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El insoportable paso del tiempo, de Francisco Rivas
Por Reinaldo Edmundo Marchant
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Al entrar en el luminoso laberinto de esta obra, “El insoportable paso del tiempo”, de Francisco Rivas, trasunta desde la primera página el oficio adquirido por este narrador.
Al avanzar por sus páginas uno percibe un valioso asunto: que tiene episodios que los aspirantes a la novelística pueden considerar como buenas herramientas para su cultivación creativa. En efecto, se encuentra en esta obra valiosos mecanismos y puntos de vista para abordar un texto de larguísimo aliento.
Existe una literatura y un arte peculiar. Pero también hay una literatura y un arte que es torrentoso, que no le prestamos la debida atención ni el valor universal que contienen. La plenitud de la obra de Rivas se enmarca en el maravilloso caudal de nuestro continente, no únicamente por intermedio de las fuentes de conflictos que plantea, sino por el fabuloso lenguaje que fluye de manera natural.
Si tuviéramos que fichar ante la cámara la presente obra, diríamos: se trata de un libro desbordante, lleno de “polenta existencial”, una placa de la geografía de Latinoamérica y no sólo de Chile, un libro exuberante y crudo, con cruces acerca de los más diversos problemas que pasaron y siguen pasando en la monótona consigna diaria.
A no dudar, Francisco Rivas dio a luz esa “novela rosa” que se presenta antes de elevar vuelo a la reencarnación perpetua, de acuerdo a la sugerente exposición que el autor describe en logrados pasajes.
En los anteriores libros de Francisco, por ejemplo, El informe Mancini, Los mapas secretos de América Latina, Pequeña leyenda de una ciudad ocupada, Martes tristes o El pulmón del general, obras elogiadas y premiadas, está el mismo nudo narrativo y caracterización de un potente conflicto entre la realidad-ficción, hechos sociales, existenciales y políticos que sacuden a nuestras sociedades, en especial a la nuestra, denota el interés del creador por la alta arquitectura artística que se revuelca en análisis sesudos, incluso prohibidos, saca la voz de temáticas que no pocos dan la espalda.
Rivas descubrió un asunto que es indispensable en la creación literaria, un sello narrativo, esa marca de la impronta personal, lo que se llama “estilo”. Aspecto que los eruditos califican como el cuño más difícil de encontrar.
En el presente libro, el autor, como el genuino prosista que es, expande el relato a distintos puntos de vista, con historias traspuestas engarzadas en un solo hilo conductor, que se abrochan entre sí en algunos momentos del itinerario narrativo, tales expresiones se sustentan en la proyección de la trama, en una incesante movilidad, en revelaciones novedosas, en opiniones que brotan de una u otra fuente –el tema de la muerte, por supuesto-, suele cambiar y reorientar la visión que tenemos, porque dicha movilidad enriquecedora confiere al tema narrado una singular fascinación y, a la vez, la ocupación de los temas dialogados por los personajes, caen sordina, dando lugar a un alegre divertimento narrativo.
La dimensión de lo imaginativo en El insoportable paso del tiempo, es un elemento tributario a los fragmentos narrativos que la complementan. Dichos fragmentos no son formulados para llenar espacios vacíos de escritura, sino para ahondar en los conflictos abiertos de la comunidad humana.
La atmósfera que se describe recuerda la prosa de grandes novelas. Los puntos de vistas, hay que insistir, demuestran el oficio logrado por su autor. Es verdad, luego de la tentativa de semejante proyecto artístico, donde nada menos que sopla en los oídos la inescrutable expiración humana, el lector advierte que por añadidos brotan maculadas perlas, porque el logro artístico, llevado a un profundo interés literario y científico, es patente, ofrece muchas ventanas por donde contemplar tamaña aventura, donde no hubo ejercicio retórico, sino de alta narrativa.
En resumen, pareciera que el autor ha dado cacería al libro que es la realeza de todas sus demás creaciones, donde comienzan a convivir al fin en una alucinante habitación común.
