulián surge como un intelectual de peso, y la sociología se pone de moda. Junto con ella, es también la Universidad Arcis, la que surge como bastión contracultural. Es así como muchos conocen a la editorial Lom, a la revista Rocinante. Surgen voces críticas, hacia fines de la década del 90`, en relación a la vida cultural, económica y política del país.

Muchos universitarios (y liceanos) se sintieron fervientemente entusiasmados por ese proceso. Lo vieron como una respuesta ante otros fenómenos paralelos que suscitaban no más de algún odio generacional: el ensamblaje amable de los canales de televisión, el lento pero sostenido sobrepoblamiento de la ciudad, y la ultra visitada cita al “consumismo”, que en el caso de los más jóvenes revestía las veces de consumo cultural–chatarra.

La poesía que se conocía de la llamada generación de los 90` o “náufragos” (Javier Bello es su más destacado representante) era escasa e indocumentada. Muchos de ellos, al parecer, eran demasiado jóvenes para dirigir talleres en Balmaceda 1215. No hay, sin embargo, que caer en la evidencia de la generación como algo dado. Las generaciones son móviles e inestables, aunque pese a ello debemos asumir que existe una marca distintiva en los años 90`, pese a que Patricia Espinoza levantó en la conferencia de un encuentro poético, en octubre del 2004, la hipótesis de una “Red Poética Siglo XXI” – en la que entrarían novísimos como noventeros -. Serán los mismos autores del 90` los que instaurarán su propia escuela. Los novísimos surgen al amparo de una marginalidad que le hace frente a esa canonización.

Pero no se trató de un giro premeditadamente conceptual a la poesía anterior. No se trató, siquiera, de una experiencia que intentaba borrar el pasado. La borradura que había ejercido el predominio de las escuelas de literatura en los 90`, minaba las conexiones amplias, y necesarias, con el arte entendido como una manifestación global de la experiencia social y física. La experiencia del C.A.D.A  fue el necesario vínculo para revitalizar la idea de un nuevo patrón poético distinto de la instauración generacional de los 90`. Ellas se abrían hacia un tipo de registro poético liberado de las ataduras típicas de la institución académica y, a su vez, permitieron, por ejemplo, la realización de intervenciones y performances en espacios urbanos.

 Después de la Dictadura. ¿Por qué la insistencia, en ese sentido, de revistar la epoché del dolor?

Una respuesta a ello puede ser la necesidad de dimensionar el daño, la erosión dejada por un sueño social incumplido por la Concertación. Pero también, enfrentar a la noche que se había abierto como una fosa en la vida de muchos jóvenes que habitaban en lo más ruinoso del porvenir eriazo de Chile: el presente, sin nostalgia, de la anomia social, del desempleo, de la apatía del mundo adulto. De este modo, y de frente allí, la poesía novísima se planteó desde la ambigüedad sexual, desde la promiscuidad y la belleza (a veces demencial) de la marginación como una última frontera, como una guerra sin cuartel contra las promesas rotas del proyecto concertacionista.

De allí viene lo siguiente:

        Como un pequeño buda iluminado en calzoncillos
        Que calienta sus congelados a la luz del televisor
        Puedo hablar de la muerte
        Pero sólo sé lo que han dicho los que no saben nada de ella
        Pierdo luchando contra mí mismo
        Y ser hombre nada tiene que ver con esto
        Porque ser más hombre quiso decir menos
        Allá lejos queda aquel entonces
        En que los amantes cuidamos tanto de no manchar a la muerte
        Con nuestra esperma
        Mi Chico enloqueció hoy son pocos los que me han visto
        Y ten contigo que cuando escribo muerte digo amor
        Como un pequeño buda iluminado en calzoncillos

Es el poema fundamental de la novísima, su poema fundacional. Pertenece a la serie Elegía Homenaje a Walt Withman, del libro Este libro se llama como el que yo una vez escribí, de Héctor Hernández.

Pero esa productividad del poema no implica, ni por lejos, la sutura, la solución del registro del poema. A lo más, permite explicar la operación que está en juego al interior de los “Novísimos”, pero que de seguro no pasa por alto su matriz unívocamente desgarrada, dolorosa: allá lejos queda aquel entonces.

 

III. POQUITA FE

Los años corrieron entres bares y performance, pero sin notoriedad pública. Eso, hasta que en el año 2003, Balmaceda 1215 pretende reclutar a lo mejor de su ex alumnado para un proyecto de taller experimental. Se trata de un taller dirigido por Javier Bello –un poeta de la generación del 90``- y cuya finalidad es reescribir el Canto General, de Pablo Neruda, en la conmemoración del natalicio del poeta. En él participaron Héctor Hernández, Fanny Campos, Rodrigo Olavaria, Víctor López, Marcela Saldaño y Diego Ramírez.

El taller transcurre sin mayores inconvenientes. Lo interesante resultó ser el interés de la editorial Cuarto Propio por publicar el resultado, una vez finalizado. El prólogo estaría a cargo de Soledad Fariña y Raúl Zurita. El libro fue titulado Desencanto personal: reescrituras del Canto General de Neruda.

El prólogo de Soledad Fariña fue correcto y moderado, un juego entre el contenido de la obra y sus propias apreciaciones. El de Zurita en cambio fue absolutamente entusiasta, descoyuntado. En él hablaba de una nueva generación de poetas y su interés por Diego Ramírez fue sin igual. A partir de allí es que escribe el 18 de abril del 2004 en Artes y Letras un texto bajo el título de El baile de los niños, que hace alusión a un poema de Ramírez. En aquel artículo Zurita anuncia la pronta publicación de una descomunal antología de poesía joven: Cantares. Sería la primera vez que la novísima sale a la luz pública.

No todo será prosperidad, sin embargo. Un mes después Diego Ramírez es apresado acusándosele de participar en una red de pornografía infantil internacional. Pasa tres meses en prisión y el diario The Clinic publica un lamentable artículo bajo el título de Poeta Maldito (Mayo del 2004). Se inicia en el taller el intento de una defensa pública. En La Chascona–la casa de Neruda ubicada en el barrio Bellavista-, es programado el lanzamiento de Desencanto. Allí aparece Rodrigo Olavarría leyendo unos poemas de Diego, que estuvo encarcelado en ese período de tiempo.

Eran tiempos turbulentos. A fines de noviembre del 2003 Héctor Hernández presentó su tercer libro: El barro lírico de los mundos interiores más oscuros que la luz. Junto a Fernando Blanco, soy uno de los presentadores. Héctor aparece bañado en sangre tras las bambalinas del Centro Cultural de España: se había cortado las manos con un vaso roto, en una performance de presentación. La sangre corría y tenía vidrios incrustados en los dedos.

Pese a lo arriesgado de los actos o por lo mismo, el arte novísimo cobraba  más sentido: sostenía una suerte de estética de vida que se enmarcaba con la resistencia ante lo que Héctor Hernández llamó micro dictaduras. Las lecturas comunes de Foucault los emparentaban. El problema era el poder, su despliegue, su fisonomía, y entendían que la poesía debía desmarcarse de cualquier sentido unívoco y debía ir por ese camino que Foucault trazara en Las palabras y las cosas: el mar sin fin de las aguas de Sade, las postrimerías de las enaguas de Justine y la persistencia de la estética llevada a la vida. El concepto foucaultiano de biopolítica es determinante para plantear en los novísimos un contra poder frente a las políticas del panóptico, del biopoder ejercido en la sociedad capitalista como control de los cuerpos. Es, así mismo, determinante en las proyecciones futuras de sus obras. El bar La Nona –un antro ubicado en la calle Pío Nono del Barrio Bellavista- era un lugar diario. Allí, por primera vez, poco tiempo después del lanzamiento de Desencanto, Héctor planteó la idea de realizar un encuentro de jóvenes poetas.

La idea salió en el bar. Rápidamente Héctor Hernández diseñó una estrategia de abordar el problema de la “joven” poesía: a modo sencillo, la poesía joven buscaba diferenciarse de la poesía de los años 90`` (donde figuran nombres como Javier Bello, el insigne Germán Carrasco, Alejandro Zambra, Kurt Folch, entre otros). A su juicio, esa poesía era literatosa y de salón, amparada en el sesgo universitario y con una economía restrictiva a la hora de escribir. La idea les hizo sentido a los demás poetas y comenzaron a maquinar y darle consistencia teórica. Sus lecturas por entonces habían crecido mucho, pero conservaban cierta impronta: habían pasado de Michel Foucault a Gilles Deleuze. Este último fue de una enorme influencia en la idea de la poesía joven de Hernández: se consideró que ésta debía ser pensada desligada de la idea de vate poético y contra cualquier esencialismo. El valor implícito de las lecturas de Foucault y Deleuze en la obra de los novísimos es acicateado por el enlace entre la operación teórica y la operación poética como fractura con el literaturismo. A este respecto, habría que indicar que la filosofía y la sociología nutren su episteme teórica mucho más que la doctrina de las escuelas de literatura, como ocurría en los 90``.

Con todas esas sacramentadas ideas se lanzaron en un proyecto que pronto comenzó a crecer. En julio de ese año Hernández escribe el interesante artículo Panorama subjetivísimo de la novísima poesía chilena, en la revista Educar Chile. Es la primera vez que surge el nombre “novísima” (Cf Hernández 2003: 1).

El texto de Héctor es reconocido por muchos como el origen oficial del concepto novísima. Allí tuvo la inteligencia de signar a la mayoría de nombres que luego quedarían registrados en el grupo. Es, también, la punta de lanza del encuentro ya que poco después se les ocurriría el nombre oficial: Poquita Fe, en alusión al título de una canción de Los Panchos. Por ese entonces, Pablo Paredes les había presentado a otro poeta–publicista (Paredes era publicista) de nombre Gregorio Alayon. Rodrigo Olavarría les había presentado a su vez a una amiga del taller que en la Biblioteca Nacional dictara Elvira Hernández, Carola Zuleta. Carola poseía una destreza especial en las relaciones públicas, por lo que pronto se transformó en la productora ejecutiva ideal.

Rápidamente comenzó la difusión del evento en todo el país. Miles de poemas llegaron de distintos rincones, y la labor de selección fue ardua. Pero su sorpresa fue mayor cuando comenzaron a llegar textos de otras latitudes, como México y Brasil. El encuentro pasó de Nacional a Internacional, algo que para sus 23 años superó ampliamente las expectativas.

Extrañas casualidades del destino. La periodista de El Mercurio Maureen Lennon pública a fines septiembre de 2004 una crónica donde son retratados como estrellas de cine y aparecen en una foto como una especie de banda de rock. “Superstars”, se les llama (Lennon 2004: 15). El evento comienza a crecer por sobre sus intenciones y lentamente –según cuenta Héctor en una entrevista (Hernández 2008: 23) - les atrapa la máquina. Era tiempo de reaccionar.

Poco antes de lo de Lennon el periodista Franco Fasola, del diario La Nación, publicó, el 3 de octubre, un artículo bajo el título de Hambre. Allí se esbozaba la idea de que “los poetas” estaban en busca de fama fácil y que beben de las ubres de los poetas váticos (Fasola 2004: 34). Yo mismo escribo, el 31 de octubre del 2004, un artículo en Artes y Letras, en contra de las dos visiones planteadas por los colegas (Ruiz 2004: E14). Por ese entonces, los ánimos al interior de los novísimos estaban bastante convulsionados. La idea de una poesía novísima versus una poesía de los 90`` era lo que los mantenía despiertos hasta largas horas debatiendo y discutiendo. Poquita Fe los había hecho crecer como poetas, y también, con sus cuatro noches de lleno total, plantear un hecho inédito en el medio local: que la poesía chilena joven se estaba abriendo al mundo.

El contacto con poetas de otros países que vinieron al encuentro fue crucial para ello. Sobre todo la cercanía y amistad con Rodrigo Flores, de México, cuya venida a Chile fue tan “impactante” que de vuelta en su país fue capaz de configurar un grupo de similares características. Algo parecido ocurrió con la venida de Cristian di Napoli, de Argentina. El marco de público para las lecturas fue de un lleno absoluto. La sede de la Sociedad de Escritores de Chile no dio a vasto para tanta gente. Todos al interior del grupo hablaban de éxito.


IV. CANTARES

Finalmente, en octubre del 2004 aparece Cantares: Nuevas voces de la poesía chilena, la antología de poesía joven de Raúl Zurita donde por vez primera se dio cuenta de los novísimos (Cantares, LOM Ediciones 2004).  Zurita justificó el empeño de su publicación en el prólogo, a partir de la constatación de que "ha irrumpido en Chile un impresionante número de poetas cuya fuerza y originalidad nos remiten, y prácticamente sin mediaciones, a la fuerza y originalidad de los poetas inaugurales", y seleccionó -en un trabajo de dos años y con agregados de último minuto (Antonio Silva se incorporó cuando el texto estaba ya presto a ser diagramado)- 42 de estas nuevas voces en un extenso volumen de 311 páginas cuyas dificultades de publicación no desmerecieron su estatuto de verdadero acontecimiento en el little town de la poesía criolla. Zurita plantea en la entrevista que le hicimos que le hubiese gustado que Cantares concluyera con el poema de Pablo Paredes:

Porque a este movimiento social se le trunca la cadera social, se desarma y parece un armazón tembloroso, pero no bailarín. Porque este movimiento que sembraron los quedados en la patria y cosecharon los idos y vueltos de la patria, es un movimiento triste, pero no bailarín. De qué sirvió que acompañaran las palmas: mosquitas revoloteando un hedor. Hay una tristeza en los potreros santiaguinos, hay una tristeza en la niña/pobre/entre/pierna/pichí mirando el meneo tiesón de este movimiento social. Hay tanta tristeza en esa fiesta: la challa, el arcoiris, la serpentina, todo es un artefacto de dominación, en mi casa todavía no se cae el muro, por arribita se burlan los gatos de los perros, por abajo les muerden el cuello, movimientos violentos que no sacan mucha sangre. Nací un primero de febrero del 82, ese día estuvo quieto, sólo se contorsionó la vagina materna, ése sí fue un terrible movimiento social, ese sí fue bailarín.

Pablo Paredes
Bailarín

En parte por su anuncio prematuro (fue anticipada por el mismo Zurita en Artes y Letras, el 18 de abril del 2004), en parte porque a través de los milagros de la Internet el manuscrito circuló anticipadamente por algunos correos electrónicos, esta antología generó una suerte de tensión en los camarines que explotó en pifias y abucheos: que un 95% de esta obra no vale la pena. Que Zurita intentó un velado blanqueo, al contraer nupcias con estas escrituras virginales y prístinas de las corrupciones y máculas que tiñen las obras de los poetas más satisfechos. Que los antologados reciben sus bendiciones del stablishment literario, son sólo algunos de los comentarios.

Con excepción de Tomás Harris, sin embargo, nadie se preguntó en profundidad por la necesidad y pertinencia de esta obra cuando, hacía tan sólo cinco años, en 1999, Francisco Véjar publicó Antología de la poesía joven chilena. En dicha obra, aparecen ya la mayoría de los poetas aquí seleccionados. La respuesta estaba en los novísimos.

¿Qué había de nuevo bajo el sol pálido de la poesía chilena? Lo "nuevo" fue la emergencia de unos actores no contemplados en la escena de la poesía joven. Chiquillos recién salidos del pregrado e incluso de la escuela, pero cuyas propuestas se insertaron con fuerza en la escena de la poesía joven surgida en los años 90``. Raúl Zurita, quizás sin buscarlo -incluso más bien con intenciones conciliadoras- dio cuenta en Cantares de esa irrupción.

El lanzamiento se proyectó en la plaza Camilo Mori, del Barrio Bellavista, al aire libre. Lo curioso de esa modalidad hacía pensar en un marco enorme de público. No fue tanta gente la que llegó y el lanzamiento fue menos polémico que todo el lastre de recriminaciones y ditirambos de la prensa, como los comentarios de Ignacio Rodríguez, en El Mercurio (Cf Rodríguez 2004: 34) o los de Fabio Salas, en Rocinante (Rocinante 44, noviembre del 2004). Pero el círculo se había cerrado y los novísimos ya tenían un nombre ganado. Años después, yo los recordaría al ver la actitud vital de estos jóvenes secundarios, que seguro –como ridículamente imprecan algunos- no han leído a estos poetas, pero ni necesario es que la poesía sea leída para que sea el himno silencioso y hermoso de muchos.

Mi intención aquí es presentarlos, pero también preguntarnos si es que acaso su señalada clandestinidad, su insistente marginalidad, no sea parte del Hambre que Fasola intenta evidenciar. Se trata de una pregunta de fondo, pero que no altera la osadía ni la voluntad poética de este grupo. Más bien, ella parece confirmarla: porque si la poesía merece o no ser puesta en un sitial privilegiado entre las artes quién podría negar que el estatuto de marginal, aunque fuere como impronta favorable, no es digno de ser pensado por boca de sus propios actores.

 

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