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Sobre Estética del tajo, de Florencia Smiths.

Por Eugenia Brito
Texto de presentación lanzamiento en La librería del GAM. 24 de agosto, 2018.



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Estética del Tajo, de Florencia Smiths, editado por Libros del Pez Espiral aúna 3 textos, El margen del cuerpo, La ciudad No y La velocidad de la caída.

Desde el inicio de su primer libro, El margen del cuerpo, la autora comienza a elaborar una estética de quiebre con el sistema cultural de representaciones de la historia dominante de occidente, respecto de las palabras que hereda y de todos los cortes, ordenaciones, repartos, distribuciones y controles unidos a esas gramáticas ancladas en la lógica binaria de dicho sistema; eurocéntrico, falogocéntrico que irradia su espectro ideológico en las gramáticas y en la lógica de los mandatos culturales y políticos.

Esta gramática nace desde antiguo y desde culturas ajenas a la nuestra, pero imprime su poder en los sistemas dominantes, y genera la vasta y conocida zona del margen desde la que surgen los tatuajes que la memoria ha calcado mientras el cuerpo se ha ido desplegando. (Pág. 14).

Desplegar un cuerpo provocado por la superficie, la escara, la sutura, la grafía; ella espera a que lleguen esos otros modos de significar, esas otras formas de constituir un cuerpo nacido de esa experiencia y su sabiduría. Aunque partiera del caos y la muerte, prefiere la auténtica destrucción antes que adaptarse en la convención. Las palabras esperadas abren la puerta al duelo, porque la muerte del padre corta el lenguaje e inaugura un simbólico otro a partir de ese duelo.

El margen del cuerpo es un texto provocativo, artaudiano, rizomático, pulsional y contrahegemónico. Además de la figura de un otro poderoso, como la sombra o el demiurgo, el doble de Artaud, está en ella. Una alternancia de mujeres, una poderosa y que sigue un dictado, y otra más frágil y rebelde, unida a la memoria de una niña de nueve años, edad mítica, entre la infancia y la juventud. Cito:

La que sale por su cara le ha dicho que todas ahí dentro están alborotadas por el cambio. Ella, la que contiene, la de la boca de carne, dice silencio. Dice no hablar de esto. (p. 32)

Más adelante es una llaga que corta la línea (Pág. 33), las direcciones del circuito significante del discurso dominante; ella se despliega como diente entre cuchillos -las encías sangrando (Pág. 33), imagen que pone el color rosa de la encía y la dotación del diente como arma en que desde la niñez surge la fuerza para, desde el trauma, oponerse a la vestidura de la convención, desde el margen, el grito fecundo del margen.

En líneas generales la escritura se opone a la desadaptación, a pesar del terror de tener que elegir, ubicándose siempre en una zona tenue y polimórfica entre la construcción de un cuerpo nuevo y la experiencia del caos, la violencia y la muerte.

Si bien la experiencia que surge de este encuentro con el lenguaje escrito es arrasadora, envolvente, la imagen de la muerte pone un límite a ese encuentro con la fuerza de la escritura y años más tarde, la imagen de la mujer adulta contemplará la de la asombrada y cuestionadora niña, de otra forma, más inquieta y perturbadora.

Esta estructura lingüística, de una enunciación breve y llena de múltiples sentidos abstractos, se disemina más adelante en textos poéticos: Para estar en mejor forma, su mano se aprende las líneas de memoria. (p. 35)

Y luego: El blanco llegó de golpe. (p. 37)

El cuerpo se fragmenta. Y está el lado que ingresa a la estructura simbólica del lenguaje y a su ordenación en signos, órdenes, en los que escucha desde sus bordes a otra, que la habita, la abunda, y a ella le parece una identidad de muñeca cosida, atestada, aniquilada; el baile de una mano que aterriza en la losa de un piso que la toca, que le resbala (por) el deseo. (p. 42)

El rechazo al orden del discurso continúa en el siguiente libro: La ciudad No. Hay una ciudad ocupada, tomada por los grupos de poder, y la pregunta que se inicia en el texto es la vieja, la antigua pregunta del duelo: ¿Qué fue de ese cuerpo tachado, de esa ciudad vendida? ¿Qué ha sido de nuestra costa mentida?, todas esas formulaciones reiteradas y su voz ansiosa, angustiada, otorga música al texto. Sabemos, además, que esa es la historia no sólo de la ciudad, sino del país, aunque la primera funcione aquí como metonimia de la última.

La pregunta parte por la catástrofe recordada por muchos de nosotros, por la caída de la democracia en Chile en el año 1973 y su cadena de muertes, tortura y desaparición de cuerpos. Por ello, el poema habla de qué ha sido de eso / de lo que caminamos y marcamos un día / dos tres diez años / como un territorio nuestro / el cuerpo que amábamos e íbamos cruzando / y que era la calle / en esta ciudad mancha muda mortal (p. 57)

Así, hay un delito y varios cuerpos que ya no existen, ha habido políticas de exterminio en la historia de esta ciudad.

Hay archivos en la memoria y la historia de esta ciudad, hay muertos que están más vivos que los vivos en el país.  Florencia Smiths plantea que la ciudad, y esta vez sí, la mención es recta, es una ciudad sin luz sin suerte sin muerte sin fundación / ni olvido / se yergue / yo quiero hablar de esto / dice la autora -hablar de esta ciudad-, aquí en los feroces tiempos / de las cabinas y los perros y los cruces y parrillas / a él lo mataron / a las siete de la tarde / en el cruce de Cartagena / en el cruce entre la ciudad y la ciudad No (p. 59)

La ciudad No, que recuerda a Tejas Verdes, provincia de San Antonio, donde se ensayaron las torturas, se llevaron a cabo las muertes, las violaciones a los DDHH, según consigna Javier Rebolledo en La Danza de los Cuervos.

La ciudad No es la ciudad del horror, desde cuya memoria grita Florencia.

Finalmente, La Velocidad de la Caída es el tercer texto producido por la escritora, es el poema de la despedida amorosa. Cito:

estarás para siempre
amarrado a mis huesos como espina
calcado a muerte en mis piernas
atrapado sonando tras mi lengua
con esa voz de sombra
que me precipita hacia el arder
(p. 76)

La velocidad de la caída es el proceso de separación de una pareja, el desamor, el odiamor o amor con odio, la pérdida.

Florencia Smiths forja su Estética del tajo, como un cuerpo que se bifurca y separa, híbrido y múltiple, tajo que sigue la geografía del país, así como la difícil conformación de un ser, los duelos, la muerte del padre, la ciudad, ella misma tras la separación amorosa. Tajos del cuerpo, historia de fragmentos y marcas de la difícil reunión y desunión de las partes, locura y desbordes en una geografía deleuziana y postmoderna.

Quisiera finalizar señalando la poética del “tajo” como construcción mistraliana que evoca la rotura, la separación del cuerpo; tajo del paisaje y la geografía nacional. Tajo inmenso, telúrico, poroso.



 

 

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