DOS LIBROS EN LA COYUNTURA DE LA CATÁSTROFE
Teseo en el Mar Hacia Cartagena de Marcelo
Guajardo y Chilean Poetry de Rodrigo Arroyo
Por Felipe Ruiz
La simpleza con que la muerte es enfrentada por la
poesía debería conmovernos. Ella no se estipula desde la voluntad
de un mesianismo calculador y retórico - tal y como nos tiene acostumbrados
desde hace mucho el político moderno -, sino desde la interrupción
de esa misma voluntad por el amor a la gratuidad de un oficio y por
la ternura frente a la misoginia y el tótem fálico. Cuando la política
opera en relación a una fuerza ciega y omnímoda, el poeta le opone
la sutiliza y la heterogeneidad del género. Cuando la política instaura
el racional control de los cuerpos, el poeta abdica por el caos y
el retorno a la patria griega.
Pero el ejercicio de la política en Chile los últimos
cinco años ha venido a radicalizar esa suerte de estatización de los
políticos y un acelerado ritmo de encabalgamiento entre consumo y
estética ha ido acrecentando la sensación de asistir a una suerte
de constante culminación del ideario chileno. Al menos, para buena
parte de la población que yace "hundida" en el abandono de la política,
así lo es: el resto
al menos ha tenido la suerte de poder liberarse de los patrones de
consumo social, y de esta forma arrancarse del destino teleológico
que mantenía atada la promesa concertacionista a una "muerte sin fin".
Con todo, la poesía ha logrado sobrepasar esa muerte
y, aún más, ha sabido dar cuenta de la posición que ocupa frente a
una paulatina reagrupación de las colectividades, de los movimientos
sociales y del tejido nuclear - sobre todo en sectores juveniles -,
de Chile. Es así como, lejos de ser la égida de la derrota, se erige
desde el relato de la catástrofe: una catástrofe ya ocurrida y que
ha dejado sus saldos.
Incluso por eso mismo es que un libro como Teseo
en el Mar Hacia Cartagena sorprende al lector a medio camino
entre el retorno de esa vorágine de la catástrofe hacia su culminación.
Tenemos la certeza de que toda Odisea es una aventura ya consumada:
se escribe desde un destino ya consumado o no se escribe, sencillamente.
No nos arrastramos al destino como si estuviésemos apresurados en
llegar; lo que buscamos, más bien, es acercarnos lo más posible a
ese lugar donde se está ya. Es por eso que la esperanza que arroja
el viaje no es la aventura por la aventura, sino aquella que se abre
después de la catástrofe: el viaje no se inicia, en el principio (Eliot),
sino más bien pasado un tiempo desde la derrota. Por eso este epígrafe
que Guajardo instala al centro de su obra sorprende por su actualidad
y certeza: "El drama ha terminado. ¿Por qué todavía un paso más? Porque
uno sobrevivió a la catástrofe" (Melville).
Será que ese paso más es lo decisivo que se abre a
la aventura del viaje, o que incluso ese viaje no es más que la prolongación
del Canto (dicthtung) - como hermosamente titula Guajardo las secciones
de su poema -, y que el "and the when down to the chip" con que Pound
abre su opus final resume de manera esquemática lo que implica el
movimiento general de la película moderna: escisión.
A mi parecer, la sección más lograda y diáfana de este
poemario se articula desde El paraíso repetido en el mar acrílico
de Cartagena. Este constituye un extenso poema con influencias
surrealistas y con una bien lograda utilización de los silencios,
donde concurren imágenes bíblicas y homéricas de un modo inusual,
a la usanza de las formas utilizadas por Huidobro en su célebre Monumento
al mar. El tema de este poema se pierde a ratos, pero eso no implica
una pérdida de su unidad discursiva. El hablante transita desde lo
sentencioso (Pero en la alegoría de los desfiladeros hay una estoica
intuición relativa al suicidio. La caída y la muerte), hasta otros
de carácter alegórico (a veces le abrimos las panzas a los helicópteros).
Teseo en el Mar Hacia Cartagena se estructura desde una catástrofe
hipotética y se vuelve, por lo mismo, en un caldo de cultivo para
la crítica.
Distinto en su singularidad, pero análogo en sus resultados,
es el caso de Chilean Poetry, de Rodrigo Arroyo. Aquí la obra
opera oponiendo, de entrada y hasta el final, el triunfo a la catástrofe,
y de este modo, también, la vida se ofrece como el resultado de una
conquista antes que un derecho. Este libro opera en un nivel de intelección
teórica y ex profeso arroja algunas luces respecto a qué o en qué
consiste la catástrofe: esta podría ser el resultado de una resolución
premeditada del juego por el que se mantenía en oposición Chile/Latinoamérica
pero también, podríamos pensarlo, es el resultado de la derrota de
un modo de entender el lenguaje frente a la posición que ocupa en
las artes y la estética. Arroyo parece profundizar sobre todo en este
último derrotero, y apunta a graficar desde una voz pretérita el resultado
de dicha catástrofe: los poemas son "caballos perdidos en el laberinto"
(¡otra junta con Guajardo, donde el minotauro es una figura central!),
o este esperanzador verso: Olvidamos las derrotas, un débil sonido
de mi cuerpo ilumina las paredes.
El poema de Arroyo a veces peca de diatriba, pero resuelve
bien las sentencias - diría que incluso mejor que Guajardo -. Describe
de manera elegante una nueva aventura o destino de este viaje que
se abre después de la catástrofe: Arroyo es un poeta porteño y eso
lo hace interesante como análisis de lo que podría acontecer. Si es
que acaso lo que se abre desde esa ruina general podría ser la reconquista
de una nueva comunidad poética esta vez ampliada desde el valle hacia
las radas de un país que necesita, con urgencia, tomar aire a mar.
Ese mar puede ser el mar hipotético de un Pound o el
mar real de un Valparaíso: como sea, para el viajero, para los múltiples
tránsitos que se abren después de esta catástrofe, tenemos dos buenos
libros de ruta: Teseo en el mar Hacia Cartagena y Chilean
Poetry.