Proyecto Patrimonio - 2013 | index | Felipe Ruiz |
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El incendio del Municipal y la ruina del Patrimonio
Felipe Ruiz
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El reciente incendio del Teatro Municipal trajo consigo una pérdida patrimonial avaluada en más de un millón de dólares estimativos. Desde luego, esto ha acarreado el pesar del mundo cultural no sólo en Chile, sino también del extranjero: países vecinos y otros tan lejanos como Rusia han manifestado su pesar por esta calamidad.
Sin embargo, el incendio es también la ruina de una forma de entender la cultura: aquella que consiste en una visión “conservadora” del arte. Para dicha visión, todo se traduce en “patrimonio” y “tradición”. Nadie pone en duda la fuerza de ambos conceptos, pero creer que la conservación por sobre la innovación es el quid pro quo del arte cae en un craso error.
Sin lugar a dudas, la vida del más humilde poblador chileno es más valiosa que todo lo que el incendio ha destruido en el Municipal. Esta exaltación de la vida sí es el deber del arte. De hecho, debería ser siempre su máxima ante cualquier intento de curatoría inmobiliaria que intente mostrar al arte como algo rígido y cristalizado en el tiempo.
Esta visión tiene más peso y fuerza en el sentido común que cualquier otra, más que mal, se encuadra bien con lo que ha sido la casi nula política cultural de este Gobierno, que ha puesto su acento claramente en el así llamado “valor patrimonial”. De tal modo, se obvia el arte alternativo, el arte de la calle, más que el de los recintos ultra equipados y dispuestos. Se privilegia la museología antes que cualquier otra actividad que pueda enmarcarse en el arte o en la cultura: el incendio en el Municipal ha traído pérdidas millonarias, ciertamente. Pero hay artes como la poesía, que aún siguen viviendo gracias a la autoedición.
El incendio del Municipal ha dejado ver nuevamente, a través de las profusas declaraciones de pesar de muchos mostrada a través de los medios, la cara conservadora del arte, el rostro de quienes disfrutan encasillando las expresiones culturales según criterios de belleza basados en el prestigio y en patrones añejos de herencia. Contra ello, deberíamos responder: el arte sigue vivo.
