La poesía futura
Felipe Ruiz
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Hemos cancelado la ciencia ficción, porque el futuro es aciago, más diatópico de lo que imaginamos. A partir de allí, desde la agonía del lenguaje, debemos asumir con realismo el alcance y los límites de la poesía futura. Pensar en el futuro de la poesía es aún la de nuestra lengua, de aquello que emana desde lo más profundo de lo hablado. Los poetas del futuro deberán hacerse cargo de toda la odiosidad, el farandulismo, y la decadencia de la poesía actual. Deberán de algún modo hacerse responsable de los propios errores de los poetas del presente.
Dicho eso, podemos aventurar que aquellos poetas no deberán titubear frente a la sola idea de que la tecnología y su sensacionalismo los tiente a ubicar su escritura nuevamente en la modernidad. La modernidad se ha acabado no sólo en el sentido del fin de los relatos, sino que la literatura moderna, ya escribió su última página. La poesía futura, deberá revincular el sentimiento de trascendencia de la literatura, y potenciar, quizá, a partir de los mil y un retruécanos de la ironía, una relación con la finitud de nuestra existencia que sea también un retorno de la inocencia. ¿Qué entendemos por inocencia? Entendemos, grosso modo, un trayecto de retorno a casa. Un lenguaje de vuelta, más que de ida. Por el dolor futuro, también, estamos conscientes que nos inspira un sentimiento de piedad. Los poetas del futuro, que deberán asumir la responsabilidad de llevar el lenguaje de vuelta a su morada, sólo podemos preparar el camino en nuestras obras y en nuestros actos como poetas. No vemos en qué sentido, la literatura sigue existiendo. No hay sentido en el lenguaje para que la literatura del presente, en su decadencia, no deba mejor callar. Los poetas del futuro deberán hacerse cargo de este mutismo, de ese silencio que va desde el presente a la más frágil esperanza que el lenguaje retorno a casa.
Por ello mismo, entre nuestro presente y el de los poetas futuros existe un silencio de muerte, incluso, desolador y vasto, en que la literatura callará o simplemente no dirá nada. La urgencia es y debe seguir siendo un llamado, humano por su finitud, a trascender por medio de la obra, antes que por cualquier metafísica.