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El Cielo caerá sobre nosotros
A partir de FOSA COMUN  de Felipe Ruiz

Por Diego Ramirez

Fosa Común, Editorial Fuga, es el tercer libro de poesía de Felipe Ruiz, después de Cobijo y Arquero. Conozco el trabajo del autor, desde hace mucho tiempo en los pasillos de Balmaceda 1215 donde  junto a un grupo de otros poetas nos toco la terrible posibilidad de reescribir el canto general de Neruda, recuerdo las alturas de Machu pichu, los juegos de lenguaje y trasgresión de las formas de esa primera poesía de Ruiz. Leo Fosa Común, casi cinco años después, y pienso en Chile, en sus muertos y la larga lista de muertos que aun nos falta por enterrar.

Como primera observación, veo en este libro, el trabajo de las citas y las otras voces literarias cruzadas. El imaginario Parriano como se señala en el prólogo, y quizás, también las voces de la ciudad de Berenguer, y  los Anteparaísos de Raúl Zurita. 

Este trabajo tiene ese rasgo de lo latinoamericano, ese infierno de Lima, como alegoría con Santiago, entonces, pienso en la Plaza de Armas, en ese costado aniquilado y sobre vigilado del pequeño corazón limeño, y por eso no es casual que este libro este en constante referencia textual con la ciudad y con ese tráfico de lo histérico, del exceso, de la multitud en la Alameda infinita, pero tampoco es casual la última cita: a Lima, mi Grecia en Ruinas. Porque algo de Perú en ruinas esta también presente como un territorio cercado en el centro de esta ciudad.

El sujeto poético se torna todas las voces posibles, son la historia de Chile y sus terminaciones, son los sujetos posibles e imposibles los que hablan, el dialogo con la muerte, la cita y la parodia, la borrachera estridente, todos acompañados pero solos, pienso en el poema de Nadia Prado, son kilómetros de gente extraña, los que esta presente en todo este poemario, pienso también en Restoran Chile de José Angel Cuevas, porque es esta fosa común el país, es la fosa común Chile, que metaforiza y hace una alianza con estos tiempos, con este país aterradoramente industrializado, consumido por sus otra ciudad mas lindas y mas grandes, con gente también mas linda, en autos más lindos, con árboles más lindos, perros mas lindos y luces hermosas, esa otra ciudad, que crece en otra frontera, en otro límite, que yo al menos no conozco, y que siento que muchos de ustedes tampoco alcanzaron a conocer.

La ciudad crece tecnológicamente aterradora en otra parte de esta misma ciudad, mucho mas allá del lugar común de límite de Plaza Italia, la ciudad cambia su coordenada, extiende sus brazos al neoliberalismo salvaje y se instala violentamente en el cariño consumista que empezamos a tener todos cuando miramos esta parte del país arquitectónicamente mounstroso y absolutamente mas hermosos que nuestras casas solas y  frías de esta parte de Santiago.
 
Este libro instala desde su imaginario poético esa otra parte de la ciudad: la oscuridad, de las calles, los rincones casi olvidados, las rutina laboral y la gente cada día mas sola, aunque sea en un paseo familiar de domingo, aunque virtualmente el contacto se supone más cerca, el ruido, el ruido anestesiante que esta en cada una de estas páginas, ya sea como banda sonora, como cita musical, como reclamo, como renuncia, la música urbana de la poética de Felipe Ruiz, se contrapone con el silencio, entonces el autor nos dice: Será que podemos escucharnos con tanto ruido?

El ruido es esta fosa común, son los lamentos, es la cita religiosa, es el Dios que nos deja tan solos a este lado del camino, es la evangelización que nos deja muertos de miedo a este lado de la ciudad. El ruido es esta fosa común país, es la inauguración de unos versos rabiosos que como fotografía social de Chile nos presente ese lado mas salvaje pero también mucho mas honesto con la biografía, es esa honestidad, ese gesto biográfico lo que me hace leer este libro desde la cercanía, que me hace ser parte como lector de esa misma fosa común aterradora y hermosa. Porque Chile es una fosa común aterradora y hermosa.

Las bibliotecas, los libros que pasean por la ciudad, la historia de amor de los 30 años, cito: Nos acostamos con otros cuerpos sintiendo la necesidad / De estar con uno mismo. Las jóvenes de este libro leen acerca del mar y se corren pensando en el cáncer, el dolor de los árboles, los soldados y la frontera. El centro de Santiago y el mall, el sol que te quema los ojos, porque  los niños lloran de miedo porque la ciudad los vigila, y el autor también es parte de esos niños, y el lector se vuelve parte de esas estética de la ciudad y sus nuevos aparatos del control, el poder, y el castigo, cito:

¿has sentido el pánico de las alarmas de auto?
¿has estado solo de noche
y al escuchar el seguro inalámbrico no has sentido el mismo pánico
de los condominios enrejados de La Reina
en el silencio cortado por la sirena eléctrica?

El bar y los fanáticos, la rutina y la jornada laboral, la diferencia entre el trabajo y el placer. Esas rebeldías que ya pertenecieron a los padres, esas batallas ganadas y perdidas. Lo eléctrico, la pista de baile y la noche, donde parecen felices, donde aun se cree en el amor, las nuevas rebeldías como pastiche sobre la conquista de la misma ciudad ochentera, cito:

Eso es nuestra revolución
unos delantales manchados con plumón para pizarra

Los oficinista: Ñuñoa Lastarria  puente alto  Manuel Montt; los poetas nacionales que creyeron la ciudad eterna y la ultima invitación a mirar el fuego, la ciudad que ya esta escrita; entonces desde donde volver a escribirla? desde una fosa común como una poética siniestra y salvaje, esa es la apuesta y la estética que nos presenta Felipe Ruiz. Así de hermosa es la ciudad desierta – dice el autor.

En este lado del país, en esta fosa común, Dios ya nos dejo fuera del cielo, la cita permanente con ese paraíso como ficción, como metáfora, como salvación, la primera cita del libro nos dice: “Nos habla de una casa donde dios esta con los hombres”, pero todos sabemos que esas puertas están muy lejos y que lo único que podemos esperar, como insiste Felipe Ruiz en este libro es que el cielo, inmenso y apocalíptico, caiga sobre nosotros.

En la fosa común florece la rosa del mundo, y esa rosa es la fragmentación de un imaginario que cruza la historia personal con el cuerpo social de una patria desolada, en esta Fosa Común esta la madrea,  la abuela,  el padre,  los cadáveres, la memoria, la impostergable memoria, ¿ya te olvidaste? Nos pregunta el autor,  y la renuncia, la impostergable renuncia cito: cualquier pared del mundo es un muro de lamentos.

En esta Fosa común no solo están los muertos de Chile como la carne que florece, como exquisitos cadáveres cruzados, esas ausencias son también las cicatrices, la fosa común donde estamos todos, porque en este libro, Felipe Ruiz, nos invita permanentemente a ese quiebre aterrador con la propia muerte.

 

 

 

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