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Momentos cruciales
Presentación del libro La danse Macabra, de Tito Manfred

Por Felipe Ruiz

 

 

 

 

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En estos precisos momentos, mientras nosotros nos encontramos hablando de literatura, conversando, departiendo, se vive una cruenta masacre humanitaria en Siria, y aún más, una casi inminente guerra entre Turquía y Siria en estos años ya de primavera árabe, como le hemos llamado en Occidente, casi rimbombantemente a un proceso complicado, difícil y que ha terminado con la vida de cientos de niños, mujeres y civiles. Quizás por esto mismo, la pregunta que una vez se planteara Holderlin sigue siendo cierta: ¿para qué poetas en tiempos de penuria? La respuesta desde luego no es fácil cuando el arte se vuelve un adorno vacío en las salas de exhibición, y la literatura, la imaginación, el mundo onírico, se desvanece de ipso facto ante aquello que hemos llamado la realidad.

En efecto, la realidad parece más fuerte que cualquier ficción, y mientras esto ocurre, la poesía parece estar despareciendo. Lo que desaparece desde luego no desaparece porque sí. Pero tampoco, incluso si logramos controlar, medir, evaluar el proceso de su desaparición frente ante nuestras propias narices, podemos sugerir que la poesía es siempre buena y que el solo hecho de ser buena nunca desaparecerá. Lo cierto parece ser lo contrario. Que nada garantiza la subsistencia de la poesía frente a una realidad en ruinas, que nadie tiene su futuro asegurado, ni siquiera lo que apunta hacia la belleza, el estilo, o por último, ese gesto voluntario de amor.

El libro de Tito nos recuerda eso. Es una señal de advertencia. Sin pretensiones de estilo, nos arroja un testimonio de realidad en el rostro. Odia a la poesía porque no puede dejar de escribirla. Y ama la palabra porque la palabra es un bastión donde nos atrincheramos cuando el mundo se desangra y ahí, en un rincón discreto, modesto de nuestra conciencia, ni siquiera de nuestra lengua, hablamos con nosotros con incredulidad, casi con estupefacción, sobre el por qué del dolor, del sufrimiento, de la muerte. La palabra nunca nos abandona en ese instante. Y creo que es desde ese secreto rincón de donde arranca Danse Macabra. Es un atajo de estupefacción, digo bien, un atajo antes de que devenga la transparencia de la racionalidad a ordenar todo de nuevo, a otorgar el control de los poderes, a hacernos sentir, como siempre, liberados de culpa.

En este libro están las huellas de una poesía urgente, nunca preconcebida y mucho menos meticulosa. Es por así decirlo, una poesía inmediatamente posterior al grito, al horror fulminante que nos derriba. Es inmediata y no busca, por tanto, la mediación de un aclarador, de un medio de comunicación, de un crítico. Atañe a nuestra experiencia golpeada y de golpe con la realidad. Con nuestra precariedad, en primer término, y en segundo lugar con nuestra percepción directa, con decisiones que debemos tomar en el momento, como si hubiese sido escrita en un terminal de buses, la poesía de Tito Manfred aborda el caos actual, el desorden, incluso psicológico, de nuestra realidad.

Decía en un principio que la poesía no tiene garantizada su subsistencia. Pues bien, con este libro me queda claro que la poesía debe continuar, no porque sea un acto de amor gratuito y voluntarioso, de los que hay miles, ni porque sea esencialmente buena, pensando en la maldad e injusticia del mundo. Debe continuar casi como un imperativo categórico, simplemente, porque en ese debe se esconde quizás, para nuestra seguridad, una palabra que se esconde como un deber, como un “hazlo”, como un “no lo hagas”, en esa toma de decisiones en que a veces se reduce la mudez de nuestra precaria existencia. Bienvenida pues esta reedición.



 

 

 

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