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Un enorme salto en la poesía reciente
Sobre Poemas para Michael Jordan, de Francisco Ide
Por Felipe Ruiz
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Pocas veces, admito, me ha sorprendido la poesía temática, la exhortación del personaje, el desdoblamiento del hablante. He visto algunos, sin embargo, quizás por pocos, que me han sorprendido: pienso el ya clásico poemario Criminal, de Jaime Pinos, o en otro excelente Raso, de Carlos Cardani.
Son de los pocos que recuerdo. Quizás por lo mismo, y a la par de ellos, ha levantado en mí un fuerte interés y deleite la lectura de Poemas para Michael Jordan, del joven y premiado Francisco Ide. De punta a cabo, este libro conserva un tono unicorde, narrativo y hasta casi recitativo, logrando generar una atmósfera sugerente, que no se disuelve ni se pierde en falsos desgarros ni alaridos menores.
Ide es un poeta y eso se nota. Hay aquí equilibrio entre inspiración y oficio; no es que se haya elegido un tema al azar y se le plante un lenguaje poético y ya. Aquí la poesía surge desde dentro, de ese gemut o temple que el autor convoca y poetiza. No es una elegía al basquetball ni al jugador. Se desliza un punto de vista crítico – pero jamás desarticulado -, que ha mi modo de ver renueva de modo sin igual la poesía con la sorpresa, la alerta y la observación del mundo contemporáneo, desde lo cotidiano mismo.
Un libro temático se agota velozmente, sin embargo, cuando el tópico comienza a languidecer, a perderse en la repetición mono–temática y así, el corte narrativo que generalmente discurre en estos texto palidece, se desgasta, o bien, se distorsiona; esto ocurre porque detrás de todo poema temático el hablante oculto razona en base a un criterio ético, que es el mismo que inspira la obra. No quiero parecer apodíptico. Pero es claro que este libro logra la síntesis perfecta, logra en sus páginas plasmar en un sano “stop” todo lo que los ingredientes del tema pudiesen entregar. En tal sentido, no fuerza al libro hacia lo operático ni lo grandilocuente.
La voz es siempre monocorde, no por ello menos diáfana, y el libro posee así una densidad y clima muy bien logrado. No aburre ni se extiende más allá, pero tampoco en el más acá: cada poema posee una impronta particular, se privilegia la imagen por sobre el desarrollo, y de este modo, gratifica al lector con la observación poética de la que alguna vez nos sorprendiera Germán Carrasco: “un poeta está por las cosas, no contra ellas”. Bien por Ide y su hermoso libro.
