"Juro que no tengo un arma".
Francisco Villarreal.
Santiago, Editorial Moda y Pueblo, 2009.
Kurt Cobain y la poética del desencanto
Por Diego Ramírez
Juro que no tengo un arma para esta revolución, para esta ciudad oscurecida por los niños de Chernobyl y la poética del desencanto de no creer en nada, ni en nadie, sólo en Kurt Cobain, agonizando de un tiro en la cabeza con su pelo brillante y con la misma ropa de los chicos del barrio con los tatuajes de calaveras. Francisco Villarreal, instala una ciudad bombardeada como escenografía, una ciudad donde jamás nieva, una ciudad como una herida abierta. Los chicos de este libro ya no sueñan con banderas, ni manifiestos, aquí están los fracasos, y un primer roce secreto del cuerpo de otro chico desnudo iluminado por la belleza virtual, como iniciación, como el aprendizaje de las formas masculinas inacabadas. En este libro están las bombas y la oportunidad de convertirse en héroe, la estética permalink, de escribir tu nombre con su letra, pero también esta el abuso, la calle, el morbo y el exceso de chicos rudos y tiernos a la vez, que van a destruir edificios, que se mueren de rabia contra las infinitas rejas de las otras casas, las vigilancias y sus dominaciones del neoliberalismo cruel acariciándolos con armas de guerra; ellos son parte de la historia de amor de un muchacho posmo, de la vanguardia asexuada de cuerpos y abrazos y labios rotos. Y en contraste esta la perfección, la pulcritud, el día de campo, la página en blanco, como metáfora de la institución, la legalidad. Juro que no tengo un arma, entonces te puedes acercar para hacerle cariño al chico grunge que no quiere crecer. Porque, como nos dice Francisco Villarreal en su opera prima: “El adiós es una palabra muy fea para chicos tan hermosos como nosotros”.
