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Las espinas de la Magnolia
"Magnolia", Felipe Ruiz. Ajiaco Ediciones 2012

Por Marcelo Guajardo Thomas

 



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Son tiempos ingratos para la poesía. El poeta está asediado por el intercambio masivo y muchas veces irritante de contenidos de lenguaje. Arrecia la palabrería y en este exceso el lenguaje termina devorándose a sí mismo. Arrecia la palabrería pero la palabra se vacía de sentido, en la mentada era de las comunicaciones, cada vez estamos más sordos y más mudos. Qué puede hacer la poesía en este momento, o más bien, hacia dónde. El libro que tenemos al frente no es sino una respuesta a esta hostilidad. Quienes hemos leído a Felipe Ruiz durante esta década nos daremos cuenta que Magnolia es la puerta de salida de una zalagarda agobiante. A pesar de la desesperanza que cruza el poemario la sola publicación de este nos habla de un caudal que continúa a pesar del ruido ambiente. Sucede con la poesía lo mismo que con la naturaleza devastada. Consigue retomar su curso, se reconstituye y vuelve a decirnos algo. En Magnolia noto un nuevo ocultamiento. A la aridez del contexto Felipe Ruiz opone un deslumbramiento silencioso del fenómeno. Versos miméticos en el follaje de escrituras, disonantes, de ritmo personalísimo, la torpeza como estrategia de lucha. Porque cobijo / no hay / en esta cuna / de tildes / comas / arrancadas de raíz / para que tiemble el llanto / de su pequeño / de quién / del dolor. De modo contradictorio, la presencia dolorosa del lenguaje es al mismo tiempo la única salida del atolladero. El mismo poemario se encarga de marcarnos la ruta de salida. De la construcción oblicua de los acontecimientos hasta el escape retórico final, montado en un verso de mayor amplitud y respiración, pasando por la fábula rítmica de la vida cotidiana. Un ejercicio razonable es tomar los títulos de las tres secciones del libro e intentar un análisis desde allí. De antemano me parece que funcionan como un mini sistema de referencias y son un poema en sí mismos, pero veamos. Guarda en este frasco tu pequeño Olimpo, Hortensia, Morimos como los unicornios. La primera afirmación deja en claro el camino de repliegue que impondrá en texto. Al pequeño frasco transparente dónde la poesía se conserva para el futuro. En su Olimpo almibarado de lenguaje fundido a altas temperaturas. En ese verso que asume su rol de título está la declaración de principios que anima al poemario. Más tarde, en Hortensia, el llamado a la cotidianeidad y su contorno sagrado. Sí, sagrado. En esta parte del texto Felipe Ruiz parece convertir el fenómeno diario en sacramento, su relato se aproxima con parsimonia y algo de furia su verso la interpela a ella, al recién nacido, a ambos, en la agridulce esfera de la vida conyugal. Desprendido del habla, el verso encuentra el esqueje en su tallo y brota a la luz. Tiene la mollera blanda dice él / y ella piensa en su fragilidad / en su delicado corazón / su trigo / que es como un grano / mil brazos / en el cereal de la mañana. Con este capítulo, el primer soliloquio de inicios del poemario, adquiere la forma de los eventos. Como una primera huella de agua que escarba la piedra, el mismo torrente suma la sustancia al siguiente compartimento. Lo que era relato se vuelve diálogo, lo que era diálogo se vuelve épica. Me refiero a la tercera sección del poemario. Morimos como los unicornios, que completa el camino hacia la salida a través de un pasadizo encontrado en el follaje de los acontecimientos. Así pues, recibimos el ritmo trepidante de los últimos poemas como una declaración de esperanza en la poesía. Un despliegue en la palabra que escaseaba en las secciones anteriores pero que a la luz de la naturaleza rítmica del poemario está plenamente justificado. Un molto vivace que con habilidad y siguiendo el mismo dictum consigue la articulación razonable de sus sentencias.  Como en La vida moderna.- Te puedes morir con el televisor prendido. Te puedes / hacer añicos la cabeza contra las murallas de un edificio. /  Si es preciso, tu sed, la calmará una vertiente de plástico / afuera del restaurante. La esperanza de Magnolia está cifrada en la palabra poética, no en el mundo que nos rodea.

Santiago, octubre 2012.



 

 

 

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Las espinas de la Magnolia
"Magnolia", Felipe Ruiz. Ajiaco Ediciones 2012
Por Marcelo Guajardo Thomas