Territorios en fuga: Estudios críticos
sobre la obra de Roberto Bolaño.
Patricia Espinosa H. (Compiladora)
Editorial Frasis, 2003.
264 páginas
Escritos en fuga y escritores fugaces
Por Felipe Ruiz Valencia
Revista Rocinante Nº64, Santiago, Febrero de 2004
Como sucedió con la celebración de los 30 años del 11, tanto homenaje
rendido a la muerte de Roberto Bolaño olió a
entierro. Coronas en el velatorio, lágrimas, discursos para rendir
cuentas con la historia y, finalmente, la última pala sobre el occiso: descanse
en paz...
Dentro de este panorama, Territorios en fuga: Estudios críticos sobre la obra de Roberto Bolaño resulta un saludable contrapunto. Quizá
porque ya estaba en su fase final antes de la muerte del autor, solo una
pequeña dedicatoria, como la de cualquier libro, se suma al réquiem
generalizado. El resto es una noble intención de aproximarse a la obra
a partir de una mirada disonante. En su mayoría, ninguno de los estudios
pretenden una visión holística y clausurante, como tampoco retornar
a perspectivas críticas totalitarias, que buscan sentenciar de
forma taxativa y eternizadora una obra rica en rizomas y juegos
especulares. Esto es, sin duda, uno de los mayores atractivos del libro,
anunciado ya en el Estudio Preliminar de la propia compiladora: "Nos
enfrentamos a la multidisciplinariedad, a la yuxtaposición de conocimientos,
a las narrativas liberadas de las formas tradicionales del cuento
y la novela, a la conformación del juicio estético a partir de la lógica
de la pantalla". Dicha confrontación -de la crítica consigo misma, de la
crítica con respecto a la realidad que circunda- ha sido, según Espinosa,
más escabullida que asumida: la crítica académica concentra sus
esfuerzos en una esclerotización respecto de los medios masivos, orientándose "hacia una burocracia investigativa y la no renovación
curricular". Mientras, la crítica en medios se ha convertldo en propaganda-
reseña: "el critico no es más que una opacidad que necesariamente
debe ser sustituida por el mediador literario, el sujeto que se
dedica a sintetizar el libro y dar unos brochazos de valoración a partir
de algunas frases golpeadoras". Frente a esta tierra baldía Espinosa llega a preguntarse incluso por la posible desaparición de la crítica.
Así, en efecto, muchos de los autores seleccionados pertenecen a
esa generación "post-estructuralista" de la que Espinosa habla, "tan
visibles como invisibles": Grínor Rojo, Pablo Catalán, Álvaro Bisama, Camilo
Marks, Cristián Gómez, Alejandro Zambra y el arquetípico caso de
Darío Oses, profuso crítico mediático del maniatado "Show de los libros"
y clandestino escritor, columnista de esta revista, encargado de
la biblioteca de la Fundación Neruda. El mismo libro, de hecho, es una
suerte de engendro poco usual: surge de una editorial independiente,
sin patrocinio universitario 0 de algún medio de comunicación importante:
lugar de convergencia de múltiples inquietudes y ánimos autorales.
Ellos, en general, no solo poseen los requisitos para ser incorporados
en la ficha de críticos desamparados de Espinosa: también escriben a
partir de un criterio de hibridez, textos imposibles de ser catalogados a
partir de una identidad escolástica -estructuralismo, subjetivismo, marxismo
luckastiano, deconstructivismo, etcétera-, de una plataforma
institucional -universitarios, mediáticos, periodísticos y, lo que es más
importante, a partir de una perspectiva ideológica común que no sea el "entusiasmo por Bolaño" y cierto esfuerzo de la compiladora por "sistematizar
los rizomas", a través de una serie de "subtítulos-subcompiladores":
El cruce estético ideológico, En las fronteras de la novela, La identidad
¿posibles?, Sentido y fragmentación y Literatura y lector.
En este abanico de entradas y posibilidades, sin embargo, las fisuras y
diferencias de nivel se ponen en mayor evidencia que en un texto que
obedezca a un criterio de unidad ideológica y coherencia escritural.
Resaltan por mucho los estudios de un Grínor Rojo (quizá el más académico)
por sobre los de un José Promis, a las de la misma Patricia Espinosa
por sobre un Cristián Gómez. Pero, por sobre todo, destaca el excelente
estudio de Pablo Catalán, Los territorios de Roberto Bolaño, del cual se
podría afirmar que casi da título a la compilación, justificándola a partir
de sus propias premisas internas. Heterogeneidad y democracia editorial
que trae sus riesgos, claro está, pero que es siempre preferible al
dogmatismo y al abúlico y unísono réquiem de las apologías póstumas.
Vayan aquí resumidos todos los posibles territorios explorados por
este libro-rizoma: identidades fragmentadas, castración freudiana,
bioliteratura, metaficción, política editorial y política dictatorial... todas
posibles entradas, pero también salidas: fugas y fugacidades ante
un autor que siempre vivirá, como un nómade, afuera o en los márgenes,
llevando las fronteras con él. En efecto, continuar esta senda será
siempre el mejor homenaje que podamos rendirle.