
        Esparcir raíces en el viento
          "Y siempre después el viento". Poesía de Hugo Mujica. Editorial Visor, Madrid, 2011. 73 páginas 
        Por Francisco Véjar 
          Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 10 de julio de 2011 
            
        Hugo Mujica (Buenos Aires, 1942) vivió intensamente la década del sesenta. Y   nada menos que en el mítico Greenwich Village de Nueva York. Allí trabó amistad   con Allen Ginsberg, dada su fascinación por la literatura y las filosofías   orientales. Ginsberg le presentó a su guía espiritual, el Gurú Satchidananda,   quien lo invitó a escuchar una conferencia a un monasterio trapense. Allí se   hizo monje y estuvo en voto de silencio durante siete años. Su existencia tiene   ahí un vuelco radical e inicia la búsqueda de lo poético.
        Un ejemplo de ello es el libro de poemas que acaba de publicar Visor, Y   siempre después el viento. En el texto que lleva por nombre "Plegaria",   anota: "Es la última hora de la tarde,/ callados/ los pinos que orillan el   camino/ alargan sus sombras,/ tiemblan la brisa/ -es la plegaria del abandono,   es el enraizarse en el viento-". He aquí el destello de lo inasible, pero con   paisaje y sin abstracciones. Nos recuerda a Paul Celan, a quien incluye entre   otras exégesis, publicadas en Trotta con el título de Poéticas del vacío (2002). Este volumen comienza con un epígrafe que retrata el universo propuesto   por Mujica: "Algo habló en el silencio, algo calló,/ algo se fue por su camino"   (Celan dixit ).
        En cierta medida, sus ensayos, como La pasión según Georg Trakl (Trotta, 2009), siguen siendo parte sustancial de su poesía. En una entrevista   dice sobre Trakl: "Se abisma, pero se abisma sin desastre ni estridencia,   piadosamente. Y como contraste una inmensa tristeza, la de lo no vivido, la   "pureza" perdida, pero jamás renunciada". "De Pie", se llama el texto de Y   siempre después el viento que ilustra lo anterior. Leemos: "Anochece y el   aire/ se demora espera,/ anochece/ y la arboleda,/ desnuda,/ parece alzarse   escuchando,/ parece humana/ bajo el cielo estrellado". El poeta ve aquí la   nobleza poética que significa que las cosas coincidan con lo que son,   desprovistas de toda apariencia o maquillaje.
        En la totalidad de esta obra hay coherencia y continuidad con sus poemarios   anteriores. Léase su Poesía completa (1983-2004, Seix Barral, 2006).   Emparentado equívocamente con la poesía de Roberto Juarroz, se siente más   cercano a Olga Orozco por afinidad de contenido, de horizonte, de ausencias y   búsquedas. Poesía mística y filosófica. Basta que recordemos a presocráticos   como Heráclito, padre de la dialéctica, para darnos en razón de lo que se   propone el vate. No en vano, Mujica escribió el ensayo La palabra inicial /   La mitología del poeta en la obra de Heidegger . (Trotta, 1995). En sus   páginas, sencillamente, nos traduce poéticamente a Martin Heidegger.
        Con esta nueva entrega, no hace más que corroborar las palabras del   recientemente fallecido Ernesto Sábato, cuando enfatiza: "Hugo Mujica es un gran   poeta y escritor o yo no tengo intuición de lo que es la literatura. El tiempo   lo dirá a todos...".