Los Inesperados
Francisco Véjar, Tajamar Ediciones, Santiago, 2009
Por Benjamín Prado
Revista "La noche" (Año VII-N° 45 - Mayo 2012)
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El primer viaje largo que hice a Latinoamérica fue decisivo, agotador y sorprendente. Decisivo porque desde entonces sé que a diez horas de avión sigue estando mi casa; agotador porque estuve en diez países y unas veinte ciudades a lo largo de un mes, sin parar de hacer entrevistas, presentaciones y algo de turismo; y sorprendente porque me llamó la atención que en la mayoría de los lugares a los que iba, los jóvenes escritores parecían escribir contra alguien, para no parecerse al autor o autores que parecían resumir y agotar la literatura nacional de cara al extranjero: en Argentina, escribían contra Borges o Cortázar; en Chile contra Neruda; en México contra Octavio Paz; en Colombia contra García Márquez; en Uruguay contra Benedetti y, en menor medida contra Onetti; en Perú contra Vargas Llosa; y así sucesivamente. Por suerte, estoy hablando de algo que pasó hace veinte años pero ya no ocurre, y no hace falta más que ver cómo ha subido el nivel entre los poetas y narradores de América para certificarlo.
Leer esta serie de retratos en los que el aún joven poeta de Viña del Mar nos enseña por fuera y por dentro a Nicanor Parra, Jorge Teillier, Pedro Lastra, Efraín Barquero y así hasta catorce personajes relevantes de la cultura chilena, gusta y emociona; lo primero, por su prosa exquisita, una mano de poeta que le sirve, por ejemplo, para definir a Jorge Teillier como alguien “entre un lord inglés y un boxeador contra las cuerdas”, y su buen ojo para dosificar las anécdotas y elegir entre las muchas que debieron de provocar sus encuentros con los protagonistas del libro sólo aquellas que pudieran ser inolvidables; y lo segundo, porque si hay en todo el diccionario una palabra que resuma mejor que ninguna otra “Los inesperados”, esa palabra es el sustantivo “respeto”. De hecho, tal vez el mismo título sea un homenaje a Enrique Lafourcade.
La segunda palabra en la lista es “emoción”, porque la hay en una gran parte de este libro lleno, entre otras muchas cosas, de intelectuales que sobrevivieron a la dictadura de Pinochet como se explica que lo hicieron los españoles a la de Franco en aquellos dos versos aterradores y memorables de Ángel González: “quien no pudo morir/ continuó andando.” En el relato de Francisco Véjar vemos cómo sus compatriotas pasaban del miedo a la decepción mientras su país iba de la sangre al olvido y, ya de regreso a la democracia, “las promesas políticas se convertían en hojarasca.” Así, autores como Enrique Volpe o Claudio Giaconi se entregaron a la excentricidad, al alcohol y a la locura, uno escribiendo siempre con una pistola sobre la mesa y el otro queriendo cabalgar desnudo y sobre un caballo blanco por el centro de Nueva York; otros descuidaron sus enfermedades con desidia suicida, como Rolando Cárdenas o el extraordinario Jorge Teillier, que acabó en un manicomio, con cirrosis y la cabeza como partida en dos, una mitad para las alucinaciones, que le hacían estar seguro de haber visto un ovni en Lautaro, y la otra para construir y dejar por cualquier lugar versos geniales, que Francisco Véjar encontraba en un ejemplar de “Alicia en el país de las maravillas” -“nieva / y todos en la ciudad / quisieran cambiar de nombre”-, o en los márgenes de un periódico: “si el mismo camino que sube/ es el que baja/ lo mejor es mirarlo desde esta ventana”. Los paralelos con la Generación del 50 en España son evidentes: también allí se dejaron caer por los bares al infierno Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral o el propio Ángel González. Y también hubo en las dos orillas quienes nunca acabaron la gran novela que siempre prometieron, como Carlos Olivárez, y que juraban tener casi terminada no se sabe si para engañar a los demás o para mentirse a sí mismos. “Los inesperados” deja en los ojos el sabor de boca de los buenos libros. Sus ingredientes son el amor a la literatura, la celebración del talento y la piedad hacia las debilidades y los padecimientos de los seres humanos, esos extraños individuos capaces de encerrar toda la luz o toda la oscuridad del mundo en una gota de tinta.
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Benjamín Prado.
Escritor español, nacido en Madrid en 1961. Es autor de la novela “Operación Gladio” -2011, Alfaguara-. También ha escrito las letras de canciones de Joaquín Sabina, es columnista del diario El País y tuvo una gran amistad con el poeta Rafael Alberti, que lo inspiró para componer su libro “A la sombra del ángel” -13 años con Rafael Alberti-. El libro se consigue en tajamar.cl