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Tiempo reunido, de Sebastián Correa Duval

Prólogo de Francisco Véjar

 


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Sebastián Correa Duval (Santiago, 1977) logra con este libro, devolvernos la fe en la poesía, trascendiendo lo antipoético y posturas ya agotadas.

Estos poemas que son haikus, no en estricto rigor, pero tienen la economía de palabras propias de la poesía japonesa, logran entender la lección de Jack Kerouac cuando dice "Nunca llames por teléfono/nadie está dispuesto a oír/lo mejor es escribir un poema". 

Es interesante destacar la intencionalidad de este libro al conectarnos con imágenes sencillas de la niñez, las cuales solo desde su breve habitar son capaces de convertirse en  tierra firme para el ser humano, pero que el inevitable paso del tiempo nos lleva a enfrentarnos a un mundo complejo, donde sin poseía no se puede sobrevivir.  A este planteamiento, se le suma la novedosa "Poética de la derrota", con que el autor comienza el libro, donde plantea que no hay salvación sin haber asumido la derrota que nos permita escuchar nuestras voces más profundas, pues es la derrota la que da paso a la poesía y la que permite encontrarnos con estos versos que nos conectan con la tierra y sus elementos primogénitos: “Cada noche/la fogata/nos reduce/a elementos/milenarios”, da cuenta de ello.

"Tiempo reunido" nos hace saber que el poeta debe asumir su fragilidad y que ella será la que abra a otros la necesidad de habitarla. El año 1990 escribimos, en conjunto con el poeta de los lares Jorge Teillier, un breve poema titulado “Otoño”: “No digas que soy pobre/tengo un as de oro/ en mis manos”. Los poemas de este libro, juntos a su poética, me hicieron recordarlo, pues quien reconoce en una hoja, en una fogata, en un caballo o en una acequia todo lo necesario para vivir, ya tiene el mayor tesoro y puede bajarse de la competencia y la búsqueda de éxito terrenal.

La postura del autor frente a la poesía sintoniza con otro texto del mismo Teillier dedicado a René Guy Cadou. Allí escribió:

"Pero a ti no te importaba que te escupieran la cara o te olvidaran 
porque como tú lo decías, nadie puede impedir a un pájaro que cante en la más alta cima
y el poeta derribado 
es sólo el árbol rojo que señala el comienzo del bosque".

 

 

RETORNO

La penumbra de la tarde
termina la pichanga.

Niños que sudan eternidad.

 

 

SALTO

Saltamos la acequia
y nada es imposible.

 

 

CRUZAR LA NOCHE

Llevar los caballos al potrero
volver solo con la soga
atravesando el ladrido de los perros.

 

GRAVEDAD

El tejado se rompió
ya no somos tan livianos.

 

VACÍO

Las cosquillas
dejan de dar risa.

El silencio
se cuela
entre los dedos.

 

JUEGO

Retorno al cuarto de infancia
donde jugar era la vida eterna
y un juguete el mejor amigo.

 

 

MISA DOMINICAL

Ya
no
hay
pan  fresco  en  las  iglesias
solo
roscas
duras
secas
frías.

 

 

PIRATAS

Perdemos la batalla en altamar
lloramos a orillas de la cama.

 

FIN DE LA INFANCIA

Sentados en la roca
con anzuelos en el río
pegamos la última piteada.



 

 

 

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