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La insoportable pesantez de Paul Celan
Notas dispersas sobre De umbral en umbral

Felipe Ruiz



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De Umbral en umbral aparece como el segundo libro de Paul Celan. En realidad, es el tercero. El primero lleva por título La arena de las urnas. La edición primera de este contenía tantas erratas y materialmente era tan pobre que enfureció a Celan y decidió no difundirlo. De este modo, La arena de las urnas fue publicado finalmente como un capítulo de Amapola y Memoria.

Es así como nos llega a los lectores de habla hispana De umbral el umbral (Von Schewelle zu Schwelle), como el segundo libro de Celan. De éste conozco tres traducciones y creo que la mejor es la de Jesús Munárriz publicada por Hiperión. Sobre esta vamos a tratar.

Existe una notoria continuidad temática y formal entre el primer libro y éste. Salvo por una mayor consición, mejor, precisión, en la unidad de cada poema, que en Amapola y Memoria a veces parecía desarrollarse de manera más caótica. En consecuencia, De umbral en umbral muestra una poesía que llamaríamos compacta, que sería la consecuencia buscada en general en la poética de Celan.

No seria erróneo tildar a la poesía de Celan como una poesía de ideas. Pero las ideas aquí no son desarrolladas, sino, como hemos dicho, compactadas, y esto es lo que divide su lírica de la retórica. De umbral en umbral lleva ese sello in extremis, como una compulsión de aclarar el significado en modestas líneas. Nada más lejos está Celan de lo retórico, como hemos dicho, y mucho más de lo épico. Aquí todo se desarrolla en un campo delimitado, con reglas internas, y con un uso delicado y meticuloso del argumento, en general, éste pendula sobre el tema de la muerte, pero de un modo muy original: se trata de la imagen del “ojo”, que es visión y que, por tanto, configura mundo, y poesía también.

La poesía de Celan es por tanto, de modo exógeno e interno, una poesía de la imagen. Solo se habla de lo visible, ya que lo invisible es territorio de la muerte. El ojo cerrado, encierra el hermetismo del más allá del cual Celan descree, pero que sin embargo, acosa obsesivamente. El ojo cerrado encierra el misterio de la finitud y a su vez la milimétrica distancia que separa la vida de la no vida. Esa zona frágil, quebradiza, es lo que impresiona de este libro. La extraordinaria capacidad de la delicadeza con que se trata la fragilidad de la vida, sin prejuicios ni lugares comunes, sino, desde lo precario de la palabra, que es como dice, igual a un muerto.

El tema de la visión y el ojo atraviesa todo este libro, e imanta incluso los poemas de amor, dedicados a la musa (jamás explicitada), que se vuelve objeto de adoración del poeta. Estos poemas son un lugar de reposo, un estadio del libro, que en su búsqueda atraviesa por lugares de extraña crudeza, imágenes fuertes, de una limpieza implacable, sin embargo, que nos hace sentido por sus “saltos”: De umbral en umbral...

El eco del título se relaciona con la visión. Pero esta visión, que, como es característico en Celan, trasunta un dejo de inocencia y ludicudad, es refrendada por lo oscuro y siniestro como se presenta, el abismo de la visión que no puede abarcarlo todo. Bien se podría comparar éste De umbral en umbral con una suerte de juego, de casilla en casilla, comparado con la vida de un modo tan directo que refiere y translucida toda la obra de Celan.

El umbral representa, así, el espacio de claridad de la visión, su punto más lúcido y de ajustada viveza, en medio de un desierto de sombras y oscuridad. El umbral es también el sendero, o su indicio, es el símil de un claro en medio de una oscuridad cargada de una fantasmagórica melancolía.

La poesía de Celan posee un pesimismo congénito, claro está, pero es una suerte de pesimismo dulce, o, si se quiere, un pesimismos pueril, de infante: desencadena una poesía de lúcida candidez frente a lo desconocido, que es mucho. Esa perplejidad, como se dice, la de un niño frente a Dios, es asumida por regañadientes por el hablante, que a ratos pareciera querer no ser capaz de asumir su condición. Esto genera un cruce de voces, sobre todo en el capítulo Con llave cambiante, que es a todas luces inaugural: la de la desesperación por lo judío, la de aquel hiato frente a los otros, frente a Dios.

En resumen, se podría decir que a Celan no le interesa la poesía, le interesa su expresión como medio, pero no como metalenguaje. No es el “poeta de los poetas”, como gustaba llamar Heidegger a Holderlin. En De umbral en umbral hay de todo, menos diálogo con los otros poetas, intertextualidades o cosas que se le parezcan. Este es un libro en alemán escrito por un poeta de origen judío. Lo demás es solo gasto de palabras



 



 

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La insoportable pesantez de Paul Celan.
Notas dispersas sobre "De umbral en umbral".
Por Felipe Ruiz