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        Entrevista al poeta Francisco Véjar :
  “Mi escritura está signada fundamentalmente por la experiencia.”
          
              Por Julián  Gutiérrez
              www.hotel-nube.blogspot.com
        
        "Somos la fiesta y la  ceniza/ espacios de luz que se debaten entre tinieblas/ o el anhelo de  pertenecer a algún lugar"
        
         Francisco Véjar es uno de los poetas ineludibles de nuestra literatura actual. La  belleza y profundidad de su obra,  dan  cuenta de su lucidez y  hondo compromiso  con la vida. Véjar es como una especie transeúnte en recogimiento que va,  captando los reflejos inasibles de la existencia en la ocurrencia misma de la  palabra. 
De ahí su transparencia y latido vital, su rigor y levedad imaginativa,  su sentido metafísico y existencial presente en toda su trayectoria poética.
          
          Nació en Viña del  Mar el año 1967. En 1990 fue becario de la Fundación Pablo Neruda. Ha publicado  la Antología de la poesía joven chilena y Georg Trakl: Homenaje desde  Chile (en coautoría con Sven Olsen y Armando Roa Vial);  los poemarios Fluvial, Música para un álbum personal,  Continuidad del  viaje,  A vuelo de poeta,  Canciones imposibles, País  insomnio, El emboscado y La fiesta y la ceniza. Sus poemas han sido  traducidos al italiano, inglés y croata. 
          
          Respecto a  su escritura, Pedro Gandolfo señala: “La poesía de Francisco Véjar se despliega  lejos de toda pretensión y trucos de laboratorio. Su voz, su forma y sus  contenidos se apartan de fingimientos y astucias; no fuerza un poetizar más  allá de su propio mundo espiritual, biográfico, de lecturas, experiencias y  emociones. Se advierte, incluso, una cierta timidez, un retraimiento, una  inhibición -que no viene a mal- al momento de decir y que se compadece con el  tono esencial del poemario”.
          
          He aquí algo de su pensar y sentir respecto a la poesía y  su transcurrir. 
          
              - ¿Cómo ocurrieron tus inicios literarios, en términos  de ambiente, amistades e inquietudes?
            - Primero empecé  admirando los anaqueles de libros de mis parientes por parte de padre. El mundo  de las letras estaba incorporado a su cotidianeidad. Por lo mismo, no fui ajeno  a la literatura. Pero a temprana edad, me inquietó la historia y leía como si  me hubiesen dado cuerda. Luego siendo adolescente, me apasionaron el jazz y la  poesía. Para ser más específico,  escuchaba a Jaco Pastorius, Hermeto Pascoal, Bill Evans, Bobby Hackett, Miles  Davis, Chet Baker, entre otros. Respecto a lo poético, indagaba en la  generación del 27, es decir, revisaba la obra de Gerardo Diego, Miguel  Hernández, Rafael Alberti, Leopoldo Panero, Pedro Salinas o Federico García  Lorca. Bueno eso ya me definía como lector empedernido y melómano. Mis amigos  eran músicos e íbamos al Club de Jazz o al Jardín que era una casa habilitada  como restaurante, sin prescindir de un escenario. Se ubicaba en la comuna de  Ñuñoa. Allí visualicé al grupo Cometa, con Pedro Green en la batería. Y por supuesto,  a muchos más. Esto era a mediados de los ochenta. De esa manera se va gestando  el Retrato del artista cachorro, como diría Dylan Thomas. Luego  partí a Venezuela y a la vuelta a Chile, en 1987, ingresé a los talleres 619  donde hacía talleres Cristián Cottet. Él me hizo leer a Jorge Teillier, Efraín  Barquero, Alberto Rubio y Rolando Cárdenas. Bajo esa impronta nació mi primer  libro, titulado Fluvial, publicado en  1988, por Ediciones de Literatura Alternativa. Es un poemario dedicado a mi  padre y manifiesta cierto descontento con el presente que vivía, lo que hizo  que volviera a ese pasado, cuya resonancia recorre toda mi obra.
        - ¿Cómo definirías tu proyecto poético o escritural en  término de intenciones o propuesta creativa?
          - Mi escritura  está signada fundamentalmente por la experiencia. Al momento de escribir trato  de prescindir de cualquier concepto para no tener nada que me predisponga ante  el texto. Es decir, si quiero hablar del mar, no leo manuales de navegación,  sino que paso a convertirme en la materia de lo que apunto. Es un pensamiento  mucho más oriental que occidental. No es   casual que mi poesía se manifieste fundamentalmente a través de la  imagen. Si estoy en el ámbito urbano, busco la naturaleza que ella 
contiene. Se  puede buscar el bosque también en el desierto. Algo similar se desprende de La Emboscadurade Ernst Junger. Entonces las calles de la ciudad se transforman  en un camino costero, pero dicha ruta da cuenta del jazz, el mar, la ciudad, el  amor, la muerte, lo metafísico y lo vernáculo. De ahí se va construyendo un  mundo personal e intransferible. No descubro la pólvora, sino que como diría  Basho: “No sigo el camino / de los maestros. / Busco lo que ellos buscaron”. 
        Este proyecto  de escritura, parte con Fluvial  (1988) y continúa con Canciones imposibles (1998); País  Insomnio (2000), El Emboscado (2003); Bitácora del Emboscado (2005) y La fiesta y la ceniza, publicado por  Editorial Universitaria, en su Colección El Poliedro y el Mar, en el presente  año. Esta obra reúne el trabajo poético de diez años, incluyendo inéditos. Ahí  está todo lo que delinee anteriormente. Ahora siento que vendrán otros desafíos  poéticos. Pero prefiero no anunciar nada, sino que el poema se manifieste en mí  de manera espontánea. 
        - ¿Qué factores consideras determinantes en el proceso  creativo?
          - Tener  conciencia de lo que se escribe, conocer la métrica y las distintas tradiciones  poéticas, partiendo con la nuestra, por supuesto. ¿Por qué digo esto? Por la  sencilla razón que la poesía es un enorme collage y la “originalidad” no es más  que el talento y la persistencia. No es fácil escribir en Chile, con sus  montañas poéticas del siglo XX. 
        Pensemos sólo  en dos obras fundamentales de la década del veinte, escritas en otras latitudes: La tierra baldía de T. S. Eliot y Las elegías de Duino de Rainer María  Rilke. La importancia de Ezra Pound, etc, etc. Ahora uno lee a John Ashbery,  Charles Simic, Douglas Dunn, Philip Larkin, Leopoldo María Panero, Enrique  Lihn, entre muchos otros. Entonces uno es su vida, su entorno y sus lecturas.  Ahí se tiene que producir la síntesis que da paso al poema. En el fondo no hay  que impostar la voz. Se nota cuando se lee algo que no es más que un  amontonamiento de palabras. Se es un artesano de la palabra como lo fue Pound.  Esos factores, los considero imprescindibles a la hora de escribir. 
        - ¿Qué criterios usas para identificar un buen poema?
          “Cuando es  mudo y palpable / como una fruta redonda (…) Cuando no quiere significar / sino  que es” (Archibald McLeish dixit).
        - ¿Cómo nace y toma cuerpo tu libro La fiesta y la ceniza?
          - Es un proyecto  que tenía hacía tiempo. No hay libros míos de poesía en las librerías. Además  sentí que estaba cumpliendo un ciclo que era necesario cerrar para empezar otro  nuevo. El libro lo construí de punta a cabo. Establecí el orden de los poemas,  el motivo de portada, los inéditos, etc. Pero lo que importaban eran los textos  y se tienen que defender solos. Muchos de esos versos han sido traducidos al  holandés, portugués, inglés, italiano, holandés, croata y catalán. De verdad,  estoy conforme con lo que he vivido y escrito. La fiesta y la ceniza, trasunta lo que verdaderamente soy. “Qué  sería de mí sin mis palabras” (Enrique Lihn dixit). Finalizaré con lo apuntado  por Hugo Mujica, en la contraportada de la obra que nos ocupa: “Hay en este  libro un entrañable amor a la vida, a lo que ella tiene de viviente, de poesía:  su abismal fragilidad, su carne viva, su muriente latir: “es tan bella la  ruina, tan profunda / que ni siquiera el tiempo nos puede destruir”. Y el amor  a la vida es eso, haber entendido que muerte y belleza son una misma realidad”.