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El emboscado de Francisco Véjar


Por Dave Oliphant (*)
Revista Proa, Enero - Febrero - Marzo, 2004.



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Aunque breve, El emboscado de Francisco Véjar, su nuevo poemario publicado por Ediciones La Pata de Liebre en noviembre de 2003, ofrece una poesía que toca temas contemporáneos y eternos; alude a poetas de Chile, España, Austria y Estados Unidos, y medita algunas cuestiones profundas por medio de imágenes cotidianas. Con solamente nueve poemas, El emboscado también alcanza a desarrollar una historia de amor que mide la pena de la ausencia y el valor del sufrimiento. Sus diez páginas de poesía entregan una variedad que produce gran impacto.

El primer poema, que lleva como título "Estación Leopoldo María Panero", habla de "niebla sobre el césped de la calle" donde el poeta reside, y también se refiere al camión de la basura, los locos rematados y un dipsómano. La calle del autor se llama Miguel de Cervantes, que en sí evoca el gran escritor español, pero al mismo tiempo el título alude a otro español, el poeta que vive en un manicomio en las Islas Canarias. El poema nos mete en un mundo de alusiones e imágenes llenas de significado que nos emboscan dentro del follaje de sus versos.

No pretendo entender todas las alusiones e imágenes en el poemario, pero creo que el poeta no dice la verdad cuando cita a Gerard de Nerval como epígrafe: "Yo persigo una imagen, nada más". Es la costumbre, según se dice, que los poetas mientan. En este caso me parece que el poeta quiere descubrir un significado más allá de las imágenes. Por ejemplo, el dipsómano se bebe "el crepúsculo Nevermore", lo cual es a la vez una alusión a Poe y un deseo de encontrar en el alcohol el fin de algo que el dipsómano no puede soportar. Además de estas referencias, el poema alude al hecho de que Panero, un poeta loco y dipsómano, tiene publicados unos libros con los títulos de Locos (1992) y El agujero llamado Nevermore (1999). Me parece que Véjar encuentra en las imágenes de la basura y las cenizas del cementerio una relación con el dipsómano cuya ruina "bella" es "tan profunda que ni siquiera el tiempo puede hacernos morir". Para mí, todo esto llega más allá de las meras imágenes. (Por casualidad, los narradores-sicóticos en Poe usan la palabra "mera" cuando mienten.)

El penúltimo poema en la colección lleva el título de "Escrito encontrado en una mesa del restaurante Miramar (Quintay)", y aquí el hablante menciona al poeta austriaco Georg Trakl, otro de los poetas favoritos de Véjar. En este poema, detrás de las imágenes de "lápidas anónimas que golpea la tempestad", yacen otra vez las influencias y las vidas trágicas de los poetas que Véjar admira. Son estas influencias, alusiones y tragedias las que dan más interés a su poesía que las puras imágenes. También, el poema que se llama "Líneas sobre la carátula de un disco de Stan Getz" me intriga por su alusión al jazzista, pero la alusión no existe aparte de las imágenes intrigantes de una pareja que trata de volver a la creencia en el amor, como "una rara especie de animales / que escribían sáficos imperfectos / en sus cuerpos desnudos".

En el segundo poema de la colección, titulado "Puesta de sol", Véjar se compenetra con el lenguaje mismo, y lo compara con el viento que "barre papeles, hojas secas y promesas". Aquí el poeta combina palabras que nombran cosas que son hechas por el hombre o la naturaleza, con una palabra que significa una idea humana. Este renglón me recuerda el último verso de "Entrada a la madera", de Neruda, donde él combina "y ardamos, y callemos, y campanas". Tales combinaciones en la poesía de estos dos chilenos mezclan lo natural con lo humano, y siempre es la interrelación entre esos dos elementos lo que eleva un poema más allá de las "meras" imágenes. En los siguientes versos, Véjar compara las "arterias" de la ciudad con la "savia" de los árboles. Otra vez el poeta ha mezclado el mundo natural con eso de lo humano, en este caso para sugerir que la ciudad sirve el propósito de mantener nuestras vidas y hacernos vivir como los árboles con su savia.

Siendo un poeta que casi siempre prefiere el campo a la ciudad, en El emboscado, Véjar nos sorprende cuando encuentra en la ciudad imágenes para celebrar. En el tercer poema, titulado "Ciudad escindida", él confiesa que a pesar de las calles "con derrumbes de casas / y heridas en sus aceras // siempre habrá algo que te guste; / como el vuelo del mirlo sobre el parque / o la compañía muda de los árboles". Aunque son imágenes de la naturaleza, todavía éstas significan algo más que imágenes -representan "la compañía", una necesidad humana, especialmente en la ciudad que puede ser tan impersonal y poco amigable.

Si he contradicho el epígrafe de El emboscado es porque creo que el contenido de este poemario va más allá de imágenes "nada más", sin ningún otro significado. Para el lector que busca una relación fundamental entre el lenguaje, la naturaleza y la humanidad, esta nueva colección de Francisco Véjar provee una combinación rica y compleja de estos tres elementos presentes en cualquiera poesía valiosa.


(*) David Oliphant es profesor de literatura en la University of Texas at Austin, Estados Unidos,
y traductor al inglés de Nicanor Parra y Enrique Lihn.

 

 

 

 



 

 

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