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Alfredo Bryce Echenique y su último libro

El retorno a la infancia

Por Francisco Véjar
El Mercurio de Valparaíso. 18 de Julio de 2010


El célebre autor de Un mundo para Julius o La vida exagerada de Martín Romaña, regresa a la escena literaria hispanoamericana, con su volumen de cuentos La esposa del rey de las curvas (Anagrama, Madrid, 2010), “En realidad – dice Alfredo Bryce Echenique-, yo estaba nostálgico del género. Mi primer libro fue de cuentos, el segundo fue novela y el tercero nuevamente de cuentos. Siempre quise mantener esa alternancia, entre el cuento y la novela. Pero después la vida te hace escribir más novelas, memorias y mil cosas más. Con todo, la narración que da título a esta obra que ahora presento está basada en un hecho real, absolutamente autobiográfico”.

Según cuenta la leyenda, dicho recuerdo se remonta a la infancia de Bryce Echenique. Él admiraba a Arnaldo Alvarado, piloto de carreras de automóviles, llamado “el rey de las curvas”. Famoso en el Perú de principios de la década del 40. Su padre por esos años compró un carro del mismo color que el que utilizaba el mítico corredor. “Una tarde salimos a pasear en automóvil –prosigue Bryce-, y mi papá más bien tímido, para mi sorpresa, abordó la ruta a velocidades altísimas, al día siguiente yo volví al colegio orgulloso de haber sido su copiloto y conté a mis compañeros que era hijo del verdadero “rey de las curvas”. E incluso le preguntaron a mi madre si era cierto. Ella respondió que todo lo que yo decía era verdad. Es la historia de cómo nacen los cuentos, a partir de situaciones vividas”.

En aquella ficción, encontramos también las predilecciones literarias del autor. Por ejemplo, cuando recuerda El hombre rebelde de Albert Camus. Ahí leemos: “Camus, conoce perfectamente el nacimiento del río de la vida, pero jamás su desembocadura en el amplio mar de la nada final. Y por ello se rebela (…) Y de ahí que cuente historias (…) ¿Por qué? Pues porque leyéndolas en los verdaderos libros de historia o también en las biografías muy reales y fieles de los grandes personajes que participaron en ella, el hombre se está rebelando metafísicamente contra el absurdo de la vida, chata y angustiosa”.

Exactamente de eso se nutre la literatura de Bryce. No en vano, sus personajes nos hacen explorar la risa y las lágrimas. Sin ir más lejos, el relato titulado “El profesor Iriarte” da cuenta de un instructor de educación física que quiere triunfar a como de lugar y en un momento alcanza la efímera gloria. Logra batir el récord sudamericano de jabalina. Estaba en el pódium del colegio y mientras se dirigía a la audiencia, el aguafiestas de Garrido Malo llegó con la noticia de que un tal Zaldívar acababa de pulverizar una plusmarca sudamericana. “Feliciano Iriarte como que sólo había soñado que estuvo algún día en ese balcón, en ese récord y en aquel otoño”, concluye lo narrado.

Ahora bien, las páginas de La esposa del rey de las curvas, contienen narraciones que se leen con fluidez y calma. Los personajes hacen un ajuste de cuentas con su pasado. Cabe decir que su tono es oral y hasta poético a ratos. Es como conversar con él. Nunca para de fabular e ironizar hasta de sí mismo. El humor que despliega no es el dardo envenenado de un Quevedo, sino como una plumilla que revolotea y revolotea hasta encarnarse en la palabra de lo que ha observado.

Entre los relatos que revelan dicho temple, destacamos: Las manías del primo Rodolfo, La chica Pazos, ¡Y se me larga en el acto!, entre otros. En la contraportada de la primera edición, publicada en Lima por PEISA, el 2009, leemos: “Los protagonistas de estos cuentos emprenden largas y dudosas travesías, a entablar complejas relaciones amorosas o, simplemente, a enfrentarse con sus propias obsesiones, hechos estos que han marcado sus destinos de manera indeleble. Parafraseando un verso de Joan Manuel Serrat, son seres que se beben sorbo a sorbo su pasado en un tenaz ejercicio”.

Cuando terminó La esposa del rey de las curvas, se encontraba de paso por Teruel, España. Corría el 2008. Y él esbozaba una sonrisa, pues celebraba los cuarenta años de su primera publicación, Huerto cerrado, conjunto de cuentos que por entonces recibió una mención honrosa en el Premio Casa de las Américas, en Cuba. Allí contó que fue Cortázar, quien lo hizo encontrar su vena, es decir, la ironía y el cosmopolitismo para contarnos finalmente aspectos reales de la sociedad limeña de entonces. Al preguntarle si se establecería definitivamente en Perú, contestó como si fuera un personaje más de sus ficciones: “Yo me he ido a radicar en todos los sitios donde he vivido, creo que son veinticinco, pero como dijo una periodista española: “Bryce sin sus ires y venires, no sería Bryce”. O sea yo llego, me radico y me largo. Incluso construyo una casa y luego la vendo fatal por salir corriendo”.

 

 

 

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