El sagrado derecho
a réplica
POETAS
EN EL PUDRIDERO.
FABIO
SALAS ZÚÑIGA.
15 de Diciembre
2004
En la edición de LUN del viernes 10 de diciembre el poeta Raúl
Zurita realizó una gruesa diatriba contra el crítico
Ignacio Rodríguez y contra mi persona a raíz de un libro
a estas alturas sobrerreferido que antologa la producción de
42 poetas jóvenes chilenos. Como el señor Zurita personaliza
su ataque a toda descalificación, mi réplica será
también personalizada en los mismos términos que él
realiza.
En primer lugar, Zurita cita un poema del joven Héctor Hernández
como ejemplo representativo del valor presuntamente incuestionable
de los poetas antologados. Se trata de un buen poema y nada más.
Y Zurita hace trampas cuando cree que por citar a este joven autor
el público se tragará la falacia de que el sol de la
lírica amanece otra vez sobre Chile. Una golondrina no hace
verano, y este texto induce a engaño sobre el fangal rapsódico
del resto de la antología.
Zurita parte por canonizar la situación de la poesía
y de los poetas a partir de su propia visión, como si ésta
fuese una verdad revelada que primase sobre todas las demás
por provenir exclusivamente de él. ¿Desde cuándo
que Zurita es la medida para medir y juzgar todas las cosas? ¿Estos
señoritos poetas son la conciencia moral de Chile sólo
porque él lo dice? ¿Son los únicos poetas que
existen?. Los jóvenes poetas no son intrínsecamente
buenos ni por jóvenes ni por poetas, y promoverlos como personajes
víctimas del dolor histórico de este país es
vender una imagen que no se condice con la realidad.
Pero Zurita, cuál émulo de Juvenal Olmos, insiste en
la probidad de su credo sin autocrítica, como si la poesía
fuera algo intangible de puro celestial y no el resultado del trabajo
de personas que además de escribir también comen, cagan
y copulan, como seguramente lo hacen sus ahijados literarios. Nos
trata de delincuentes culturales por el hecho de disentir y discrepar,
como si el acto de opinar fuera un delito todavía, y no hubiera
más verdad que la suya, única e irredargüible,
vaya, vaya, ¡qué actitud tan poéticamente nazi!
¡Pobre Zurita, obligado a cargar con la cruz de la odiosidad
y el vilipendio de todo el mundo en el paranoico calvario que su desorbitado
ego le ha trazado!.
Me dice que lo importante es ser escritor y decente, y lo soy. Como
escritor no he tenido que masturbarme en público para ganar
notoriedad y nunca he plagiado a Bob Dylan (no padezco de esa tara
conyugal) y toda mi trayectoria la he realizado sin vincularme políticamente
para ganar posiciones, agregadurías, puestos ministeriales
y premios nacionales como hacen otros por ahí. Ciertamente
no tengo la notoriedad pública de Zurita y por eso él
no me conoce y no ha leído mis libros seguramente porque ha
estado muy ocupado apadrinando jóvenes iconoclastas.
Pregunta quién me autoriza a hablar, ... seguramente mi propia
dignidad de ente pensante y crítico. Y pregunta además
quién nos manda realmente a cometer nuestra crítica,
y esto no lo sé, ...tal vez el espíritu de Jaime Guzmán
para maquinar un montaje desde las sombras.
Me acusa de mentir, ¿cuáles mentiras? Dije que su vínculación
con el crítico Ignacio Valente le subsidió su reputación
literaria lo mismo que sus relaciones con el mundo político,
y esto es cierto hasta para el observador más obtuso. Pero
lo grave es cuando me habla de decencia, a propósito del futuro
de la cultura chilena.
Decencia, sr.Zurita es denunciar la inmoralidad venga de donde venga
como ud jamás ha hecho con las tropelías cometidas por
funcionarios del gobierno de su amigo Presidente, a quien ud le celebró
y dedicó sus poemas militantes.
Decencia es la que presencio en mis alumnos que deben trabajar sus
fines de semana para costearse una carrera y su derecho al conocimiento
privándose de su tiempo libre y no la estupidez suya de confundir
el hastío generacional de su antologados con una actitud de
respuesta política.
Decencia es la que vivo en la figura de mis viejos exonerados que
después de 40 años de ardua supervivencia reciben una
pensión de menos de 150 dólares mensuales y no su actitud
de predicar el evangelio de la poesía como si el papel impreso
otorgase el milagro de comer pan y tener abrigo.
Decencia es haber disentido del oprobio cultural como hizo Enrique
Lihn al denunciar el monopolio del poder literario que Ignacio Valente
tuvo en dictadura mientras ud hizo mutis por el foro.
No, señor, no es tal el retrato de ese Chile que "esos
nuevos jóvenes que despiertan" (vaya, no sabía
que los jóvenes podían ser nuevos, gran revelación
lírica) tratan de registrar en esos burdos poemitas de reventón
y saturada toxicidad, que ud confunde con visiones de historia y sociedad.
No venga ud a hablar de ética, sr Zurita, cuando se ha transitado
por todas las militancias para asegurarse el puchero y la poltrona
respectiva en el museo de la literatura chilena.
Su operática y destemplada diatriba demuestra claramente que
algo le picó por debajo del coxis, seguramente ud nunca imaginó
que alguna vez ciertos anónimos trogloditas críticos
y escritores como el sr Ignacio Rodríguez ( a quien no tengo
el gusto de conocer) y quien esto escribe, le pondríamos el
cascabel al gato en este país de pusilánimes.
Quítese esos malos pensamientos de la cabeza, sr Zurita, no
se ponga tan miéchica en su pureza y su pasión, que
el tiempo de las vacas sagradas ( y lo que ellas representan) terminó
para siempre, aunque ud tenga mucho de vaca y nada de sagrado. Y tenga
cuidado, de seguro alguno de sus ahijados ya sueña con bajarlo
del orinal de su trono para sentarse encima y recibir los vientos
de las alturas.
Y ahora, como buen siútico rocinantesco, me pudro y me jodo...
¡Zuas!.