Ediciones de la Universidad de Valparaíso acaba de publicar la antología poética "La dicha tiene fin", que abarca prácticamente toda su obra.
Por fin se hace justicia con María Monvel (Iquique, 1899 - Santiago, 1936), después de décadas de olvido Ediciones de la Universidad de Valparaíso acaba de publicar la antología "La dicha tiene fin", que comprende desde su primer poemario, "Remansos del ensueño" (1918), hasta sus "Últimos poemas" (1937), incluyendo un capítulo con sus traducciones de William Shakespeare. Destacan, asimismo, el lúcido prólogo de Micaela Paredes —quien realizó la selección de los textos junto a Ernesto Pfeiffer— y las acertadas ilustraciones de Pía Subercaseaux.
La primera creadora en poner atención en su trabajo poético fue Gabriela Mistral. La presentó en la antología "Poetisas de América" —compilada por la misma Monvel, en 1929—, con las siguientes palabras: "La mejor poetisa de Chile, pero más que eso: una de las grandes de nuestra América, próxima a Alfonsina Storni por la riqueza de temperamento, a Juana de lbarbourou por la espontaneidad. (...) En María Monvel la tortura se halla en el espíritu, pero el verbo no conoce confusión ni torcedura desgraciada. Dije que su temperamento era rico como el de Alfonsina. Sí, todos los motivos: la tierra, el paisaje, el amor, la coquetería también, la maternidad y el juego".
En esa dimensión está el verso que da nombre a este libro y que pertenece al poema de Monvel titulado "Mi hija juega en el jardín" que tanto le fascinó a Nicanor Parra, a fines de los años 90. Allí la autora iquiqueña, apunta: "Mi hija juega en el jardín/ y yo la miro quieta y triste,/ triste de tanta dicha, triste/ porque la dicha tiene fin (...)/ No pienso en destinos amargos/ ni en que las cosas tengan fin,/ pero quisiera largos, largos/ estos momentos del jardín". "Es un poema que no puede estar ausente de ninguna antología de poesía chilena que se precie de tal", enfatizó Nicanor por entonces. Es más, el autor de "Poemas y antipoemas" (1954) lo incluyó en sus "Obras completas", publicadas por la editorial española Galaxia Gutenberg. Ahí aparece el poema de Monvel con el nombre de "En el jardín" y, a modo de epígrafe, puso: Parráfrasis, pero sin ninguna mención a la autora. Un auténtico anti-homenaje.
La obra de María Monvel gozó de prestigio en las primeras décadas del siglo veinte. Antes de cumplir los veinte años fue incluida en la célebre antología "Selva lírica" (1917), compilada por Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya. Como muchos poetas nacidos en el norte o sur del país, tuvo que emigrar un día a Santiago. Establecida en la capital, dirigió la revista Para todos, publicada por la editorial Zig-Zag, entre 1927 y 1931. Ya era conocida y suscitó la admiración de Manuel Magallanes Moure y Eduardo Barrios, quienes escribieron acerca de su temple poético. En esos años se interesó en la obra de Goethe y la tradujo, como también lo hizo con diversos poetas franceses, aunque no llegó a publicar esas traducciones. Las hacía como ejercicios de admiración.
Más tarde contrajo matrimonio con el escritor, periodista y crítico literario Armando Donoso, con quien tuvo un hijo. Sin duda, tenía el futuro en sus manos: belleza, talento y una aguda inteligencia, pero el aguijón de la muerte ya hacía lo suyo. Murió tras una larga enfermedad el 25 de septiembre de 1936, dejando un legado transido de versos cristalinos y lúdicos, recuperando temas tan manidos, pero necesarios, como el amor. Y si hay algo que la singularizó fue el universo poético que creó, desprovisto de toda la retórica criollista que gravitaba en su época. Por lo mismo, hoy, su poesía cobra vigencia y se hace imprescindible leerla.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com María Monvel, poeta de la levedad y la sencillez
"La dicha tiene fin", Editorial Universidad de Valparaíso, 136 págs.
Por Francisco Véjar
Publicado en El Mercurio, Cultura, 23 de mayo de 2022