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El regreso de Efraín Barquero
Escrito está, Lom ediciones. 2017. 71 páginas
Por Francisco Véjar
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio,
domingo, 03 de diciembre de 2017
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Desde su primer volumen de poesía, Árbol Marino (1950), hasta su última entrega, Escrito está, publicada recientemente por Lom, Efraín Barquero (Piedra Blanca, 1931) muestra una continuidad proverbial en los temas centrales de su lírica, compuesta por los ritos familiares, la tierra, el amor, el fuego y la muerte.
Escrito está es un largo texto elegíaco que se divide en dos partes: La página blanca y La primera palabra. El poeta quiere devolver a la existencia a su 
amada muerta, a través de la evocación. La dedicatoria, incluida en el poemario, ya resume su contenido: "En recuerdo de mi esposa y compañera, Elena Cisternas Franulic, que me acompañó toda la vida".
Ella ahora es el poema y su materia que nos deslumbra y desgarra, a la vez. No en vano, Barquero la trae de vuelta a su cotidianidad, cuando escribe: "Yo sé que en este momento estás detrás de mí / y miras la página blanca mientras yo estoy mirando/ la lejanía sin ninguna nube. (...) / Yo sé que si te llamara en el silencio de este momento / tú aparecerías frente a mí como el primer día". (De La página blanca, III). En estos versos encontramos, además, un rasgo panteísta, propio de la obra de Barquero. Leemos en el poema cifrado con el número VI: "Yo sé que estás presta para convertirte de nuevo en la materia / de mi poesía, hecha de aguas y tierra como el pan. / Pero esta vez te quiero de aire y de luz. / Yo te quiero viva, de una vida que sea tuya y mía. / Yo quiero hacerte revivir aunque sea un breve momento". Lo que trasunta de estos inolvidables poemas es el amor más allá de la muerte, como viga maestra de todo el libro.
Naín Nómez, académico, antólogo y estudioso de su obra, describe en el prólogo el clima lírico de Barquero en la actualidad: "Como indica Benjamin, cuando alguien se acerca a su pasado sepultado, debe ser un hombre que cava en sus recuerdos, porque es el umbral que se abre hacia el pasado y se convierte en un instante revelador que se actualiza. Esta parece ser la experiencia poética de Barquero, cuando habla con la ausente y le señala: 'nunca terminas / de cruzar este pequeño lugar que mide un poco más / que la tumba donde estás enterrada... (porque) la piedra del umbral eres tú'. Ella se instala en el umbral; es el umbral que permite entrar y salir de la casa, entrar y salir de la vida y de la muerte".
Con Escrito está Efraín Barquero oxigena la poesía chilena actual, retomando una riquísima tradición y devolviéndonos la fe en la poesía como tal, exenta ya de falsas e impostadas innovaciones. Aquí no se pierde la capacidad de asombro o el hallazgo o la extrañeza. En "Nunca me pregunto dónde estás", apunta: "Estés viva o muerta, mis gestos tienen el mismo valor / de acariciar alguna prenda tuya o de perderse en el vacío. / Y nunca me pregunto dónde estás, se perdería / el encanto de aparecer de repente y darte una sorpresa. / No me siento lejos de ti sino a unos pasos, los justos".
Perteneciente a la Generación del 50, junto a Alberto Rubio, Enrique Lihn, Armando Uribe y Jorge Teillier, Barquero es también autor de Enjambre (1959), El viento de los reinos (1967) y La mesa de la tierra (1998), entre muchos otros valiosos volúmenes que lo inscriben dentro de lo más selecto de la poesía chilena, de mediados del siglo XX en adelante. Su regreso con Escrito está así lo confirma.
