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Tentativa de una poesía de superficie

Por Felipe Ruiz

 

Underground es un concepto que hemos venido usando para signar a cierta clase de propuesta estética que atraviesa todo el espectro del arte en Chile, y que significa, literalmente: subterráneo. Durante la década del 90’, lo underground definió una salida frente al vaciamiento de los contenidos y proclamas de las modas new wave que comenzaron a convertirse en simples esqueletos de un estilo musical. A inicios del 2000, lo underground manifestó su paroxismo, aproximando su quehacer a una propuesta vinculada a una neo vanguardia.

En ese período fui uno de los defensores de la necesidad de articular un proyecto que hiciera sentido a los requerimientos de manifestaciones poéticas pioneras y dispersas. Asumí como propio el proyecto que signaba la necesidad de un fuselaje teórico a este tipo de manifestaciones, en cuyo desarrollo estuve involucrado. Es de ese modo que consideré que el poema debía ser un poema colectivo y no exclusivamente uni personal. Que la voz poética debía desligarse del contenido práctico del quehacer cotidiano. Se trató de una propuesta de vastos alcances: una poesía cuyo sentido estuviese afincado en una comunidad, y que no solo fuera su égida, sino también, ella se hiciera parte de la voz de esa comunidad, fusionando sus hablantes con el patrimonio oral chileno. Podría llegar, incluso, a pensarse una cooperación y armonía entre democracia y poesía, pero una democracia cuyo sentido no descansara en el contrato social de lo colectivo, sino en tanto que la colectividad social afirmara la efectividad de la palabra contrato. En esa tarea nos embarcamos.

El mercado, sin embargo, termina demostrando que cualquier manifestación de Underground no se basa exclusivamente en relación a la uniformidad de sus contenidos, sino a la proliferación del recorrido, de los énfasis y marchas de la comunidad en que ella se enmarca. No es que el mercado haya terminado ganando, en tal sentido. Sucede más bien que lo social era aún mayor de lo que se pensaba, que la envergadura del proyecto ameritaba una cohesión cuya resistencia terminó por ceder. Es por eso que considero que el proyecto que en inicios de los 2000 intentamos llevar adelante, junto a otros poetas, debe remediar sus falencias en vistas del nuevo sistema de relaciones que establece el poema con los poetas.

En primer lugar, considero que este sistema ya no puede considerarse como de carácter monolítico, sino que es transversal. Por tanto, necesariamente, la poesía debe ser de superficie y no Underground. Esto quiere decir que es necesario aceptar la diversidad temática y gestual de los poetas. De superficie: las metáforas pueden ser muchas. Por lo pronto, se podrá admitir, es una poesía que busca mirar el mapa, recorrer el perímetro, realizar derivas, una pionera poesía diurna en relación a otra oscura, noctámbula.

Un punto muy importante para la gestión de los poetas de los 2000 fue la uniformidad discursiva en cuanto al terreno político. Considero que esa uniformidad no puede hoy sostenerse. La articulación de un discurso de izquierda no es única como forma de producir un sentido, ni quita dramatismo a la contrapropuesta, al contraproyecto de una poesía no oficial.

Se trata del llamado hacia una poesía terrestre, no de ideas subterráneas, una poesía territorial, si se quiere, cuyo movimiento se manifieste como escala y desarrollo, progresivo, de una nueva identidad poética nacional.

 

 

 

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